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Laica Faz

Foto: PEPE OLIVARES
19/04/2023 - 

Comencé a componer esta columna el pasado lunes con demasiada rabia. Aunque lo parezca, no es algo completamente negativo. Escribir con un fuerte sentimiento como titiritero, sea el que sea, acelera los pulsos y redobla las campanas, como en una copla de la Piquer, Quintero, León y Quiroga. Repleto de furia, llené hasta párrafo y medio sobre la Peregrina de la Santa Faz, a cuenta de su condición de fiesta pagana y del empecinamiento que tiene parte del espectro político de llevarse el catecismo al escaño, en vez de la Constitución. Lo cual ofrece una sugerente reflexión. Dado que, sobre todo en épocas electorales como la actual, los partidos políticos solo se mueven a golpe de demoscopia, los que pretenden imponer su fe en asuntos legislativos deberían tomar en consideración que, por ejemplo, el número de seminaristas en España ha bajado por primera vez de las cuatro cifras. Y que las ceremonias emparentadas con los sacramentos chocaron contra un iceberg del Atlántico y están cerca de posarse en el fondo marino. Ya no hay tantos votantes que consideren la religión un asunto de Estado. Cambien el rumbo y dejen vivir a los que no se rigen por los mismos mandamientos.

A lo que íbamos. Un repaso de lo que llevaba escrito y bastantes ganas de cenar a una hora intempestiva sirvieron para que frenara y decidiera apartar la columna a la cuneta para poder descansar. Como, en ocasiones, este vals se baila en tres provincias más, lo primero que había que hacer era explicar que la romería de mañana rememora una rogativa de hace cinco siglos, época en la que ya hacía falta que la lluvia nutriera los campos, aunque todavía no nos habíamos cargado el reloj de las estaciones. Cientos de miles de alicantinos (según las cuentas municipales) recorren unos ocho kilómetros a pie, desde la Concatedral de San Nicolás hasta el Monasterio de la Santa Faz, donde se custodia un supuesto pedazo del lienzo con el que la Verónica secó las lágrimas de Jesús durante su calvario. Dar gracias por el milagro de un chubasco en primavera era la letra de la canción original. En la actualidad, el estribillo ha cambiado y la Peregrina es la puerta del calor, el último día de mona, un mercadillo de mistela, recuerdos y caña de azúcar, un punto de fuga para los adolescentes, el festivo perfecto para que otros miles de alicantinos (sin cuentas municipales) visiten el Ikea de Murcia. Y, ya convertida en evento social, el photocall de cargos políticos de cuatro administraciones, a quienes los periodistas tratamos de exprimir alguna exclusiva.

Para este tercer párrafo, dibujado ayer, los ánimos ya estaban más calmados. Con la mirada aún puesta extramuros, quedaba subrayar que la Santa Faz aglutina buena parte de los glóbulos rojos de la sangre alicantina. No es poca cosa en una ciudad sin memoria, sin identidad ni destino conocido. Y reúne a bastante más gente de la que cabe en el estadio Rico Pérez (los otros dos rasgos de un buen alicantino pasan por celebrar las Hogueras y los goles del Hércules). Así que, con los distintivos cristianos diluidos como un tratamiento homeopático y los botellones etílicos sujetos a la vigilancia policial, lo que queda de la Peregrina es una festividad en la que, por una vez, en esta ciudad no nos quejamos de todo y tratamos de pasarlo bien, sin causar demasiadas molestias. Cada uno con la intención que pretenda tener. Que no me esperen en el Camarín donde se guarda la reliquia, pero la rabia del lunes se ha convertido en cierta complicidad que hasta ahora no había conseguido encontrar. Debe de ser la edad.

@Faroimpostor

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