Un año más los pescadores y pescadoras de l´Albufera han denunciado las condiciones que vive el lago. Sus reivindicaciones continúan siendo olvidadas. Demasiado en juego para que apenas casi nada cambie
Sin calidad de agua no existe vida, protección, supervivencia y menos aún con los cambios y las nuevas normativas y obligaciones a las que nos someten día a día desde la distancia. Sin protección cualquier ecosistema se deteriora y con el tiempo se derrumba. Aunque nosotros, seguramente, jamás lo veremos sí seremos cómplices. Es una obligación ser solidarios con las generaciones que nos sucederán y a las que ya les hemos dejado ya demasiadas deudas.
Me refiero ahora a cuestiones medioambientales sobre las que perdemos todos: ciudadanos, generaciones, turismo, comercio, servicios, pescadores, agricultores…Podría ser el caso de l´Albufera, paraje natural único del que todos hablamos sobre la necesidad de su protección pero del que también desatendemos pervivencia, sentido y mantenimiento en toda su extensión. Sí, ya sé que muchos dirán que durante los siglos el lago se ha mantenido sin problemas ni mayores necesidades gracias a la propia naturaleza. Pero los tiempos son distintos. En era de progreso y desarrollismo los vertidos al lago hicieron de las suyas poniendo en peligro ya no sólo su ecosistema sino nuestra propia realidad paisajística. ¿Qué hubiera ocurrido si aquel proyecto de convertir El Saler en zona de recreo maximalista y especulación urbanística se hubiera impuesto?
Hace apenas unos días se celebraba un nuevo sorteo de "redolins" y el resultado era de nuevo un lamento colectivo, la misma reivindicación y advertencia que venimos escuchando desde hace ya demasiado tiempo. A veces da la sensación de que muy pocos tienen interés en poner remedios y soluciones. Mejor dejar corre el tiempo y no meterse en problemas, pensarán.
Como era de esperar pescadores y pescadoras del Palmar volvían a poner sobre la mesa un asunto que no es atendido. L´Albufera está amenazada, aunque no nos demos cuenta. Sobre todo fauna y por ende su propio ecosistema. Existe, por un lado, un aumento de la salinidad de su agua, además desde hace mucho tiempo arrastra un problema relacionado con el déficit del agua y su calidad. También de cantidad. Cada año se repite la misma historia pero apenas se ponen soluciones salvo si se trata de una urgencia.
«Se ha roto la dinámica de no colaboración entre Administraciones. Hemos empezado a colaborar y a desarrollar algunos proyectos», confesaban desde una de las administraciones implicadas. Si esto es así de frío hoy, imaginen lo que habrá sido hasta ahora.
Demasiadas instituciones implicadas en este paraíso del que nadie tiene llave única pero todos desean su control sin ofrecer grandes soluciones. Ya no es simplemente cuestión de cantidad de agua en sí, como algunos matizan, sino sobre todo de calidad de las mismas que es lo que permitiría un equilibrio en un paraje donde las especies invasoras son desde hace tiempo una gran amenaza y mina tradiciones y especies. Y además, una auténtica regeneración de sus lodos.
Vivimos un tiempo en el que los informes, las normativas y la burocracia pasan por encima de la realidad inmediata. Un tiempo en el que la superposición de instituciones y normas pone en peligro algo tan sencillo como la lógica de la historia y el respeto por la naturaleza. Las tensiones políticas están por encima de todo. Pero lo importante es que “l´Albufera ya no da más de sí” como recordaba la Comunitat de Pescadors.
Muchas competencias supranacionales, locales y autonómicas repartidas, pero poco interés en negociar. Siempre existe otro interés más potente al que atender. Pero de ello poco saben llisas, tencas, anguilas, patos o hasta los flamencos que por el cambio climático cada vez son más fáciles de ver por estas latitudes.
La situación actual, además, nos conduce a un nuevo escenario, la ausencia de relevos generacionales en labores de pesca y agricultura relacionadas con el paraje y motivado por la propia ausencia de recursos naturales.
Seamos serios. Ya no es tiempo de lamentos. No es momento de discusiones bizantinas ni de comisiones de estudio e informes innecesarios que se multiplican y desdibujan en el tiempo, sino de realidades y políticas objetivas que permitan recuperar en todo su esplendor uno de los espacios más ricos de nuestra autonomía. Faltan medidas reales, diálogo y colaboración más que superficiales declaraciones políticas o simple gestos públicos. Podríamos aprender de los planes de otras autonomías en torno a sus humedales y sobre todo hacer caso a quienes generación tras generación han hecho del largo su forma de vida. Menos echarse la culpa y más trabajo. Tenemos una obligación. Un proyecto común en defensa de La Albufera que una a todos con un mismo y único objetivo sería un buen camino para empezar. Salvamos el Saler, el Turia, el Cabanyal... va siendo hora de que salvemos l´Albufera ante el silencio de quienes deberían de tenerlo como obligación. Y ya va siendo hora.