Sagunt a Escena programa dos obras que hacen justicia con la que hubiera sido la primera reina de España
VALENCIA. Podía haber pasado a la historia como la primera reina de España, pues a la muerte de sus padres, los Católicos Isabel y Fernando, bajo su manto se agruparon las coronas de Castilla, Navarra y Aragón. Sin embargo, la conocemos bajo el sobrenombre de la Loca. Primero fue ninguneada por su marido, Felipe el Hermoso, que entre vástago y vástago de la media docena que procrearon, se dedicó a frecuentar otras alcobas. Después tomó el relevo su progenitor, quien bajo la socorrida excusa de la demencia, la inhabilitó al enviudar y la encerró en un palacio en Tordesillas. Y la puntilla se la puso su hijo, el todopoderoso Carlos I de España y V de Alemania, que reiteró la reclusión, ordenó la decapitación de los comuneros que la reivindicaron como su monarca legítima, y la obligó, torturas incluidas, a acudir a misa los domingos. En total, el confinamiento en la residencia real se prolongó casi medio siglo. Desde su muerte en vida tras el fallecimiento de su apuesto amado en 1509 hasta 1555, el año de su muerte física.
“Su vida es una historia de malos tratos psicológicos y de violencia propinada tanto por parte de su pareja, que la despechó, como de su familia, que la abandonó. Actualmente hay muchos sucesos así, que además acaban diariamente en muerte. Juana no murió, pero sí lo hizo su alma”, lamenta la coreógrafa y bailarina ilicitana Asun Noales, que el próximo 29 de julio acerca al Teatro Romano de Sagunto su espectáculo Juana.
La extrapolación de su figura al presente y la conmemoración en 2016 del quinto aniversario del óbito de Fernando el Católico, momento en el que su hija heredó sus reinos, han propiciado la coincidencia de varios proyectos escénicos que arrojan luz sobre la nublada figura. Dos de ellos han sido programados en el festival Sagunt a Escena, la citada coreografía y un monólogo protagonizado por Concha Velasco titulado Reina Juana.
El proyecto de la coreógrafa alicantina tiene como eje principal el cortejo fúnebre que partió de Burgos, ciudad en la que falleció Felipe el Hermoso, en dirección a Granada, urbe donde quería que le dieran sepultura. El periplo se prolongó durante ocho meses, a pesar del avanzado estado de gestación de la viuda. Siempre de noche, a la luz de las antorchas.
“Me impresionó averiguar que Juana llevaba consigo la llave del féretro y una y otra vez lo abría y cerraba para ver a su marido, que ya llevaba tiempo muerto. La imagen me resultó muy bestia”, comparte Noales.
La directora de la compañía OtraDanza ha subrayado la lentitud de aquel episodio histórico con el tempo de la escena, a fin de que el público “experimente esa eternidad que cuesta atravesar un país andando, siguiendo el cadáver de tu marido”. El espectador siente el lastre que Juana sintiera.
La coreografía es la versión extendida de una pieza corta que la creadora desarrolló por encargo de Luna Negra Dance Theater. La compañía de Chicago le solicitó inspirarse en una figura femenina fundamental de la cultura latinoamericana, y a ella la golpeó la injusticia vivida “por la que pudo ser la mujer más poderosa del mundo”.
A partir de aquella delicatesen ha desarrollado un montaje de larga duración, en el que se incide en el enamoramiento, los celos, la relación con la Corte… Juana cuenta con 14 bailarines sobre el escenario y música en directo. En concreto, percusión. “Es un elemento musical que me brinda un ritmo muy preciso, una fuerza, una constancia en el tiempo y una repetición casi minimalista –explica Noales, que ha asumido el papel de la protagonista-. Hay dos momentos clave, una escena en la que la Corte está bailando de manera acompasada, como si se tratara de un ejército, y otro en el que en lugar de percusión, le saco partido a las voces que me gritan y me insultan. Ese bombardeo conmueve. Cuando para en seco, trae paz a la obra”.
Para completar la ambientación de época, Asun ha contado con la colaboración de Eva Narejos, especialista en danza renacentista y barroca en España y Francia, que le ha provisto de dos danzas medievales con las que se representa el enamoramiento de la pareja regia y su boda.
La ilicitana ha terminado prendándose de su personaje. “Juana fue una mujer atrapada en una encrucijada de herencias e intrigas de poder, una niña que fue obligada a ser mujer a los 16 años. Volcada en un amor arrebatador hacia su esposo. Seducida y maltratada por él, utilizada y recluida en una torre por su padre, nunca encontró la paz interior”. Cada representación es un viaje emocional a través de la pasión, la muerte, el dolor y la locura, pero también del enamoramiento y del embelese.
¿Estaba loca o fue un complot? Los historiadores no terminan de ponerse de acuerdo con respecto a la dolencia de Juana. Unos emplean el término melancolía, y otros ajustan más apelando a una depresión severa, una psicosis, una esquizofrenia o un trastorno esquizoafectivo. Lo cierto es que hubo confabulación para desposeerla de sus derechos dinásticos y que, caso de que hubiera padecido una enfermedad mental, su cuadro se agravó tanto por el cautiverio como por el maltrato que le fue infligido durante sus cuatro largas décadas de olvido.
El apelativo loca evidencia una visión reduccionista y superficial de su dimensión histórica. Chismorreos cortesanos como que era celosa, que era ardiente y que parió en el baño a uno de sus hijos resultan ser los principales hitos de su biografía.
“Es una mujer de la que se ha hablado poco. Juana era diferente para la época, culta, religiosamente escéptica y poderosa, pero estaba educada para acatar ordenes, no para gobernar. Era demasiado sensible, poco racional y muy apasionada, se tomaba las cosas desde las emociones”, apostilla Noales.
Ernesto Caballero, autor del monólogo protagonizado por Concha Velasco, resalta su temperamento indómito y transgresor. Y achaca su patología a su falta de adecuación a la realidad que le circundaba. Juana era obstinada en su rebelión contra las pautas de comportamiento convencional.
“Hay figuras históricas por las que se sienten especialmente atraídos los creadores de ficción, sus vidas son recreadas una vez tras otra y en esta reiteración se van esculpiendo unos personajes ya de dudosa semejanza con el referente original. Esto le ha sucedido a Juana de Castilla, modelada en el romanticismo como esa loca de amor que todos conocemos. Una enajenación que, si bien responde a unos hechos comprobados, ha solapado otros muchos aspectos que dan cuenta de una personalidad mucho más compleja en la hija de los Reyes Católicos. Juana encarna –y de qué manera- el paso del medievo a la edad moderna; en este sentido, su prolongada reclusión así como su renuncia a encabezar la revuelta comunera bien pudieran simbolizar el rechazo o la incapacidad de adaptación a una nueva época cuyas directrices en lo referente a la acción política estaban plasmadas en El Príncipe, de Maquiavelo”.
El responsable de la dirección de Reina Juana, Gerardo Vera, cree a pies juntillas que si Shakespeare hubiera conocido el drama de la soberana sin trono, le hubiera dedicado una de sus tragedias. Y que sin Concha Velasco esta apuesta por recorrer un siglo de la historia de España a través de una de sus protagonistas carecería de sentido: “Es ella con su talento, su humanidad, su complicidad con el mejor teatro, su inteligencia y su total entrega desde el primer día, la luz que ilumina las partes más oscuras y dolorosas de un personaje que parece hecho a su medida”, ha alabado Vera.
Lo mismo sucede con Gema Matarranz, merecedora del galardón a la mejor actriz en 2013 en la primera edición de los Premios del Teatro Andaluz por su papel en el monólogo dramático Juana, la reina que no quiso reinar, de Histrión Teatro. La acción de la obra se desarrolla en una de las noches de su dilatada reclusión en el convento donde yacía su esposo Felipe el Hermoso, donde cuentan las crónicas que sus carceleros le permitían deambular.
“La importancia de la reina Juana para España es extraordinaria. Gracias a su matrimonio, puro “negocio” de Estado, entra en el reino la casa de Austria, y todos sus hijos llegarán a ocupar los principales tronos europeos, entre ellos su heredero Carlos V”, exponen desde la compañía granadina.
La obra visitó la Sala Russafa hace tres años y todavía se sigue representando en toda España tras más de 200 funciones, lo que ha convertido el espectáculo en talismán de los andaluces y demuestra el interés del público por desmontar la caricatura de una figura fundamental de nuestra historia.
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