MADRID (EP). El predominio del modelo de varios bancos colocadores y las elevadas tarifas aplicadas en las salidas a bolsa provocan un incremento de los costes de capital para los inversores, convirtiéndose en el mayor coste directo de estas operaciones, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que cuestiona la estructura competitiva del negocio de la banca de inversión.
En su informe 'Perspectivas financieras y de negocio 2017', la OCDE señala que el modelo tradicional de un solo banco colocador ha evolucionado en los últimos años hacia un modelo de consorcio, con múltiples entidades colocadores, protagonizando tres de cada cuatro operaciones en el mercado de deuda corporativa y la mitad de las emisiones públicas de acciones en 2016.
La OCDE calcula que las comisiones de las entidades colocadoras constituyen más del 60% de los costes de una Oferta Pública Inicial (OPI) independientemente del tamaño de las empresas y advierte de que "el fracaso en el ajuste de las comisiones de colocación tras la crisis suscita dudas sobre la estructura competitiva de la banca de inversión y las actitudes regulatorias al respecto".
En su análisis, la institución sostiene que las "elevadas tarifas idénticas por suscripción de ofertas públicas iniciales" y el predominio del modelo de colocador múltiple ha provocado un incremento de los costes de capital para los inversores, algo que va en contra del aumento de la productividad.
Asimismo, la OCDE hace hincapié en otros casos de presunta colusión en la fijación de precios de derivados, incluyendo la manipulación del índice Libor, apuntando que esta concertación de precios "desvía directamente ingresos desde los clientes hacia los bonus y dividendos, afectando al mismo tiempo a los costes de hipotecas, créditos personales, préstamos para estudiantes, comisiones de fondos de pensiones y costes de capital. "Una valoración más en profundidad acerca de las condiciones competitivas en estos mercados puede resultar valiosa", reconoce la OCDE.
En su informe, la OCDE reconoce que existe la percepción de que la globalización no funciona para gran parte de la sociedad y que esto está provocando desigualdad y perjudicando a los trabajadores menos cualificados. A este respecto, la institución propone una serie de elementos que "desnivelan el terreno de juego" impidiendo la competencia leal, desaprovechando recursos y bloqueando las economías de escala.
Además del riesgo de colusión entre bancos de inversión en transacciones como salidas a bolsa o emisiones de deuda, la OCDE alerta del efecto distorsionador de los tipos de cambio, así como de los nuevos riesgos provocados por "regulaciones financieras inconsistentes" o por el creciente protagonismo adquirido por empresas públicas, muchas de ellas de países asiáticos, incluyendo grandes entidades financieras.
Asimismo, la OCDE advierte de que levantar barreras al intercambio de servicios financieros, así como cualquier otra restricción, "va en contra del buen funcionamiento de la economía global", mientras que subraya que la corrupción y el pago de sobornos representa una distorsión en la asignación de recursos que socava los beneficios de la globalización.