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los caprichos se exponen en el belles arts

Las "estampitas peligrosas" de Goya que le sacan los colores a la España del siglo XIX

10/03/2023 - 

VALÈNCIA. Sorolla retrata, desde la luz y el color, una España brillante y esplendorosa que cautiva, en panorámico, al público. Pero un siglo antes de su trabajo Las Regiones de España para la Hispanic Society, Francisco de Goya, en un viaje de ida y vuelta a Sanlúcar de Barrameda, retrató un país que daba sus primeros pasos a la modernidad tropezándose continuamente con el antiguo régimen. Las postales que salieron de la observación de aquellas miserias surgen una serie de 80 grabados llamado Los Caprichos. Se trata de una de las más feroces críticas a la situación de pobreza y desigualdad que vivían las clases populares españolas, una llamada de auxilio de un país que se empeñaba en seguir anclado a su historia mientras en Europa reinaba la Ilustración.

Viajando en el tiempo desde finales siglo XVIII al 2023, mucho ha pasado y otras muchas cosas siguen igual. Una de las series completas viajó desde un anticuario de Múnich hasta España, en la maleta de Antonio García Molins, un “burgués ilustrado”, dueño de unas cuantas fábricas en Zaragoza pero comprometido con la izquierda política de principios del siglo XX. Estalla la Guerra Civil, y la familia decide quedarse en Alemania, pero cuando la 2º Guerra Mundial empieza allí, se cogen un par de maletas, los Caprichos de Goya y vuelven a España. El año pasado, su nieto Ángel López García-Molins anunció la donación de la serie completa. Una colección de la que, a pesar de ser grabado (lo que permite su reproducción masiva), pueden presumir contadas instituciones artísticas en España, a la altura del Prado o la Biblioteca Nacional.

Ahora, por primera vez, la serie se ve completa en la exposición temporal que presenta el Museu de Belles Arts de València. Son 80 grabados en blanco y negro que resumen las penurias de una España con responsables y víctimas. El trato a la mujer, los abusos de la inquisición, la pobreza o la falta de educación son los grandes temas a tratar. La propuesta estética va desde figuras femeninas en forma de maja hasta bestias o animales: “Los temas analizados por Goya parten de una visión crítica de los usos y costumbres de la sociedad española para, después, evolucionar hacia la plasmación de las partes más oscuras, irracionales y violentas de un ser humano privado de intelecto y casi salvaje”, resumía Pablo González Tornel, director de la pinacoteca.

Foto: Rober Solsona / Europa Press

El tesoro, entregado en 2022 en unas carpetas, tiene una condiciones de conservación muy específicas. En primer lugar, se han enmarcardo de manera individual en carpetas de cartón neutro. Además, están expuestos a 45 luxes; es decir, un tercio o una quinta parte de la luz a la que están expuestas las obras habitualmente. Esto produce una sensación de entrar en una sala en penumbra, que sumado al blanco y negro de los dibujos, traza una línea narrativa impecable: Goya, el retratista de la oscuridad de aquella España, en la penumbra que se contrapone con la luz sorollista que inunda los museos este año. En junio, cuando finalice la exposición temporal, los grabados descansarán al menos un año para compensar la exposición a la luz de estos meses: “la luz es acumulativa, así que la conservación en este sentido es muy importante. Aunque nos lo pidan, les tendríamos que decir que no para preservar los grabados”.

Ángel López García-Molins definió ayer Los Caprichos como “estampitas peligrosas”. Material inflamable en una España cuyas estructuras sociales estaban sujetas “con palillos” —esto último dicho por González Tornel. Goya no fue un gran revolucionario en Europa, pero sí en España. La región vivía dos ritmos totalmente diferentes, y la Ilustración decantó del todo la balanza. La crítica mordaz de Goya generará toda una tradición que se mantendrá a lo largo de los años.

A los 80 grabados, el Belles Arts le ha querido poner un poco de color con cuatro obras de Asensio Julià y Leonardo Alenza, que en los primeros años de siglo XIX también proponen las imágenes lúgubres con figuras colgadas, por ejemplo. Finalmente, al final de la sala, en el centro, se encuentra una de las obras más icónicas y reconocibles de Mariano Benlliure: el busto de bronce que le dedicó al genio aragonés y que sirvió como modelo de los galardones de los Premios Goya.

La Sala Ribalta se convierte así, en una cueva donde lo único que ilumina es el bisturí afilado de Goya en una España que, en algunas escenas, sigue siendo igual de burra. Si Sorolla es el márketing, el aragonés despliega aquí su escarnio feroz, en la penumbra.

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