VALÈNCIA. Las más de veinticinco iglesias de nuestra ciudad que podemos denominar “históricas” son piezas de un gran museo unido por amplios corredores que son las calles de Ciutat Vella. Unos templos que han vivido, en silencio, en un estado de total abandono durante las décadas que abarcan toda la segunda mitad del siglo XX, tras los episodios de destrucción sufridos durante los años treinta de la centuria precedente. Con el cambio de siglo se empezó a vislumbrar un cambio de rumbo, una nueva vida, con las campañas de la Luz de las Imágenes, un hito de gran importancia en este sentido, en las que se acometió la intervención en el patrimonio arquitectónico interior y exterior de varios inmuebles y también sobre numerosas piezas del patrimonio mueble de las parroquias. También la propia Seu, en la primera edición de estas campañas, en 1999, fue objeto de una restauración integral. Luego estallaría la noticia del descubrimiento “casual” de los más que relevantes frescos renacentistas del altar mayor, sobre los que tanto se ha dicho ya. Algo más tarde, entre los años 2009 y 2010, con aquella edición titulada “Gloria del Barroco” desvelamos los esgrafiados de la iglesia de San Esteban, los magníficos estucos y alicatados cerámicos de la de San Juan de La Cruz o los casetones del siglo XVI sobre el altar en la bóveda de la iglesia de San Martín. Los exteriores también fueron restaurados y muchos valencianos miraron sus iglesias con nuevos ojos.
Más adelante, a partir de 2012, vendrían las celebradas restauraciones en diversas fases acometidas por la Fundación Hortensia Herrero de la Iglesia de San Nicolás y sus magníficos frescos, el exterior de la iglesia, la capilla de la Comunión y, recientemente, su sacristía. En la actualidad, la citada fundación lleva a cabo el gran proyecto de recuperación de los frescos de Palomino, y la restauración tanto interior como exterior de la Iglesia de los Santos Juanes, principalmente la fachada recayente a la plaza de Brujas con su gran y cegado rosetón sobre la potente puerta barroca y la importante torre campanario. Hablando de campanarios, era una asignatura pendiente y urgente la intervención sobre la torre de la iglesia del Carmen o parroquia de la Santísima Cruz. Una de las más espectaculares del centro histórico, que se encontraba en un estado deplorable hasta el punto de estar envuelta de una malla protectora por los desprendimientos. Me congratulo al comprobar ya ha sido rehabilitada y luce limpia su pétrea estructura coronada por el “cupulín” y la veleta en forma de ángel, conocida popularmente como el “Angelot del Carme”. Parece que de unos años atrás hay una suerte de “sana competencia” entre las parroquias por exhibir las posibilidades patrimoniales de cada templo.
Otras iglesias han ido recuperando espacios, hoy visitables, que permanecían cerrados al público como el cementerio medieval de la iglesia de San Juan del Hospital que se “inauguró” en el año 2016, culminando una admirable recuperación de todo el conjunto arquitectónico, o la torre de la iglesia de Santa Catalina a la que se puede acceder para poder divisar la plaza redonda desde una perspectiva insólita. También recientemente se inauguró el acceso al tambor de la gran cúpula de la iglesia de San Joaquín, o de las Escuelas Pías, donde se ha instalado un pequeño museo con patrimonio mueble y obras de arte de la congregación.
Recientemente nos congratulábamos de la noticia sobre el inicio de los trabajos de la restauración de la citada cúpula con graves problemas estructurales. La empresa valenciana Ars Magna lleva a cabo la visita guiada de esta iglesia así como actividades musicales tanto aquí como en la de Santa Catalina (arsmagna.live). Hablando de museos no podemos olvidar que en el año 2016 se inauguró el nuevo museo de la Seu y una posterior ampliación en 2018 con una sala dedicada a pintura barroca. Suma y sigue. En definitiva, comenzaba este texto aludiendo a un siglo pasado de oscuridad y abandono y hoy podemos decir que por la suma de la iniciativa pública, es decir de todos, y la privada la recuperación patrimonial puede calificarse de espectacular.
Coincidiendo con estas actuaciones, algunos templos, provechando el irresistible tirón del turismo ven en las visitas guiadas un recurso económico, sobre lo que, a priori no tengo nada que decir que no sean parabienes: generan trabajo y beneficios de todo tipo. Así lo hace San Nicolás o los Santos Juanes a la que hace unos días no pude acceder salvo que abonara la correspondiente entrada. El amable joven de la entrada me informó que si quería entrar libremente debería hacerlo de 8 a 10 de la mañana. Como decía, no estoy en contra de está monetización, pero quizás se debería pensar más en los vecinos y creo que se podría articular alguna fórmula de acceso libre previa acreditación de la condición residente.
No es algo que me saque de la manga: hace unos días me comentaba una persona que el acceso por los granadinos a la Alhambra es libre y gratuito, lo cual me merece todo el aplauso. En el artículo pasado hablaba de una transformación paulatina del centro histórico y de los barrios que lo componen, para acabar en una suerte de “no-barrios” como consecuencia del progresivo abandono como espacio de residencia de muchos de sus habitantes. Ciertas limitaciones de acceso a algunos de los templos, que siempre han sido de acceso libre aunque sea para rezar un Padrenuestro o admirar unos instantes sus frescos de camino al trabajo, no ayudan a recomponer la situación sino todo lo contrario.
Finalmente, quería hacer una mención especial a la Iglesia de los Jesuitas, y no únicamente porque que soy antiguo alumno, como lo fueron mi padre y abuelo sino por la admirable labor que está desarrollando un magnífico equipo de profesionales. Un ejemplo de los frutos que puede dar la iniciativa privada tanto en recuperación del patrimonio, con la restauración de la iglesia, el mejor ejemplo de templo neobizantino de la ciudad, y de elementos como su órgano, las vidrieras que la circundan cuya restauración por el taller del especialista Ximo Roca se acaba de iniciar, como también la programación eminentemente musical en ese espacio tan especial. Una iniciativa valiente porque, hay que decirlo: no es fácil en una ciudad del tamaño de València aventurarse con una programación de este tipo puesto que la oferta no es poca y muchas veces cuesta movilizar al público y sacarlo de sus casas. No obstante, me consta que la respuesta está siendo más que esperanzadora. Tras el exitoso ciclo de otoño ya se está cerrando el de primavera que coincidirá con Semana Santa, del 5 al 8 de abril y en el que se celebrarán cuatro conciertos con un repertorio compuesto para los días de Pascua como la extraordinaria integral de las “Leçons de ténèbres” del compositor barroco francés Michel-Richard Delalande y música española y valenciana como un oratorio de Antonio Ortells, quien fuera maestro de capilla de la catedral de València en el siglo XVIII con lo que se contribuye a recuperar repertorio que es patrimonio valenciano muy poco conocido e interpretado. No obstante, pronto se publicará la programación en la excelente página web. Estaremos atentos.