VALÈNCIA. Este lunes tuvimos debate electoral entre los candidatos a la alcaldía de València ciudad. Y hoy tendremos otro. Mañana, otro. Y el jueves, otro más. Póker de debates. Cuatro debates municipales en cuatro días consecutivos. ¿Se trata de alguna refinada forma de tortura que nuestros políticos quieren infligirnos, y desde luego infligirse a sí mismos? Lo ignoro. Pero así han venido las cosas. Debe ser que les sabe a poco un pleno al mes en el ayuntamiento y ahora quieren compensar.
Al menos, este sufrido cronista se consolaba pensando que, después de todo, el debate autonómico del viernes no estuvo tan mal. En este primer debate municipal, organizado también por la Cadena Ser, se aplicaba el mismo formato que en aquel, con dos grandes bloques (diagnóstico y propuestas) y un minuto de oro final. Además, aquí teníamos cinco candidatos, no seis, de los cinco grupos con representación en el Ayuntamiento: el alcalde Joan Ribó (Compromís), María José Catalá (PP), Sandra Gómez (PSPV), Fernando Giner (Ciudadanos) y Juan Manuel Badenas (Vox), el único que no repite como candidato respecto de las elecciones de 2019.
Es decir, que vimos el debate con la esperanza de entretenernos un poco, pero bien pronto nos llevamos un chasco. Fue un debate plano, acartonado y, en suma, aburrido, en donde los candidatos tendían a explicar sus propuestas con independencia de lo que dijeran los demás, sin apenas interacción. También es verdad que la cosa mejoró al final, pero igual era porque veíamos ya la luz al final del túnel, ese minuto que es de oro porque después se acaba todo. O tal vez porque hubo bastante más show, enfrentamiento y salseo que en la parte inicial.
En este debate el bloque gobernante Compromís-PSPV se encontraba en minoría frente a la oposición. Ribó y Gómez se repartieron claramente los papeles, no se sabe si como acción concertada o porque así han confluido las estrategias: Ribó vende respetabilidad y sosiego, y Gómez, dinamismo y, sobre todo, caña al PP para movilizar a su electorado. Otra cosa es que el reparto de roles haya funcionado bien.
Joan Ribó lleva siendo alcalde de València ocho años. Cuando llegó a la alcaldía ya lo hizo como un político veterano, sobre el que se especulaba si volvería a presentarse. Cuando volvió a presentarse, mucha gente daba por seguro que no acabaría el mandato. Cuando el hombre decidió acabar el mandato, llegó la imputación de Mónica Oltra, que dejó sin alternativa clara de cartel a Compromís para lo que es, sin discusión alguna, la joya de la corona de la formación: la alcaldía de la capital.
Así que aquí tenemos a Ribó, desde 2011 en el ayuntamiento, desde 2015 en la alcaldía, volviéndose a presentar. La experiencia es un grado. El alcalde muestra en todas sus intervenciones una campechanía de señor mayor afable, explicando las cosas con "sentido común". Lo ves y parece el ganador al Ninot Indultat en las Fallas de la mayoría de los años. En el minuto 47 de debate, cuando el moderador le da la palabra por cuarta o quinta vez, Ribó comienza con un "Bon dia!" jovial, de aquí estamos, a ver qué tal esta historia.
Ribó no se sale del carril en ningún momento: está muy orgulloso de València, que es la mejor ciudad para vivir, la más saludable. El resto del mundo nos admira. La gestión, impecable. Todo va bien. ¡Qué bonita está València! Su discurso se repite una y otra vez, con las mismas inflexiones de voz, gestos, y sobre todo contenido. El alcalde está muy orgulloso de València, pero a la audiencia, aunque el orgullo que nos inspira nuestra ciudad es tal que no se puede expresar con palabras, también le llega a aburrir.
María José Catalá, la candidata del Partido Popular, centra todos sus ataques en Ribó. La estrategia es clara: esto es otro cara a cara dentro del debate principal, y mi oponente es el alcalde, al que aspiro a suceder. Lo demás no me interesa. Catalá está muy bregada en todo tipo de escenarios políticos y sabe desplegar un discurso eficaz. Su objetivo, poner en duda el idílico escenario que pinta Ribó: quiere bajar los impuestos y mitigar el crimen y la suciedad de la ciudad, así como reducir las plagas. ¿Qué plagas? No se especifica, pero insiste en ello. También anuncia un plan antiokupa, que es otro de los temas en los que la derecha española y sus adláteres mediáticos llevan años insistiendo.
Cada vez que Ribó finaliza una intervención, Catalá, que normalmente toma la palabra justo después, dedica el inicio de su plática a desmentir lo que acaba de decir el alcalde. Para ello, se apoya, si es necesario, en material gráfico. Cuando un político saca un gráfico en pantalla es para echarse a temblar, porque a menudo no se ven las cifras, el brillo impide ver nada de lo que se está explicando, la cámara no coge bien el detalle, etc. El de Catalá no es de los mejores que he visto, porque la hoja está doblada y uno tiene que intuir las cifras que muestra (que explican, en teoría, que la delincuencia ha crecido más en València que en otras ciudades españolas, desmintiendo lo que acaba de decir Ribó). Pero da igual: ¡es un gráfico, si lo saca por algo será!
De este enfrentamiento Catalá sale como clara vencedora, porque sabe poner en aprietos a Ribó sin desplegar demasiada agresividad. Sin embargo, el triunfo de Catalá no es completo, porque si bien Ribó parece estar ahí para pasar el trago, la candidata del PSPV, Sandra Gómez, es otro cantar. Gómez siempre ha tenido cierto problema en los debates para centrar su discurso, por su estilo algo atropellado y su tendencia a la confusión. Pero esta vez la candidata socialista estuvo a muy buen nivel, rápida en las réplicas y certera en los ataques, dirigidos casi íntegramente a María José Catalá.
Gómez va a atacar a la candidata del PP por tierra, mar y aire: por sus años de consellera en el PP de Camps, por sus decisiones en Empleo y en Educación, por sus años como líder de la oposición en el ayuntamiento, por su vinculación con un pasado que la candidata del PSPV vincula constantemente con la corrupción y el despilfarro de recursos públicos. Así, va a ser Sandra Gómez quien responda a los ataques de Catalá al alcalde, ante el pasotismo de éste, y con ello logra centrar la atención en ella. Por ejemplo, en el mencionado debate sobre la criminalidad, del que Catalá claramente había salido victoriosa (recuerden: ¡un gráfico!), tercia después Gómez con un "donde más ha bajado la criminalidad es precisamente con los políticos valencianos, una vez se fue el PP". Luego se pone a leer un testimonio de un vecino del Cabanyal en el que ésta viene a decir que los políticos del PP querían okupar su casa cuando desarrollaron el proyecto de prolongación de la avenida Blasco Ibáñez. Más adelante, le echa en cara a Catalá que la derecha valenciana quisiera montar una autovía en el antiguo cauce del río Turia, hace apenas 45 años (Catalá ni había nacido, y Gómez no digamos). Evidentemente, su discurso tiene un punto demagógico y ventajista, pero funciona. Y esto es un debate, también hay que hacer este tipo de cosas para captar la atención de la audiencia. Gómez también saca un papel (una noticia de corrupción del PP), pero no es un gráfico y, claro, no se ve nada.
Tanto ataca Gómez y con tanto tino que al final Catalá no tiene otra opción que entrar al trapo, porque la candidata socialista le está haciendo perder todo lo que estaba ganando con el alcalde. Y entra por un flanco obvio: ustedes llevan gobernando ocho años, no me cuente lo mal que estaba todo antes, hábleme de lo que han hecho estos ocho años y de por qué dicen que harán ahora una serie de cosas que no han hecho en todo este tiempo. La cosa se lía (tampoco mucho, no vayan a creer) y por momentos esto parece un debate de verdad. Catalá también se ve obligada a destapar el tarro de las esencias y denominar a Sandra Gómez "la candidata sanchista", y luego el plato fuerte: mencionar a ETA en un debate de política municipal.
Cuando la derecha española utiliza a ETA como argumento suele ser síntoma de que no las tienen todas consigo. Las cosas están muy ajustadas en el Ayuntamiento y en la Generalitat, y todo el mundo tiene claro que el debate, cuanto más se vincule con la política española y con el malvado sanchismo, mejor para el PP. Pero claro, quizás sacar a ETA en un contexto en el que estamos hablando del carril bici y estas cosas resulte un tanto excéntrico.
Fernando Giner, candidato de Ciudadanos, lleva ocho años en la oposición. Durante este tiempo, como mínimo se ha labrado una buena imagen entre la ciudadanía, de ser una persona moderada y mínimamente preocupada por tener un perfil público, de dejarse ver en diversos actos de la ciudad, públicos y privados. También ha demostrado coherencia por preocuparse en armar una candidatura de Ciudadanos y, en fin, presentarse, cuando mucha gente daba por seguro que al final se retiraría o se iría a la lista del PP, como ha hecho tanta gente de su partido en todas partes.
Sin embargo, todo esto, que puede que le ayude para conseguir los votos que precisa para superar el listón del 5% y así la supervivencia de su partido en el ayuntamiento, no le sirve para que le hagan más caso en el debate. Todo el mundo le respeta, pero casi nadie le interpela (un poco más que a Mamen Peris en el debate autonómico, eso sí), y está por ver si consigue votos suficientes.
Giner se centra en un mantra: gestión, gestión, y más gestión: ni de izquierdas ni de derechas. Votar al centro para alejarse de la política partidista. Un discurso que ya hemos escuchado muchas veces en Ciudadanos y que probablemente el candidato hasta se lo crea, en el que intenta repartir críticas de forma más o menos ecuánime. También Giner ve València presa de las plagas. Uno se pregunta si el debate está adquiriendo un tono bíblico, y si a alguien se le ha aparecido en el cauce del río una zarza que no para de arder. En cuanto a plagas, ¿quién necesita aún más plagas, teniendo la pandemia, la guerra, el cambio climático, y el sanchismo?
Finalmente, el único candidato que no repetía respecto de 2019 es Juan Manuel Badenas, de Vox. Badenas se había significado en estas semanas por sus vídeos impactantes en los que anunciaba que iba a arreglar el problema del carril bici con un taladro y cosas por el estilo. Aquí también está obsesionado con el carril bici y sus problemas, y además denuncia que los ciclistas en esta ciudad se sienten "moralmente superiores" a los que van en moto o en coche (no hay más que ver cómo van los pobres conductores en sus 4x4 por el centro de la ciudad, acelerando para que un malvado ciclista o peatón no les obligue a pararse en un paso de cebra, para constatar esta realidad).
En el debate, a Badenas se le ve nervioso y un tanto apocado. Se nota bastante, como ya se notó en el mitin de Vox del viernes pasado, que no está en su entorno. Su discurso es bastante moderado y alejado de lo que cabría esperar de un candidato de Vox, y lo expresa bastante bien. El problema es que Badenas va lanzando propuestas o críticas un poco al tuntún, con independencia de lo que digan los demás candidatos, e incluso de lo que haya dicho él previamente. Eso le lleva a meterse en líos, como en su surrealista crítica a Ribó en la que le acusa de preferir "moros" a "cristianos". Nada más lejos de la intención del alcalde que responder a ello, pero ya está ahí Sandra "Bad News" Gómez para asestarle un estacazo certero y decirle que es un "comentario de cuñao".
El debate afronta la recta final entre el sopor y aburrimiento del respetable. El moderador implora a los candidatos que hablen algo de pactos, que es algo que siempre entretiene a la audiencia. El candidato de Vox, Juan Manuel Badenas, pregunta: ¿sobre qué quiere que le hable exactamente? El moderador reitera: de pactos [de pactos, por piedad, algo que levante esto, dime que vais a pactar con Compromís si destruye todo el carril bici, lo que sea].
Respuesta de Badenas: "Voy a hablar del Valencia CF, de pactos no voy a hablar". El regate dialéctico para no responder a una pregunta más imprevisible que había visto nunca.
El debate se acaba, por fin. Ha sido poco más de una hora, pero ya se nos ha hecho largo. Y recuerden ustedes que acabamos de empezar: este martes hay otro, mañana otro, y el jueves, otro. Visto cómo ha ido el primer debate, el más "fresco", no se lo desearía ni a mi peor enemigo.