MADRID, (EP). Salvar la biodiversidad en los océanos del mundo requiere algo más que la prohibición de la pesca en las áreas marinas protegidas, o áreas silvestres oceánicas.
Tal es el planteamiento del profesor de la Facultad de Ciencias Acuáticas y Pesqueras de la Universidad de Washington Ray Hilborn, en un artículo publicado esta semana en la revista 'Nature'. En un editorial de tres páginas argumenta que esta estrategia de conservación cada vez más popular no es tan eficaz como la gestión adecuada de la pesca deportiva y comercial.
"Existe esta idea de que la única forma en que se puede proteger el océano es cerrando de forma permanente partes del océano a la pesca, con zonas de veda --señala Hilborn--. Se protege mejor la biodiversidad mediante la regulación de la pesca en toda la zona económica del país".
Las áreas marinas protegidas han crecido en popularidad desde la década de 2000. Ejemplos recientes de esto son un área dos veces el tamaño de Texas en el Pacífico central establecida en 2014 por el presidente estadounidense, Barack Obama, y una propuesta de cerrar el 25 por ciento de la zona económica exclusiva de las Seychelles, una isla de la costa este de África.
Varias organizaciones ecologistas han fijado una meta a largo plazo de hacer el 30 por ciento de los océanos del mundo zonas marinas de veda para el año 2030. Sin embargo, Hilborn cree que no es la mejor manera de proteger los ecosistemas marinos globales.
"Si el problema es la sobrepesca o la captura incidental, entonces, la ordenación pesquera es mucho más eficaz que el establecimiento de areas marinas protegidas porque así se regula la pesca en toda la zona económica", explica Hilborn. "No veo cómo alguien puede defender las áreas marinas proteidas como un método mejor que la gestión de la pesca, salvo en los lugares donde no se puede hacer la gestión", añade.
En países con sistemas funcionales de gestión de la pesca, Hilborn cree que los conservacionistas y la industria pesquera deben trabajar conjuntamente en la protección a gran escala de la biodiversidad marina y los hábitats marinos sensibles. Por ejemplo, cambios en las prácticas de pesca han reducido las muertes de delfines en el Pacífico oriental en casi cien veces entre 1986 y 1998, señala Hilborn, apuntando que nunca se podría haber reducido las muertes de delfines simplemente cerrando una parte del océano a la pesca.
A su juicio, el trabajo con la industria pesquera para modificar qué tipos de herramientas se utilizan y cuándo y dónde se permite atrapar diferentes especies puede marcar más diferencias que establecer nuevas áreas marinas protegidas.
"En Alaska, por ejemplo, más del 50 por ciento de las aguas de la plataforma continental están cerradas para determinados tipos de artes de pesca y toda la plataforma está cubierta por restricciones de captura específicas de especies -escribe--. Esto supone mucha más protección que la que se podría ofrecer situando al 30 por ciento de la región como zonas marinas protegidas".
Hilborn se muestra preocupado por que se están creando áreas marinas protegidas sin objetivos específicos, sin la participación de las comunidades afectadas y sin un análisis de los efectos a mayor escala. El cierre de una zona a la pesca termina cambiando la presión en un área diferente, según Hilborn, o hace que las personas busquen otras fuentes de alimentos más nocivas para el medioambiente.
A principios de septiembre, los líderes mundiales se reunirán en Hawaii en el Congreso Mundial para la Naturaleza, que se celebra cada cuatro años por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Hilborn espera que su artículo promueva la discusión acerca de las prioridades para la conservación de la salud de los ambientes marinos.
"El movimiento moderno de conservación está poniendo demasiado énfasis en las áreas protegidas --insiste Hilborn--. El foco debe cambiar. Podemos proteger mejor la biodiversidad, y aún así proporcionar alimentos, mirando a la gestión de la pesca como primera defensa".