Este verano está siendo algo diferente. La manera en que lo afrontamos, con la incertidumbre que nos rodea y con los meses confinados de dónde venimos crea una atmósfera algo diferente
Este año hemos planificado las vacaciones de otra manera, las disfrutamos con otra mirada, las vivimos con otra conciencia… sin olvidar de dónde venimos y a dónde podemos volver en cualquier momento. Es un verano diferente, un verano en general poco planificado, un verano donde nos asentamos en las rutinas del día a día, y un verano que, para algunas personas, nos permite volver a nuestros veraneos de la infancia.
Volver al pueblo de veraneo donde hemos crecido cada verano y pasar todos los días de vacaciones en estos entornos cercanos y conocidos , es uno de esos placeres que la pandemia actual nos ha permitido a algunas personas.
Un verano cualquiera de estos últimos años a esta alturas estaría volando probablemente a Kenia, a la isla de Lamu , o ya estaría allí y pasaría mis vacaciones como lo hago desde hace más de 5 años desde que nació mi hija.
Pero este año dada la situación actual, he cambiado Kenia por Viver. Uno de los pueblos que forma el paraje maravilloso del Alto Palancia, en Castellón. Un pueblo que conozco y que habito desde que nací, un pueblo que eligieron mis abuelos maternos y paterno para pasar sus vacaciones en los años 50, un pueblo donde mis padres se conocieron hace casi 50 años cuando con 14 años empezaron a festear, un pueblo que ha cambiado mucho desde entonces, un pueblo que vale la pena visitar y descubrir por el municipio en sí y por sus entornos naturales realmente maravillosos que me trasladan a cualquier rincón del mundo que he podido visitar en otra época de mi vida como Costa Rica, Tailandia o India, por poner un ejemplo.
Desde el pueblo de Viver estoy disfrutando mucho de los días tranquilos, calmados, con rutinas establecidas: de ir a la piscina de día, del paseo y helados por la tarde y por la noche cenas en la plaza del pueblo.
Pasear e ir a la compra cada día, cada mañana cuando dejo a mi hija en la escuela de verano, y me dispongo a organizar el día . ¿Qué compro? ¿Qué comemos? ¿Qué cenamos? Escenas de la vida cotidiana, esa vida que tanto desconocía y que tanto idealizo porque no la puedo disfrutar ni vivir en mi día a día fuera de las vacaciones. Y consciente soy de lo afortunada que somos las personas que en estos tiempos podemos hablar de “vacaciones laborales” lo que significa que seguimos con trabajos que nos permiten descansar porque la pandemia ha pasado , está pasando y pasará factura de tal manera que quizá las vacaciones tarden en ser lo que eran.
En cualquier caso nos vamos a centrar en estas vacaciones, en las vacaciones elegidas y disfrutadas en parajes cercanos y sin salir o irse muy lejos de casa. Las vacaciones que nos permiten disfrutar y descubrir paraísos que algunas personas desconocemos por muy cerca que estén.
La situación provocada por esta pandemia ha venido a enseñarnos muchas cosas, y cosas tan sencillas como disfrutar de lo cotidiano y de lo cercano.
Que me disculpen quienes se sientan ofendidos pero desde hace años mis vacaciones las disfruto lejos , muy lejos de mi casa. Cuánto más lejano es el destino geográficamente y culturalmente hablando más me motiva. Mi subconsciente entiende que tengo la edad y el momento para volar lejos y que cuando me haga mayor ( permitidme la licencia) ya que quedaré por las cercanías españolas donde soy consciente que hay maravillas de la naturaleza en rincones no muy lejanos.
Este está siendo uno de mis aprendizajes. Así que la pandemia a mí me está permitiendo vivir unas vacaciones que me saben a gloria. Sin preocupaciones típicas de un viaje largo con sus maletas, pasaportes, vacunas, etc. Con las ventajas de coger el coche, un ferry o un vuelo de pocas horas para pasar unos días y volver. Y lo mejor de todo es que no he podido elegir. Es lo que hay. Y esto lo agradezco en estos momentos.
Vacaciones que no necesitan mucha organización ni planificación. Las vacaciones del “pensat i fet”. Las vacaciones de verdad, que te permiten descansar y que no vuelves a casa más cansada que cuando te vas.
Los viajes largos ( en todos los sentidos) son maravillosos, no me gustaría que se me malinterpretase por esta apología que hago ahora de los destinos de vacaciones cercanos. Desde mi posición cómoda y acomodada recomiendo para quien pueda esa combinación de ambos tipos de viajes: los viajes cercanos y de proximidad; y los viajes largos y lejanos a destinos con culturas e idiomas diferentes (y no me refiero solo a la diferencia lingüística).
De hecho, los viajes largos los defiendo cada vez que puedo porque salir de nuestro entorno cercano nos proporciona unas experiencias magistrales con muchas satisfacciones y vivencias de todo tipo. Pero hay una cara B de la moneda también y es que normalmente necesitan algo más de planificación y organización aunque sea mental para ejecutarlos.
Estos días estoy pudiendo disfrutar de entornos majestuosos como el de La Vall de la Gallinera en casa de mi querida amiga Mariola, en Jávea con mi amiga Raquel , El Saler con mi Yvonne del alma o el Perelló, en Bejís con mis admiradas Vanesa y Empar, en Montanejos con la familia… y todavía me faltan explorar destinos cercanos y no lejanos que son auténticos paraísos como nuestras islas Ibiza, Formentera o Canarias…
Con estas recomendaciones cercanas me quedo…
La semana que viene… más!