VALÈNCIA. El regreso discográfico del grupo neoyorquino LCD Soundsystem se ha convertido en uno de los acontecimientos musicales del otoño. Su nuevo álbum después de siete años de ausencia, American Dream, ha logrado la proeza de llegar al primer puesto de las listas de venta americanas. LCD Soundsystem es también uno de mis grupos favoritos, entre otras cosas porque absorbe y asimila a discos y artistas que en mi juventud eran vistos como rarezas y las transforma en música contemporánea. O dicho de otro modo, sus canciones poseen el sabor del presente, pero están construidas sobre los misterios con los que se forjó mi juventud.
Pasaje de Russafa, València. Estamos en algún momento cualquiera de 1982. Estoy frente a la cubeta de discos de importación en oferta de Viuda de Miguel Roca. Siempre vale la pena buscar ahí, con un poco de suerte aparecen discos sobre los que he leído que parecen no gustarle a nadie más en toda la ciudad. Leo sobre esos artistas en el New York Rocker, un periódico mensual sobre música al que estoy suscrito. Leo otras revistas musicales de importación, inglesas, pero el New York Rocker es distinto. La música de Nueva York me fascina. A mis 19 años pienso que la música que se cocina bajo su asfalto sólo puede hacer en una ciudad como esa. Todavía no he estado en Nueva York, a propósito. No la conoceré hasta 1993. Pero es la ciudad de la Factory, del Max’s Kansas City, del CBGB y del Mudd Club, del búnker de Burroughs y de Studio 54. Las canciones y los sonidos que me llegan de allí son los pilares de la imagen que me he construido de ella. Las fotos de los discos y las revistas me ayudan a crear mi propia visión de un sitio que me parece mítico. Colecciono todo ese material como el archivista de un museo. Ni se me ocurre imaginar que algún día, muchos años después, habrá un músico neoyorquino que hará suyo todo eso con su propia música.
En la cubeta de discos de oferta hay un maxi-single de Bush Tetras. Son tres mujeres y un batería. Hacen rock de sonido sucio con ritmo funk. El funk está empezando a mezclarse con el rock alternativo del momento. Todavía no es algo habitual. Hay gente que no ve bien esa fusión porque la música disco está considerada como una perversión. Las discotecas valencianas que quieren tener un perfil moderno huyen del funky. Es música para pijos o para horteras. Pero Bush Tetras hacen rock de ritmo funky y son la leche. El disco que tengo entre mis manos se titula está Rituals. Bush Tetras tienen unas pintas brutales. Pat Place con su bandana y su pelo rubio. Su manera de tocar la guitarra es diabólica. Solo alguien que está en Nueva York puede tocar así la guitarra. El disco cuesta 200 pesetas. Lo pago y me voy con él bajo del brazo, feliz de poder tenerlo, incrédulo porque el precio es de risa. La carátula es como son las de los discos americanos. Cartón duro, levemente satinado.
A Remi y José Luis les gustan sobre todo los grupos ingleses. Ellos me descubren a Human League. Cuando pasan por Harmony se llevan singles de Magazine y Joy Division. Estamos en otro momento indeterminado, ahora en el otoño de 1980. También escuchan cosas más extremas. PIL, por ejemplo. PIL hacen discos incómodos y difíciles, van contra corriente, van a la suya molestando todo lo que pueden por el camino. Puedo escuchar todavía los comentarios de Macías al hablar de esos dos primeros álbumes. Macías siempre es vehemente pero da en la diana. Solo necesita una frase para clavarlo. En menos de un año estaré con ellos en Pyjamarama, una noche cualquiera de verano de 1981 y sonará Flowers of Romance. Esas percusiones casi tribales, minimalistas, en primer plano. Nunca se me ocurrió pensar, y creo que a mis amigos tampoco, que algún día, esa música acabaría filtrándose en otra música y que chicos que treinta años después tendrían al edad que teníamos entonces nosotros, escucharían con atención y placer a LCD Soundsystem.
Primavera de 1981. Saco el disco de Pylon de la caja de cartón. Acaba de llegar por correo desde Inglaterra. Una copia americana del primer álbum. Es caro pero no puedo pasar más tiempo sin escuchar ese disco. Los descubrí en la portada del New York Rocker. A nadie más parece importarle que existan. A mí, sin embargo, se puede decir que me va la vida en ello. Coloco en vinilo en el plato. Son como los Talking Heads del primer disco, pienso, pero poseídos por un ataque de rabia. Acelerados, sobrecargados, perfectos. Vanessa Briscoe canta como si estuviera posesa. Tienen ese toque arty tan neoyorquino, aunque en realidad vienen de Athens, Georgia. Esa ciudad mola porque es la ciudad de donde provienen B-52’s, otros benditos. “Don’t rock & roll no, don’t rock & roll no, don’t”, grita Vanessa en ‘Stop it’. Y a continuación “Now rock & roll, now, rock & roll now”. Son ese tipo de grupo que se viste como si fuese a hacer cualquier cosa menos tocar en un grupo de rock. Jugar al golf. Vender bolígrafos. Enseñar aritmética.
Todavía conservo los discos originales de Pylon. Forman parte de los vinilos que han sobrevivido al tiempo y los cambios de vivienda, a los préstamos y los accidentes. Abro el buzón y saco el correo. Estamos ahora en un momento indeterminado de 2008. Hay uno de esos sobres finos y consistentes de Amazon. Dentro viene Gyrate Plus. El primer álbum de Pylon remasterizado y con algún tema añadido. Busco el álbum original, saco la funda interior y leo de nuevo las letras mientras suena el cedé. Don’t rock & roll now, don’t rock & roll now. Siento exactamente los mismos escalofríos que sentí cuando lo escuché por primera vez, por segunda vez, por vigésima vez y que siento ahora al escribir esto. Cojo la caja del cedé, editado con todo el esmero posible. Lleva impreso el logo de DFA Records. DFA es el acrónimo de Death From Above, que significa “la muerte que viene de arriba”. Hay un rayo tras las letras, un castigo divino por haberse corrido tantas juergas. DFA es el sello fundado por James Murphy. Los discos de LCD Soundsystem se publican ahí. Escucho a Pylon contemplando la playa de El Saler. El mar. La adrenalina que sale con la música. Los escalofríos.
Septiembre, 2017. Suena una canción con unos coros que son un claro homenaje al Bowie de finales de los setenta. Una guitarra me hace recordar a los Talking Heads de Remain in Light, cuando se volvieron rematadamente afro. Y funkies. E inventaron un nuevo camino para el futuro. Y hacían lo mismo que ordenaba la letra de Pylon, ya no hacían rock & roll porque el rock & roll ya solo era una opción más, había dejado de ser la principal. Otra de las canciones me recuerda a la manera de cantar de Alan Vega en sus primeros discos en solitario. Me da por buscar los vinilos del sello ZE Records, que fue el más moderno del mundo durante un par de años. Por supuesto, era una discográfica de Nueva York. Por primera vez un disco de LCD Soundsystem no tiene nada que me recuerde a los discos de baile de ZE. No hace falta. Alguien comenta algo en la redes sobre Liquid Liquid. También encontré el maxi Successive Reflexes en la cubeta de ofertas de importación de Viuda de Miguel Roca. Ni entonces ni luego pude imaginar que una música que me gustaba tanto, y pasaba desapercibida a mi alrededor, entre el fervor por el tecnopop y los new romantics, acabaría siendo admirada y aceptada de modo masivo. Que habría una generación de chicas y chicos que tres décadas más tarde tendrían la misma edad que tenía yo entonces y se maravillarían al escuchar toda esa música que en su día fue extraña, encarnada en los maravillosos LCD Soundsystem.