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crónica de concierto

Lee Fields en el país de la euforia

17/08/2023 - 

VALÈNCIA. Bret Eaton Ellis diferencia dos etapas de la historia reciente de Estados Unidos: el Imperio, que sería el auge de la potencia americana los 40 años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial; y el Postimperio, la decandencia del país, en la que entraría de lleno tras el 11S. Una frontera que separa la euforia de la depresión, y que ha supuesto un desplazamiento radical del imaginario de un país que ahora abraza teorías conspiranoicas con el único objetivo de “hacer América grande otra vez”.

Lee Fields empezó su carrera musical a las puertas de los 70, cuando a la euforia aún le quedaban casi dos décadas de vida. Y sin dar lugar a la nostalgia, porque el pasado no es sinónimo de nostalgia, en ese preciso momento construyó un refugio en un espacio de tiempo en el que ha ido acogiendo a su público. Ayer, mientras el mundo se derrumbaba, Lee Fields no paraba de preguntar a su público si estaban felices, dando por hecho que la respuesta iba a ser un enérgico sí. También dijo que València era el público más guapo que había visto nunca. Son mentiras piadosas que nos contamos para no convertir los momentos de destensión en algo difícil.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

El público, de mediana edad, estaba preparado y Lee Fields salió sin necesidad de telonero. Con una americana coenta, una camiseta blanca y un semblante que no le acerca a los dioses del olimpo pero que no le impide poner en marcha una maquinaria perfecta de seducción. Porque esa es su manera de estar en el escenario: su manera de embelesar a su público es seduciéndolo. Lo hace a través de la música, pero también hablando de tú a tú con él, diciéndole que es guapo, bromeando, bailando, sudando, dándolo todo. Se podría creer que saber estar en el escenario es simplemente una cuestión de movimiento corporal, pero al ver a Fields, uno entiende que es mucho más: es ser generoso con la banda que te acompaña, es saber interactuar sin acabar siendo un loro, es dejar sonar la música, y sobre todo, es hacer saber a la gente que te está viendo que tienes las mismas ganas que ellos de estar ahí. Todo eso se dio ayer.

Empezó con You can count on me, una de sus últimas canciones, e hizo un repaso por su discografía reciente a lo largo de una hora y media. Fields fue, durante muchos años, un artista en la sombra que no ha cosechado una colección amplia de lanzamientos. Pero desde el principio de la década pasada, ya en el Postimperio, internet lo ha laznado como un artista de escala internacional. La atmósfera que él quiere crear, sin embargo, es la de un artista que espera al público en el refugio donde las cosas estaban bien. Un lugar para la euforia, que acompaña con una especie de melodrama musical: o canta a la alegría o canta las desgracias de la vida, pero sin avisar ni pasar por un punto medio. 

Una montaña rusa de emociones que acompaña perfectamente The Expressions. La banda es excelente porque sabe marcar la identidad y el papel de cada instrumento en cada canción. Y cambian constamente su papel. Si bien la melodía está capitaneada por un bajo abrumador, la guitarra o la batería desplegaron durante todo el concierto una gran personalidad. Lo hacen acompañando los giros de 180 grados de las canciones de Fields: un acorde suelto de guitarra, una golpe de caja, y todo explota con la voz desgarrada del cantante. O lo contrario, cuando el muro de sonido está totalmente armado, alarga Fields unos segundos la estrofa apagándola como unos dedos juntándose en una llama, y entonces todo vuelve a empezar con un tempo que estaba hace apenas un minuto pero que se había olvidado. 

El concierto no tuvo fases, sino que fue viajando de la euforia a lo emocional constantemente, dejando grandes momentos en canciones como Sentimental fool, What did I do o Two Jobs. El gran despliegue del virtuosismo musical llegó con Money is king, donde el saxofón y la batería pudieron brillar con diferentes solos. Y Fields, correspondiéndoles, les acompañó como estos hacían en el resto de canciones. Solo una canción antes, Love You forever, que destacó con alegría por haber estado presente en la última Superbowl, funcionó tanto que una pareja pasó buena parte de lo que restaba el concierto mirándose directamente a los ojos y besándose apasionadamente. Los únicos que permanecieron impasibles a los encantos del concierto fueron unos guiris que, lejos de tener algún tipo de alma, se encargaron de desollar las de las personas que les rodearon durante la primera parte del concierto.

Dicen que el verano de los festivales es el invierno de las salas. En València ocurre especialmente. Pero pocos momentos musicales tan excelentes se producirán durante estos meses en la ciudad que este concierto en uno de los lugares con mejor sonido de València, 16 Toneladas.

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