La ópera Les Contes d’Hoffmann presenta su “remasterización” más cercana a la versión original ideada por Jacques Offenbanchen. Se representará en Les Arts el domingo 23 de enero a las 18h y el miércoles 26, viernes 28 y lunes 31 a partir de las 19h
VALÈNCIA. La ópera revive a través de Les Contes d’Hoffmann, un relato con una estructura “espejo” que se divide en tres actos junto al prólogo y el epílogo, y que habla sobre el amor, el ego y la belleza en todas sus formas. De la mano del director musical Marc Minkowski y el director de escena Johannes Erath Culturplaza desgrana las cualidades de esta nueva versión del clásico, que se generó en el año 2012 junto a Les Musiciens du Louvre y con los cuerpos estables de Les Arts. En la representación de la ópera se escucha al tenor John Osborn, en el papel protagonista; la soprano Pretty Yende, encarnando por primera vez a las cuatro idílicas musas, y el bajo-barítono Alex Esposito, que da vida a los cuatro demonios antagonistas de Hoffmann.
Erath, quien se encarga de la dirección escénica, aclara que una de las cualidades clave de esta representación es el estímulo constante a los espectadores: “Esta versión se ha desarrollado de una forma completamente renovada, en ella se puede contemplar a un Hoffmann que se desvela lentamente y se compone de todas las piezas de su relato, retando al espectador durante toda la ópera”. Para lograrlo la ópera se plantea con una estructura “espejo” en la que se contempla el escenario de la taberna de Luther al comienzo y final de la obra, igual que pasa con las figuras femeninas y el dilema fantástico del amor que las rodea. Musicalmente hablando Minkowski, uno de los directores más aclamados de Europa, ha rescatado junto a diversos musicólogos piezas de la ópera que no se solían comprender en las representaciones anteriores: “La composición es única porque hemos logrado introducir fragmentos que nunca habían estado comprendidos en la ópera, la orquestación se ha hecho conforme a esas piezas inéditas”.
La obra es una oda al número tres, perfecta para supersticiosos y maniáticos. Su historia se divide en tres actos (abrazados por el prólogo y el epílogo) y desgrana a sus personajes en tres facetas de forma constante. Tal y como lo explica Erath tanto las musas como los demonios se entremezclan en un espacio dividido en tres partes, y se descubren frente a su ego y a Hoffmann: "Sobre el escenario empleamos el recurso de los espejos, es una forma de cambiar la percepción de estos personajes que se contemplan según su entorno, y es la única manera de conocer todos sus roles, comprendidos en una mezcla entre el misterio y la realidad". Esta adaptación a su vez comprende tres lecturas: la adaptación de la ópera, la lectura que se hace desde la visión de los espectadores y la comparativa del relato con la realidad en la que vivimos: "El relato es un puro reflejo de la realidad narcisista de la que estamos rodeados", aclara Erath, "es una forma de contemplar los criterios por los que nos regimos. El teatro y la ópera nos pacifican con estas situaciones".
Los espacios en los que se desarrolla la historia pueden resultar incluso similares a los del siglo XXI, es una forma de trasladar al espectador a esta idea del momento que vivimos, y lo que se asemeja al relato del libreto francés de Jules Barbier. Minkowski aclara que esto se consigue a través de la disputa entre dos personajes; las musas, que encarnan el alma creativa y a los demonios, quienes alojan el alma destructiva: "Es una reflexión cantada entre ambos, una especie de collage que reúne todas las visiones que contempla la obra. Se trata de una "remasterización" en toda regla, que se acerca de forma completa y fiel a lo que Offenbach quería relatar". Este mosaico musical y escenográfico muestra las dos mejores facetas del espíritu francés y alemán, que dan vida a la historia.
Uno de los factores a destacar de esta representación es la caracterización de Hoffmann y su visión del mundo que le rodea. En esta ópera se contempla como en realidad Les Contes d'Hoffmann no se trata de una historia de amor hacia una de las musas, sino que el personaje se enamora del amor y de la idea de estar viviendo en esa nube constantemente. Solo a través de la metáfora de romper el espejo y con ello esquivar el narcisismo el espectador llega a conocer a Hoffmann fuera de todo lo que le rodea. Para llegar a este colapso en el Acto IV (de Giulietta) se pone el foco sobre los vicios y la locura de Hoffmann, tal y como lo describe Minkowski: "En este acto hemos rescatado varias piezas que no se comprendían anteriormente en otras representaciones. A través de estas hemos logrado generar un relato coherente que lleva de forma casi obligada al final más violento que se ha contemplado jamás en esta ópera".
Junto al final de las "batallas" del protagonista llega la iluminación que le traslada a la taberna de Luther, de forma circular tal y como comienza la obra. En este momento culmen se hace un breve viaje en el tiempo a través del que todos los relatos del autor se pueden ver por fin con una imagen general, que explica el origen de todas sus fantasías y que reduce el espacio que se había multiplicado a través de sus idealizaciones e historias. Erath contempla esta transformación gracias a la rotura del espejo, una forma de liberar a nuestro protagonista y de hacer que pierda el miedo y recupere en parte la razón: "No se parece a nada de lo que ya se haya hecho. A través de la ópera es posible lograr este salto y viaje en el tiempo para comprender Les Contes d'Hoffmann", y concluye con una mirada optimista: "Creo que solo por este simple motivo la ópera permanecerá viva, es capaz de cambiar el ritmo del tiempo y de adaptarse a lo venidero".