VALÈNCIA. Y a ti, ¿qué te quita el sueño? Esta es la pregunta que Ana Penyas lanzó a través de colegas y conocidos para tratar de ahondar en una falta de sueño desde la que se puede hacer toda una radiografía social. Muchas entrevistas con conocidos y extraños, una visita al Hospital Universitario Virgen Macarena y varias lecturas después han cristalizado en En vela (Salamandra Graphic), su nuevo cómic, un collage en el que, a través de distintos personajes, pone el foco en el insomnio y en todo aquello que lo rodea, que no es poco.
La valenciana, que acumula Premio Angouleme Éco-Fauve 2023 o el Premio Nacional del Cómic 2018, sigue mirando a la clase obrera, aunque esta vez desde su lugar más íntimo y vulnerable, la cama, un espacio al que accede con un baile preciso entre lo político y lo poético. Una limpiadora, un rider que sufre comentarios racistas en el metro o una diseñadora gráfica freelance son algunos de los personajes que se desvelan en el cómic, una batería de perfiles con la precariedad como elemento en común.
- Tengo la tentación de empezar la entrevista preguntándote cómo has dormido.
- Hoy mejor que otros días [ríe] No soy una insomne crónica, pero me cuesta un poco.
- ¿Es dormir bien una cuestión de clase?
- Se cruza todo. Evidentemente, la desigualdad se filtra en el sueño, por supuesto. He entrevistado a gente que es insomne crónica y tiene una buena situación económica, pero yo creo que cuanto más precario seas, más en riesgo esté tu trabajo o tu casa, todo eso se va a filtrar en el sueño. Además, también vas a tener menos opciones de hacer lo que se llama higiene del sueño, vas a tener menos oportunidades de poder tratarlo con algo que no sea una pastilla.
- ¿Cuál es la semilla de En vela?
- Cuando terminé En una casa [en el IVAM] yo sabía que quería volver al cómic. Pasé un par de meses explorando, leyendo, buscando de qué quería hablar. Realmente fue una búsqueda. Se me encendió la bombilla releyendo un libro que llama El año que tampoco hicimos la revolución, que relata esos años precrisis, el 2005, y en el que en el prólogo mencionaba Manhattan Transfer. También creo que influenció que se estaba hablando más de salud mental, que esa conversación se había abierto, además de mi fragilidad de sueño o la propia experiencia con En una casa, para lo que había entrevistado a mucha gente. Tenía muchas ganas de salir de mí, de explorar más allá. Además, creo que era una muy buena idea para hacer en cómic, por lo que te permite a nivel gráfico.

- El proceso de investigación ha sido clave, ¿por dónde ha pasado?
- Todo empezó porque estaba viendo que la gente de mi alrededor cada vez dormía peor y que el compartir el consumo de ansiolíticos era algo casi cotidiano. El insomnio me servía para hacer radiografía social a través de una historia coral. Lo primero que hice fue leer textos de filosofía pero realmente era complicado encontrar material. Me apunté a un curso online de vidas insomnes organizado por Crisi, una librería en Barcelona, pero me di cuenta que con las lecturas no estaba consiguiendo mucho. Necesitaba preguntar y luego volver a las lecturas. Entonces hice un cartel preguntando 'Qué es lo que te quita el sueño' que difundí a través de gente conocida, con lo que pude entrevistar a muchas personas. Algunas de ellas, de hecho, habían participado en Genealogía del trabajo del hogar y los cuidados, donde ya había salido ese tema. Además, tuve la suerte de poder contactar con la Unidad del Sueño del hospital de la Macarena, de Sevilla, que me permitió ir a la consulta de una profesional y estar una mañana con ella. Esto hizo que las lecturas empezaran a reposar mejor, a tener más sentido. Así, poco a poco, comencé a construir los perfiles del cómic, que son una mezcla de esos testimonios y de las lecturas.
- El mundo de los sueños, lo onírico, ha dado pie a un buen puñado de películas o novelas, aunque muchas veces como vehículo surrealista, no tanto con esta mirada de clase, económica y social.
- Es cierto que me ha costado encontrar libros aterrizados a la realidad material, un análisis del sueño -que no sean informes médicos- desde un lugar poético pero a la vez político. Hay un libro que se llama Por qué no podemos dormir, de Darian Leader, que es muy interesante. Él es psicoanalista pero habla de historia del sueño, de sueño y poder... Pero es verdad que es complicado, porque se puede ir muy a lo médico o a lo psicoanalítico, que tiene algo muy de individuo y no tanto de estructura. Al final he tenido que inventar un poco ese punto intermedio. Yo quería hacer una radiografía social, hablar de ese malestar, a través de la noche y luego eso lo he atravesado por la parte onírica.
- Un elemento común de los personajes es la vergüenza por compartir su estado, por pedir ayuda, que no se note en su trabajo… ¿por qué sentimos vergüenza de estar mal?
- Esto se une mucho al tratamiento que hacemos con la salud mental, está muy relacionado a esa vergüenza de compartir tu vulnerabilidad. Incluso aunque estemos politizados muchas veces nos culpamos de nuestro malestar, piensas: estoy mal porque no hago las cosas que hay que hacer, porque soy frágil, etc. Eso es común, por supuesto. También hay que tener en cuenta que dormir mal te genera una especie de vulnerabilidad cotidiana, cuando se te acumulan muchas noches durmiendo mal se te merma un poco esa esa lucidez o esa estabilidad.
- Una cosa que no es central en el cómic pero me resulta interesante es esa referencia a los mensajes ultras, desde criptobros a antiokupas, que se cuelan en los TikTok o Reels de Instagram que consumen algunos de los personajes antes de dormir y que referencias de manera explícita.
- Yo tenía solo cuenta de Instagram y la tengo muy filtrada por mis contactos, me recomiendan cosas vinculadas a mí. Entonces me abrí una cuenta de TikTok intentando hacer entender al algoritmo que no era yo, quería ver que me llegaba sin que entendiera que yo era una chica de treinta y algo años. Los vídeos que dibujo en el cómic son los que me aparecieron, no lo he filtrado. La cuenta de 'Desokupa' me salió enseguida, también consejos de superación, cuentas antifeministas... Normal que luego nos escandalicemos. Si tú no tienes un criterio formado y empiezas a recibir todo eso acaba configurando tu identidad. En este caso, me parecía interesante plantear cómo se cruzan todos estos mensajes cuando, en el caso del personaje, también tiene una opresión.

- Lecturas, entrevistas, TikTok... ¿cuándo llega el dibujo?
- En este libro fue de lo más complicado. Yo sabía que iba a ser un reto gráfico, porque me estaba saliendo un poco de mi mundo. Al principio tenía esa libreta donde yo iba apuntando, pero igual que en la de Todo bajo el sol era muy gráfica, me salían muy rápido los bocetos, aquí estaba bloqueadísima. Esa libreta de bocetos tenía sobre todo texto. Fue cuando comencé con el storyboard, con el guion, cuando ya empecé a aterrizar y a imaginar los personajes. Fue difícil porque, claro, había muchos personajes, estaba el mundo de los sueños, y todo eso tenía que tener un orden gráfico. No fue intuitivo.
- Hace una década, o un poquito más, desde que publicaste el fanzine Los días rojos de la memoria, las memorias de Longinos Lozano, ¿en qué te reconoces y en qué no de esa primera obra?
- Hay algo que echo de menos de ese momento, sobre todo de justo ese momento, el de Los días rojos de la memoria, porque fue un proyecto donde yo de repente encontré el estilo, encontré el lenguaje. Ese proyecto salió muy rápido, estaba muy conectada con la historia y de repente había encontrado un estilo que era muy expresionista, muy suelto. Me reconozco mucho, pero es verdad que ya me cuesta hacerlo con ese estilo, o como en Estamos todas bien, que salieron muy cerca en el tiempo. Sigue habiendo expresionismo, pero dominar más el dibujo hace que esté más contenido y, al tiempo, me da más posibilidades, me permite más juegos o perspectivas. A veces te da pena pensar que no puedes volver a eso, pero esto me permite meterme en otros mundos. Antes estaba más limitada.
- Me decías que el tema de En vela es fruto de la búsqueda, ¿tienes el siguiente?
- Ahora estoy terminando un fanzine que estuve en una residencia artística en Santiago Compostela, trabajando sobre un barrio que se llama Vite, un viaje a los años 80-90, en el que hablaremos de memoria histórica con diferentes relatos de diferentes generaciones.