VALÈNCIA. Hay libros que tiene la capacidad de acabarse nunca, por mucho que se lean y estudien (Ulises, La odisea, La Biblia). El Quijote pertenece a ese selecto club. Y después de cinco siglos, en 2025 la creación artística sigue dándole vueltas. 2025 ha sido uno de esos años que constata que la fiebre por el libro de Cervantes puede bajar o subir algunas décimas, pero nunca desaparece. Y todas las obras que lo reimaginan, adaptan o amplían lo hacen porque, quien se acerca al libro, cae enfermo de él.

Ayer el Instituto Cervantes presentó una instalación artística llamada Aeolia, de Solimán López, un aerogenerador de versiones del Quijote a través de inteligencia artificial y movido por el aire de los molinos de Campo de Criptana. El dispositivo se ha nutrido de una basta bibliografía de estudios de la historia original y tiene como función reescribir lo escrito en el siglo XVII desde una mirada actual pero también partiendo de la interacción necesaria del público con la obra.

El gesto puede parecer inocente, pero López busca preguntarse en realidad por el extractivismo que reproducen las energias renovables o por la dependencia de la tecnología en el día a día en general, y en la escritura en lo particular.

El Quijote también está de actualidad porque Anagrama reeditó, hace apenas unas semanas, una de esas joyas de su catálogo que permanecía descatalogada durante década, El quijote que fue un sueño, de Kathy Acker. Se trata, tal vez, de la versión más punk e iconoclasta de la historia original, que imagina a una mujer que acaba de experimentar un aborto en lugar del caballero enfermo de libros. 

Los personajes de Acker son el lumpen de finales de los 80, cuando fue escrita la novela, pero también las figuras de poder que atormentaban a esas disidencias, como Richard Nixon. Anagrama destaca en la presentación del libro influencias como “la apropiación intelectual de William S. Burroughs, la performatividad de Gertrude Stein o la teoría feminista de Hélène Cixous”. Pero sobre todo, la autora no es que se adelante a su tiempo, sino que recogió aquel momento con crudeza y militancia.

El Quijote que fue un sueño funciona como afrenta al capitalismo, los moralismos y también la creación del mito —Acker hizo lo mismo con una reimaginación bastarda de Grandes Esperanzas, de Dickens.

Qué sería de Cervantes

Dos creaciones mucho más conocidas en el mercado cultural, pero que también parten de El Quijote. En primer lugar, Antonio Muñoz Molina y su Verano con Cervantes (Seix Barral, 2025), una especie de dietario de su lectura del libro en la que mezcla la historia de Alonso Quijano, la vida de su autor, y también la del mismo Muñoz Molina, que confiesa como, a pesar de las relecturas, no puede evitar que, adentrándose, las no-gestas de Quijano le vuelvan a atravesar.

El libro de Muñoz Molina es mágico porque sirve tanto como puerta de entrada a la historia de Cervantes, como acompañante mientras se lee por primera o séptima vez, o como complicidad del conocedor de la obra.

Finalmente, cabe destacar que en 2025, más que nunca, se ha hablado de la vida de Cervantes, de la que en realidad se conoce muy poco. El motivo ha sido la extrañamente polémica El cautivo, la última película de Alejandro Amenábar, que imagina el cautiverio del escritor en Tánger y, partiendo únicamente (por una parte) de la certeza de que se intentó escapar y que, sin embargo, salió vivo de cinco años de privación de libertad y (por otra parte) de una acusación de sodomía en otro momento de su vida, cuenta en realidad el nacimiento de su necesidad de contar historias.