Hoy es 14 de octubre
Ese día todo era incierto. La prensa venía con la pluma afilada a certificar el fin de una azarosa aventura personal. A ojos del mundo Pedro estaba vencido y listo para el derribo. Quienes estábamos allí supimos que no. Hay liderazgos que, como el acero, rompen antes que doblarse. En Xirivella, y luego en otros muchos lugares, miles de personas vislumbramos una España nueva de la mano de un líder compacto.
Si las cosas se imaginan con el corazón, suceden. Todavía no se han cumplido cinco años de aquel episodio y Pedro Sánchez es hoy, entre los grandes partidos, el jefe de filas más longevo y con mayor carga política a sus espaldas. Parece mentira ¿verdad? Tan joven, tan reciente en el poder y tan golpeado por los acontecimientos. Hay una suerte de actores fundamentales que luchan a diario por presentarle como un político amortizado. Tal es la facilidad con que este país devora a sus representantes democráticos. En el fondo solo hay despecho.
Un presidente está obligado a ser poliédrico, resolutivo y audaz. Innegablemente la legislatura viene cargada de avatares extraordinarios. Una pandemia y todas las distorsiones que la han acompañado, clima electoral en permanente ebullición y hasta un volcán. Sobre el máximo mandatario de la nación recae la máxima responsabilidad. Es cosa suya resolver los problemas de la ciudadanía. Y es normal que las personas se pregunten en qué medida han mejorado sus vidas durante el mandato en cuestión. Lo importante en estos casos son los tiempos y los criterios de medición. Un mismo hecho puede ser juzgado como brillante y deplorable en función del prisma utilizado. De igual manera, uno debe ser consecuente con el intervalo que asigna a un gobernante para mejorar su situación personal. Y, como manda el sentido común, no vale media hora.
Cuando gestionas la cosa pública hay mil circunstancias que te acompañan. Cualquier decisión política, particularmente aquellas en las que basas tu ideología y tu compromiso social, deben tener encaje en la legalidad vigente. Hace falta pedagogía sobre esto. Quien no está familiarizado con el lenguaje administrativo no conoce hasta qué punto la acción de un gobierno queda encorsetada por las capacidades de la propia Administración. Gobernar no consiste en dictar un “hágase”, sino en posibilitar jurídicamente tu proyecto. Y luego está la estabilidad política. Lo acabamos de ver en Alemania, tradicional reducto de equilibrio y sensatez. El momento de las grandes mayorías se ha esfumado en toda Europa.
En España el Partido Socialista es, hoy por hoy, el único capacitado para aplicar modelos de gestión en diferentes territorios sin que ello suponga una declaración de guerra. En este sentido, las propuestas de la derecha son una invitación permanente al conflicto. Deberían saber ya que trasladar la batalla al campo emocional solo lleva al desastre. Otra cosa es que esa derecha interesadamente estulta, acostumbrada a edificar sus logros electorales sobre el lodazal de la confrontación, encuentre una salida alternativa. Pero ese es su problema y su tarea pendiente.
Concluyo. Se avecina un buen momento para España pese a todos los males que, inevitablemente, marcan el día a día. Venimos de una época de estragos cuya superación requiere compromisos colectivos. No es fácil. La fragmentación del espectro legislativo obliga a casar intereses contrapuestos. Es tiempo de pequeños detalles y grandes líderes. Líderes avalados por buenos equipos pero, sobre todo, por su trayectoria personal. El presidente del Gobierno anda muy ocupado en gobernar. Por contra, sus adversarios más directos viven en campaña electoral permanente convirtiendo el antisanchismo en su único predicado. Llegarán las citas electorales y los liderazgos quedarán al desnudo. Y entonces veremos quién es quién.
*Michel Montaner es alcalde de Xirivella y diputado del PSPV-PSOE