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cantautora de 'telepatía'

Lidia Damunt: "Si tienes ganas de contar cosas, las canciones te duran toda la vida"

La cantautora murciana participará en la cuarta edición del festival TruenoRayo Fest, que se celebra el 29 y 30 de septiembre en Las Naves

21/09/2017 - 

VALÈNCIA. No sabe si es su mejor disco, pero sí percibe que es uno de los que más han gustado al público de entre los cinco que ya jalonan su trayectoria en solitario. Casi un año después de su publicación, las diez canciones que integran Telepatía (Tormina Records, 2017) siguen pasando como un fogonazo a través de nuestros oídos. Apenas 23 minutos de un country-folk-pop que Lidia Damunt (Murcia, 1978) resuelve con la aspereza de la chica punk que siempre fue y siempre será. La cantautora, cuyos primeros pasos en la música se remontan a mediados de los años noventa con la banda Hello Cuca, forma parte del cartel de la cuarta edición del TruenoRayo Fest, que se celebrará los próximos 29 y 30 de septiembre en el centro cultural Las Naves. El festival organizado por el colectivo Hits With Tits incluye también las actuaciones de los pamploneses Kokoschca, Les Sueques, joe Crepúsculo, Museless, Doble Pletina, Rata Negra (con integrantes de Juanita y los Feos), Joan Miquel Oliver, Mireia Vilar, Papa Topo y Amparito

Después de grabar con banda su tercer álbum, Vigila El Fuego (Austrohúngaro) –trabajo para el que contó con la colaboración de sus amigos de Hidrogenesse-, y de publicar un cuarto centrado en versiones desprejuiciadas de artistas como La Niña de los Peines, Lola Flores, Rocío Jurado o Mari Trini –Gramola (Tormina Records, 2016)-, Damunt retorna al formato de “mujer orquesta”, que es aquel con el que se siente más cómoda. Guitarra, pandereta, armónica y zapatazos en el suelo. “Este disco está pensado para tocarlo en directo tal cual, acústico pero punk. Me gusta huir del formato típico de cantautora”, nos explica la artista por teléfono desde su residencia actual en la pequeña ciudad sueca de Varberg (27.000 habitantes), donde vive con su mujer y sus hijas. 

La vida en Suecia

La experiencia vital de una mujer mediterránea en un país nórdico es muy intensa; sino en lo social, sí al menos en el plano interno. En consecuencia, las canciones de Damunt son cada vez menos crípticas, su narrativa es más clara, como un cuaderno de bitácora de su viaje a través de la maternidad, la madurez o los malos tragos que depara la vida, como la pérdida de un padre (“Mi guitarra”). También hay tiempo para los cantos de libertad (“Rueda conmigo”), los recuerdos de adolescencia (“Cambiábamos la historia”, “Bolleras como tú”) y también para el humor. Lidia, que siempre delegó en su hermana Mabel los versos de Hello Cuca, se ha revelado con los años como una consumada letrista.

“No sé por qué, pero a la gente le encantan las letras autobiográficas. Supongo que les ayuda a conectar más conmigo, aunque la verdad es que esto no es nuevo en mis canciones. He escrito letras muy personales, pero han pasado desapercibidas porque antes leía mucha poesía y me gustaba utilizar metáforas e imágenes muy enrevesadas. Ahora voy más al grano”. “Paradójicamente –continúa- vivir en un país con una cultura de aislamiento me ha convertido en una persona mucho más comunicativa. Ahora, cuando viajo a tocar a España no dejo de hablar con todo el mundo, mucho más que antes. Supongo que es porque llevo mucho silencio acumulado” (ríe).

De alguna manera, la vida en Suecia le recuerda a su infancia en La Manga del Mar Menor, un municipio murciano “muy turístico, pero sin vida durante el año”, en el que aprendió el potencial creativo del aburrimiento. “El aburrimiento es importante, y los niños deben aprender a soportarlo. Yo, como no tenía nada que hacer fuera del piso en el que vivíamos, cogía la guitarra que había por casa y me ponía a sacar cosas. Por otra parte, vivir lejos de las ciudades en las que se mueven las escenas musicales te espabila y aprendes a separarte y aislarte cuando hace falta. A mí me ayudó a encontrar mi camino”.

Mucho ha cambiado el panorama desde aquella época en los noventa en la que las novedades del punk underground se transmitían a través de fanzines fotocopiados y cartas manuscritas. Motivada por la corriente riot grrrl de Bikini Kill y demás, así como por el rock de los años cincuenta y otros espíritus libres del punk como The Make Up, Damunt y su hermana Mabel pusieron en práctica muy pronto las enseñanzas del Do It Yourself. Montaron su propia banda –Hello Cuca, junto a Alfonso Melero-, su propio sello –Rompepistas- y sus artesanales fanzines. Los envíos se acompañaban de cartas de puño y letra para cada destinatario. Esa cultura pen pal que hoy desgraciadamente se ha perdido. 

“Tenía más encanto lo de antes, cuando además la prensa musical tenía su razón de ser. Antes te fiabas de que un disco era bueno sin haberlo escuchado. Te arriesgabas y lo comprabas. Le prestabas más atención. Ahora, como todo es gratis, ya no tiene valor. A mí antes me hacía mucha más ilusión comprar un disco de la que me hace ahora. En realidad, lo que ocurre es que el formato de disco tiene cada vez menos sentido, porque la gente escucha canciones sueltas. Y yo de hecho las oigo con el teléfono, porque teniendo hijas es mucho más difícil eso de sentarte y ponerte un vinilo ¡Ya más cutre imposible!” (ríe). 

Sin embargo, hay muchas cosas –las esenciales- que no han cambiado en Lidia Damunt. Entre ellas, la tendencia a caminar por su cuenta, (bastante) ajena a los vericuetos de la industria musical. Además de su retorno al formato en solitario, su experiencia con sellos discográficos ha sido corta. Después de publicar tres discos con Lucinda,  Subterfuge y Austrohúngaro, la artista murciana decidió abrir su propio sello, Tormina Records, para publicar sus propias referencias. “En parte, la decisión de volver a la autoedición respondió al hecho de vivir fuera de España, aunque es cierto que prefiero no tener presión y hacer música cuándo y cómo me dé la gana”, reconoce. 

Tormina también ha servido de incubadora para proyectos amigos, como el del madrileño Hugo Sierra (ex Prisma en Llamas y Margarita), quien por cierto colabora en Telepatía con varios arreglos de teclado. “Todo surgió hace unos años, una noche en Madrid. Hugo y yo bromeábamos sobre montar un grupo juntos por correspondencia. No llegamos a hacerlo, pero él sí que se animó a mandarme una canción. Me gustó mucho y le dije que compusiese más, que yo se lo sacaría en mi sello. Así surgió el EP Tiene mucha fuerza, aunque yo solo pude editar en casete, porque estando en Suecia no me compensa sacar vinilos, por los costes del correo. El vinilo lo publicó Gramaciones grabofónicas”. Ese proyecto en solitario de Sierra, que hoy se postula entre lo más interesante del panorama pop nacional, nació como una broma entre amigos, pero se ha hecho mayor. Ya acompañado de banda, Sierra prepara un primer LP –A Ninguna Parte- que verá la luz el 27 de octubre en el sello madrileño Sonido Muchacho. Damunt celebra con entusiasmo la progresión de este grupo “hermano”: “Lo he escuchado ya y va a ser un bombazo. Es un grupo muy especial y creo que les va a ir muy bien. Me recuerdan a los Triffids y a otros grupos australianos de finales ochenta y noventa”. 

Cantar en castellano, a pesar de todo

A lo largo de estos años, Damunt ha probado también a tocar en Suecia con otros músicos, y a cantar en inglés. Al fin y al cabo, gran parte de la fuerza de sus canciones está en las letras, de las que allí no entienden ni papa. “Sé que cantar en castellano me obliga a sacrificar un poco mi carrera, pero aunque haya conseguido con los años que la música sea más o menos mi medio de vida, en el fondo mi finalidad última es obtener placer con lo que hago. Y me he dado cuenta de que el castellano activa cosas en mi cabeza que no hace el inglés. Yo me contento con viajar a España casi todos los meses y hacer las cosas como más me gusta”. 

Saltamos, para terminar, de una gran dama del punk español a otra de la escena británica, Viv Albertine. En su emocionante autobiografía Ropa, música, chicos (Anagrama, 2017), la ex guitarrista de The Slits explica cómo tuvo que sobreponerse al escepticismo y la inseguridad que le transmitió mucha gente de su entorno –no todos, afortunadamente- cuando anunció su intención de retomar la música casi tres décadas después de la disolución de la mítica banda londinense. Después de frisar los cincuenta años, ¿qué pintaba ella escribiendo sus primeras  canciones en solitario? ¿Qué tenía que contar? A sus 39 años, a Lidia Damunt todas esas rémoras de la “sociedad machista y patriarcal en la que vivimos” –contra la que de hecho canta en otro de los temas del álbum, “La caja”-, la traen sin cuidado. “Las mujeres solo vendemos hasta una cierta edad, especialmente en el mundo de la música, donde todo se mueve mucho más por la cara guapa que, por ejemplo, en el mundo de la literatura. Eso es así, y hay que decirlo”. “Nadie piensa que un escritor es mejor a los 25 que a los 50 años; sin embargo, no se suele hablar de cómo la experiencia te hace mejorar en la música. Yo ahora tengo más herramientas y más bagaje que cuando era más joven. La edad es solo un número, y si tienes cosas que contar, las canciones te duran toda la vida”. 

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