VALÈNCIA. De nuevo sin programa de mano, -política equivocada-, Les Arts ha apostado por recuperar a Manuel de Falla, autor de interés demasiado olvidado, trayendo su magnífica e idílica obra El retablo de Maese Pedro, justo 100 años después de su estreno. La ópera se ha presentado precedida de su concierto para clave, completando así una sesión monocolor, de indudable atractivo para el público interesado en un lenguaje intenso y moderno por el que optó el ilustre compositor.
Y es que 100 años después del nacimiento de Barbieri, en 1823, Falla escribía El retablo de Maese Pedro, por encargo de la princesa Edmond de Polignac. Acertado el doblete de conmemoraciones de Les Arts para celebrar sendos acontecimientos. Efectivamente, la ópera para marionetas se estrenó en Sevilla sin representar, y posteriormente, -también en 1923-, en el palacio de la mencionada aristócrata de París, ocasión en la que ya se incorporaron las marionetas diseñadas por Hermenegildo Lanz, abuelo del escenógrafo que ayer dirigió la escena.
La escala de las figuras del nieto, -de gran presencia y atractivo-, hacen referencia, sin duda, a la talla de Falla y Cervantes, pues en un episodio de Don quijote de la Mancha se inspira la obra del compositor de Cádiz. Y responde, así mismo, a la necesidad de exaltar la obra y poner su grandiosidad a la disposición de los mejores escenarios.
No es sencilla tarea sacarle el jugo con elegancia a la extravagancia propuesta por el autor, pero hay que decir que Enrique Lanz consigue resolver con acierto la empresa. Con estética y tamaño dobles, presenta su idea para atender la dualidad del teatro y el retablo, convirtiéndose el montaje, -por su singularidad-, aliado perfecto de la sorprendente partitura de Manuel de Falla.
La orquesta de la casa, convertida ayer en orquesta de cámara para la ocasión, sonó pulcra y precisa, desbrozando los ritmos contrapuestos del compositor, con discurso fluido, y dejando patente cómo se consigue hacer con tanto color esa música descriptiva, cautivadora y elegante.
Muy atento, expresivo, y meticuloso se mostró el joven director Pablo Rus Broseta, quien resolvió con mucha profesionalidad, a pesar de no acertar en otorgar el protagonismo debido al clavecín durante el concierto. Sabía el maestro que tenía en sus manos dos difíciles partituras, pero también unos grandes profesionales en la orquesta; y condujo con sabiduría y acierto.
Dicen que la mecenas Winnaretta Singer, -o sea, la princesa Edmond de Polignac-, quedó asombrada y muy agradecida con el trabajo de Manuel de Falla cuando este lo presentó en sus salones de la capital francesa. El compositor aprovechó el encargo para realizar un decidido ejercicio de renovación en su técnica y en sus procedimientos a la búsqueda de un nuevo color. Buceó en la sustancia de la vieja música, y el resultado lo pudieron disfrutar los invitados de la dama, que alternaban en sus salones entre lo más distinguido de la sociedad europea. Allí acudían con frecuencia Monet, Cocteau, y hasta el propio Picasso.
A la grandiosidad del palacio de su invitada y protectora, respondió Falla con una obra de música a pequeña escala, pero de gran expresividad. Así es el neoclasicismo directo del El retablo de Maese Pedro, minimalista tanto en las estructuras, como en instrumentalización, en su narrativa, y hasta en los planos formales, hilvanado con músicas del romance, popular, y antigua. Por todo ello, El retablo es una obra inigualable.
Sin duda alguna, con tanta historia sobre esta partitura, se debieron sentir honrados y comprometidos los jóvenes y simpáticos alumnos del Centro de perfeccionamiento de la casa, antes llamado Plácido Domingo, -descúbrase, lector que he nombrado a un grande-, que interpretaron las partes cantadas, demostrando la solvencia de sus voces en construcción, con un buen resultado artístico.
No había papel en la sala para el público. No hay programa de mano. Ni siquiera para la muy numerosa gente joven presente con ansias de información. Y tampoco había papel en la sala para los cantantes solistas, pues ninguno de los tres roles son ni agradecidos, ni hechos para el lucimiento, sino más bien de encauzamiento de la acción, por lo que el trio merece mejores ocasiones.
La soprano Iria Goti, con timbre de cierta aspereza, resolvió bien el ingrato papel de Trujamán, -de partitura peligrosa por monótona-, llevando el recitativo continuo con tacto y buena dicción, y empleando un instrumento sólido, afinado, con adecuada emisión.
Maese Pedro fue Max Spósito, tenor ya conocido en la casa, que atesora musicalidad, buen gusto canoro, ligereza, y expresividad, pero que tendrá que esperar a otros momentos mejores. Da gusto ver cómo disfruta cantando, al igual que el barítono Daniel Gallegos, que demostró saber hacer un Don Quijote efectivo, gracias a su voz de empaque, dispuesta y fresca para la expresión, con buen uso de los resonadores y buena proyección.
Y de proyecciones hay que hablar, pues como telón de fondo comenzaron a visualizarse durante el concierto para el clave de la primera parte. La idea da continuidad al espectáculo global, pero su naturaleza y luminosidad pretende demasiado protagonismo, restándoselo a la sorprendente partitura de Falla. Aún, y con eso, fue una buena manera de introducir al público en ese lenguaje fascinante del gaditano. Lástima, además, -porque todo hay que decirlo-, que la destreza de Diego Ares no pudiera apreciarse, al fusionarse su clave en exceso con los instrumentos de la orquesta.
El público joven de ayer en Les arts, seguro quedó algo contrariado, no solo por el lenguaje avanzado y complicado de Falla, sino además, al no encontrar información de primera mano para ellos, y que poder enseñar a sus amigos. ¡Con lo que eso mola!
No hay papel. Pero donde sí hubo programa de mano fue ayer mismo en el Palau de la Música, donde se disfrutó con La creación de Haydn. En nombre de la salvación, los títeres de maese Pedro son destruidos por Don Quijote. Una locura. A veces se nublan las mentes, …y se pierden los papeles.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 10 de noviembre de 2023
CONCIERTO PARA CLAVE
Música, Manuel de Falla
Clavecín, Diego Ares
Ópera de cámara para marionetas.
EL RETABLO DE MAESE PEDRO
Música, Manuel de Falla
Libreto, Manuel de Falla
Dirección escénica, Enrique Lanz
Maese Pedro, Max Spósito.
Trujamán, Iria Goti.
Don Quijote, Daniel Gallegos
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Dirección musical, Pablo Rus Broseta