Hoy es 6 de octubre
VALÈNCIA. No es una buena noticia para el ecosistema innovador de la Comunitat Valenciana que las ferias de Valencia y Alicante hayan tenido que acabar convirtiéndose en públicas, del modo en el que lo han hecho. La expresión “no había alternativa”, aunque tenga muchos motivos para ser cierta en este caso, es un antónimo de la innovación. Esperemos acontecimientos, pero el destino no puede ser el de una gestión en manos de responsables políticos y, de momento, son ellos los que van a supervisar el nuevo plan estratégico.
En el consejo de administración de la Sociedad Valenciana Feria Valencia SA, sólo hay cinco representantes del mundo empresarial de 16 miembros y, para hacer la transición, se conceden todos los poderes al subsecretario de la Conselleria de Economía, Natxo Costa, quien ha expuesto ya públicamente su modelo, por si cabían dudas después de su paso por Comercio: “control de la Administración, más allá de que pueda haber fórmulas de participación privada”.
Deutsche Messe AG, la entidad ferial alemana que organiza el principal certamen industrial de Europa, la Hannover Messe, con réplicas en otros países, es propiedad del Estado de Baja Sajonia (50%), de la ciudad de Hannover (49,871%) y de la Región de Hannover (0,129%, así son allí con los porcentajes). Esa realidad es incontestable y secunda la versión oficial de la Generalitat acerca de la titularidad pública de las ferias en el continente.
Pero en el llamado Consejo de Supervisión de Deutsche Messe AG encontramos a nueve representantes empresariales frente a seis de la Administración: los presidentes de las muy influyentes IG Metall, Asociación de la Industria Alemana (BDI) y Sociedad Agrícola Alemana (DLG eV), y altos directivos de Pepperl+Fuchs SE, Volkswagen, KAPP NILES, Hewlett Packard Enterprise, HOMAG Group y Siemens AG. ¿Y nuestros referentes empresariales?
Feria Valencia recibió su gran impulso en la década de los 80 y los 90, cuando se forjó una nueva política industrial en la Comunitat capaz de aglutinar a empresarios, Administración y Universidades. A mediados de los 2000, sin apenas cortapisas del sector privado, desarmado el mundo empresarial por la crisis de los sectores tradicionales y la desmembración de las patronales, se inició un proceso de degeneración de la institución, directamente ligado a la creciente e irresponsable influencia del ámbito político en su gestión.
Hace ya casi nueve años, afloradas ya buena parte de las irregularidades que rodearon de las obras de ampliación, escribí esto: “Feria Valencia es el verdadero gran escándalo de la era del PP en la Comunidad. Por la dimensión del agujero económico y (quizás mayor aún) moral, por la concatenación de errores, por el relajamiento en la gestión, por la sofisticada ingeniería financiera diseñada para cuadrar el círculo, por los indisimulados excesos en amiguismo y nepotismo, por el deficiente planeamiento estratégico, por el presunto desvío de fondos, por la calidad de las fiestas y el alcohol que corría en ellas. Decenas de personas, muchas de ellas simplemente víctimas, trabajadores que cumplían su función eficientemente, están en la calle hoy por culpa de la desastrosa gestión pública y privada de Feria Valencia. Y de la crisis, claro. Empresarios bienintencionados echaron horas y horas en una institución en la que creían, o expusieron fielmente año tras año hasta que el asunto no daba para más”.
La consecuencia hoy es que una institución que era objeto de auténticas batallas entre líderes empresariales por la presidencia (auge y caída de Antonio Baixauli, qué historias y secretos guardan esas paredes), pasa a ser de propiedad y, de momento, también de gestión, puramente públicas. Llama la atención la ausencia voces discordantes. Lo cual es a la vez causa y síntoma de la realidad de nuestro todavía inmaduro, en términos de percepción social de la innovación, ecosistema.
Es una dinámica a contracorriente. Hoy los mensajes de vanguardia más influyentes en materia de innovación aparecen primero, en la mayoría de las ocasiones, en los grandes eventos y en las ferias. Como ha sido siempre. Basta con poner la oreja a lo que se escuchará estos días en el principal certamen tecnológico del mundo, el CES de Las Vegas. Para empezar, Intel anunciando el chip más potente de la historia.
Este evento ha conseguido ensombrecer (¿cómo se puede dudar de su liderazgo absoluto?, lo que se puede leer por ahí) y forzar el cambio de fechas de la principal feria del automóvil. El CES está convirtiendo al Mobile World Congress de Barcelona en un segundo plato para malos estudiantes (veremos cómo funciona de la cita catalana a la vista del caos del Covid en China, país cuyo sector TIC ha ido fagocitándola lo que ha provocado la salida de muchas marcas de primer nivel).
Es en las grandes ferias, en sus congresos, en sus premios, en sus espacios de innovación, en sus convocatorias de startups, donde se puede seguir el hilo de las principales tendencias tecnológicas. No hay ningún espacio que aspire a liderar que no tenga al menos un gran evento de referencia, con vocación global.
¿Quieres enterarte de lo último? Sigue las ferias de Londres, Las Vegas, Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Boston, Nueva York, Berlín, Hannover, Múnich, Shanghai, Shenzhen, París, Tokio… Pero también esos eventos puntuales que se producen, al menos una vez al año, en ciudades de medio tamaño que consiguen que se las asocie con un nicho tecnológico: robótica, movilidad, industria 4.0, biotecnología, energía solar… ese debería ser nuestro lugar.
Un territorio innovador como la Comunitat Valenciana estará incompleto hasta que no consiga ser referente ferial global en algún ámbito de disrupción tecnológica. Podemos engañarnos recordando que el patronato de Feria Valencia que ahora desaparece ha estado presidido por un político y apenas tenía actividad e influencia en el día a día; o que, en ciertos momentos, llegó a ser un ejercicio de filibusterismo describir cuál era exactamente la naturaleza jurídica de la institución. Pero la realidad es que, cuanto más se distancie de los empresarios, menos próxima a la innovación estará. Confiemos en que eso se corrija en el futuro.