La actriz de teatro Lola Herrera visita La Filmoteca de València para presentar Lola Herrera. Ser actriz, el despertar de una pasión, un documental sobre su vida dirigido por su hijo Daniel Dicenta que cuenta con el apoyo de la Academia de las Artes Escénicas de España
VALÈNCIA. Lola Herrera se sube a una tarima, de nuevo. Esta vez es La Filmoteca de València la que acoge a la mítica actriz con la excusa de presentar Lola Herrera. Ser actriz, el despertar de una pasión, un documental sobre su vida en el que se codea con compañeros de la profesión tales como Juanjo Artero, Juanma Gómez y Magüi Mira -entre más de una decena de nombres- para definir toda su trayectoria vital y teatral, que van totalmente de la mano. Tal y como se relata en el documental, dirigido por su hijo Daniel Dicenta, comenzó en el mundo de la radio con apenas 12 años, cuando ganó un concurso de canto en Radio Valladolid que le catapultó hacia la fama.
Poco más tarde se subiría a su primer escenario "dando un salto emocional de la radio al teatro", y finalmente se las vería con el mundo de la tele. En lo que Herrera define como “tiempos en que todo iba más despacio” admite que su mayor logro entre trabajos fue el de conocerse a sí misma y comenzar a forjar su personaje desde cero: “Yo no quería imitar a nadie, quería ser conocida por como yo era. Desde pequeña dejé de cantar porque no quería parecerme a otras voces, y más tarde en la radio y la televisión vi que todo funcionaba con más matices”, explica sobre ese universo que le abría las puertas.
A lo largo del documental, un relato tan histórico como emocional, describe toda su trayectoria y cómo esto le lleva a convertirse en la Lola Herrera que conoce España ahora. Hablando sobre sus primeros aprendizajes define el salto de Radio Valladolid a Radio Madrid como llegar a “Hollywood”, de alguna manera, y describe su etapa ahí como crucial a la hora de debutar en el Teatro de la Comedia de Madrid, donde conoció al que sería su representante, con el que más tarde iría a la televisión.
“Todos los actores del momento nos subimos al carro de la televisión”, recuerda la actriz, “al final íbamos trabajando todos con todos y aprendiendo entre nosotros y eso es lo que nos dio la valentía para seguir hacia delante”. Aunque confiesa que aunque ella ha sido “actriz de todo” se siente más conectada con lo teatral. Al igual que en el documental desvela algunas anécdotas de las giras no teme en hacerlo ante el público de La Filmoteca, en un coloquio posterior a la proyección, en el que desgrana todo lo que sucedía entre bambalinas y esos pequeños detalles que la llevaron a convertirse en una de las más grandes.
Cuenta Lola que más allá de lo que se muestra en el documental para ella su suerte fue "hacer un camino bastante bueno en el mundo del teatro español" trabajando con grandes actores y aprendiendo a comportarse en las giras, haciéndose de valer como un perfil único: “Algo que no se sabe a no ser que lo hayas vivido es que cuando íbamos en gira importaba mucho el “baúl” que tuvieras para hacer repertorio. Tenías que tener todo tipo de ropa para representar a cualquiera de los personajes de ese repertorio en el que se movía el personaje”, comenta la actriz.
Asegura que una de sus claves para ser contratada fue la de saber representar y vestirse como cualquiera de los personajes que se le exigían: “Lo más importante era tener un juego permanente en el universo del teatro. Ir trabajando con muchas cosas y a veces dar dos pasos hacia delante y alguno hacia atrás, en ese momento era un lujo porque vivíamos un momento muy bueno”, recuerda Herrera sobre las grandes producciones.
Hablando sobre las claves de la recuperación de la memoria del teatro entre las consultas del público surge el planteamiento de la labor de la Academia de Artes Escénicas de España. El público agradece a la Academia por la labor de recopilar la vida de Lola en un mismo documental, y la que tiene a su vez con la preservación de obras de teatro en formato vídeo. Herrera, totalmente disconforme del visionado del teatro a través de una pantalla, plantea que estas obras solo deberían verse grabadas si se tratara un trabajo de investigación o documentación, pero nunca por placer: "Ver espectáculos de teatro en diferido es un delito, quien no haya visto una obra sentado en una butaca y sin ver levantarse un telón es que no ha visto teatro", comenta, "el directo toca de una manera que jamás captarán los planos de las cámaras, las obras de teatro hay que verlas calentando butaca", opina.
Para poder comprender la pasión por el teatro de Lola Herrera por completo el documental se divide por “capítulos” que encapsulan tanto los conceptos del espectáculo, tales como El aplauso, La crítica y El estreno como los conceptos que definen más la vida de Lola: La gran ciudad y sus miedos, De Radio Valladolid a Radio Madrid y Las giras. Todas estas historias conforman el gran relato de la actriz, quien en La Filmoteca asegura que no se plantea bajo ningún concepto retirarse, al menos de momento.
“No me planteo retirarme, siempre lo digo, trabajaré en esto hasta que el cuerpo me lo permita. El día que me vaya de la profesión no diré que me voy, simplemente me iré, será una despedida natural”. Una despedida como la que tuvo del personaje Carmen Sotillo, más conocida por la Menchu en la obra de teatro Cinco horas con Mario, a la que dio vida durante cuarenta años: “Carmen y yo nos lo habíamos pasado muy bien a lo largo de mi carrera. Me ha dado muchos placeres y muchos dolores de cabeza, me despedí de ella como una amiga a la que se le llega a entender muy bien. Vive dentro de mí, yo he formado parte de ella muchísimos años y ella estará en mi siempre”.
Al terminar el coloquio Lola se retira entre muchísimos aplausos, esos que tal y como define en el capítulo del documental con este mismo nombre son los que le ayudan a seguir con la profesión, pase lo que pase. Se retira a descansar y para repasar las últimas líneas para representar su obra Adictos en Paterna, una pieza en la que se reflexiona sobre una sociedad inmersa en la tecnología, la misma que según Herrera en cierto modo mata la calidad y la fuerza del teatro, ya que a través de una pantalla no se pueden recibir los aplausos.