Foto: CLASSIC STAGEVALÈNCIA. Se mueven, pero no tienen alas. Tampoco dejan un rastro de plumas allá donde van. Los hay blancos y negros, y se hacen llamar cisnes… Su movimiento majestuoso, junto con una historia de amor imposible, les llevó a que Chaikovski les dedicara un ballet que ahora es considerado uno de los más famosos del mundo. Esta obra maestra de la danza clásica ameriza ahora en La Rambleta (el próximo 12 de diciembre) con la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, que se mueve al son de la música de Piotr Tchaikovsky, que guía a un elenco de artistas internacionales -compuesto por nueve nacionalidades- que se ceden en cuerpo y alma a esta producción clásica. Un baile que podría durar para siempre y que celebra su éxito atemporal de la mano de la adaptación de Classic Stage. Pedro Martins, director del espectáculo, celebra como el éxito se presta solo al cederse a una coreografía “intemporal y con narrativa universal” que permite que en todas y cada una de sus interpretaciones esta obra maestra del ballet siga atrayendo a público de todas las edades y partes del mundo.
Basando el interés tanto en la puesta en escena como con el contraste entre “la lucha del bien y del mal y la de los cisnes negros y blancos”, Martins celebra que la partitura resiste a la prueba del tiempo y sigue cautivando a todo tipo de perfiles: “La música es emocionalmente rica y expresiva, creo que esto es lo que contribuye a su popularidad y a la sensación atemporal que mantiene a lo largo de los años”, explica. Por parte de Classic Stage el espectáculo cuenta con una serie de elementos clásicos que permiten apreciar más aún la historia que “no caduca”, gracias a una estética que respeta la ambientación original: “Los decorados han sido creados específicamente por un escenógrafo que los pinta a mano. Es imposible para nosotros que una sensación tan realista llegue desde la serigrafía, por lo que trabajamos con obras de arte pintadas a mano”, añade Martins, “así nos diferenciamos de producciones que deciden imprimir fondos, algo que no nos planteamos porque buscamos preservar la tradición de los que son pintados”.
La tradición se celebra junto a la labor de artistas experimentados que suben a otro nivel las representaciones clave que hicieron famoso al ballet, como los enfrentamientos entre Odette (el cisne blanco) y los Odile (los cisnes negros), una energía que se tiene que percibir a través de sus cuerpos: “Esta dualidad refleja la lucha entre el bien y el mal, llevando a engaños y tradiciones en la trama. La presencia de ambos cisnes contribuye a la complejidad emocional y temática de la historia, al explorar las tramas de amor tráfico y la lucha entre fuerzas externas”, algo que se puede ver a través de los movimientos de una coreografía que mantiene la integridad de la que crearon Marius Petipa y Lev Ivanov, que es totalmente esencial para llevar a cabo el espectáculo “Las compañías de ballet deben trabajar para transmitir la coreografía clásica a través de generaciones de bailarines, evitando cambios necesarios que podrían comprometer la esencia de este. Si hay que crear una nueva coreografía o distorsionar la escenografía o el vestuario no se debe usar el nombre de El lago de los cisnes”, añade el director.
Junto a todo esto la ambiciosa producción promete rendir culto a momentos clave del ballet como el destacado Grand Pas de Deux, encuentro entre el príncipe Siegfried y Odette, la princesa cisne. Tal y como lo observa Martins esta escena es “un componente clave del ballet” en el que la compañía puede mostrar todo su esplendor: “Es el momento que destaca la técnica de y la expresión artística de los bailarines mientras avanza la trama romántica y trágica de la obra, es un movimiento emblemático que ha perdurado como una de las secuencias más queridas y recordadas en la historia del ballet clásicos”; explica, “la música consigue reflejar la intensidad emocional de la conexión entre los personajes y añade también una dimensión romántica a la representación”. De esta manera los cisnes más famosos del mundo bailan sobre el gran lago de La Rambleta con una de las partituras más icónicas y queridas en el universo del ballet clásico. Una historia que consigue resonar con un público de todas edades y culturas, un público que solo desea ver a los bailarines volar al ritmo de una melodía universal.
