VALÈNCIA. Abro We Can Be Heroes el nuevo libro de Roberta y, a pesar de todo lo que sé ya de él, su lectura me atrapa. Lo leo entero, sin prestarle atención a nada más hasta que acabe. Klaus Nomi, Jayne County, Siouxsie, Patti Smith… A muchos de los personajes de los que habla los conozco perfectamente, pero me gusta escuchar cómo los relata ella, ver las cosas a través de su mirada. Con Roberta llego a artistas en los que seguramente no profundizaría si no fuera por ella. Su voz me ayuda a corregir percepciones erróneas fruto de unas convenciones socioculturales igualmente erróneas. Muchos de sus héroes y heroínas son los míos. Los dos hemos crecido fijándonos en ellos. Aprendiendo a ser nosotros mismos en un mundo en el que, a priori, no encajábamos.
No es lo mismo crecer como una niña trans en la España de los setenta y los ochenta que hacerlo siendo un niño cuyo que nunca hacía lo que se supone tenían que hacer los niños entonces. Que juegues al fútbol, que seas un estudiante aplicado, que no hagas el ridículo en las clases de educación física, o por lo menos, que seas un gamberro con gracia. Destacar por todas esas cosas por las que un niño debía destacar. Yo lo hacía exactamente por no cumplir ninguna de esas expectativas. No voy a decir que mi infancia fue un infierno, pero durante esos años viví con la sensación de que defraudaba constantemente a mi entorno. Todo aquello que me apasionaba entonces y que parecía tan estéril, como la fantasía de un niño tonto, ha resultado ser la base de mi vida. De la profesional y de la personal. En cierta manera, todo lo que he logrado hasta hoy es el triunfo del derecho a ser lo que quieres ser pese a quien pese. El poder convertirse en héroes, el lema que da título al libro de Roberta, no es una imagen retórica.
Durante los últimos meses he mantenido bastante contacto con Roberta. Realizó la portada de Lejos de todo y su trabajo se convirtió en parte de la obra tal y como yo quería que ocurriera. Una portada en absoluto coyuntural, que estuviese siempre ligada al texto, lo mismo que lo están las portadas de los álbumes a la música. Mi novela propició varios encuentros y en cada uno de ellos, me fue explicando los nombres que había elegido (The Rocky Horror Picture Show, Boy George, Madonna, Marc Almond, Quentin Crisp, Virginie Despentes…) y me hablaba de las razones por las que los había seleccionado. Ser amigo de artistas a los que admiras no resta, al menos en mi caso, ni un ápice de interés por lo que hacen. El misterio de lo que vendrá a continuación jamás se desvanece. Por más que te lo expliquen, por más que sepas.
En alguno de esos encuentros tuve ocasión de conocer a Javier Ortega, editor de Lunwerg y al cual hoy ya considero un amigo. Javier hace un excelente trabajo con su colección de libros ilustrados. En otra editorial de ese tamaño, es posible que Roberta no fuese más que la novedad de la semana, mercancía que puede funcionar mejor o peor. Javier trabaja para visibilizar el potencial artístico de sus autoras (cuenta con muchas) y autores., trabajando para que lleguen a un público amplio. Es la simbiosis perfecta entre el arte y el comercio. Es lo que los editores deberían hacer siempre. Y ya que estamos, yo tengo la suerte de contar con Víctor Gomollón, que pertenece a esa estirpe.
We Can Be Heroes. Una celebración de la cultura LGTBQ+ combina los dibujos y collages de Roberta con sus textos. A través de estos, se explica a sí misma e intenta arrojar algo de sensatez sobre un mundo que siempre maltrata a aquello que es diferente. Este libro podría definirse como una galería de iconos gay y trans. Es mucho más que eso. Es una galería que muestra exactamente lo mismo que veía yo en mi adolescencia: personas a las que desear parecerme, iconos que me hablaban a mí. Y aunque este libro gira en torno a la identidad sexual, la identidad sexual era lo que menos me preocupaba entonces. La identidad sexual es el medio, no el fin. De lo que se se trata es de ser quien quieres ser, vivir libre, sin tener que pagar peajes ni caminar por la calle asustado o pidiendo perdón. We Can Be Heroes habla, en definitiva, de la lucha por la dignidad en una sociedad en la que se glorifica lo normal cuando la normalidad es un concepto tan irreal como inútil. Como bien dijo Morticia Addams, la normalidad es una ilusión; lo que es normal para la araña, para la mosca significa el caos.
Cuando Roberta dibuja a Madonna y habla de ella, lo hace desde un prisma feminista. Lo hace plasmando la admiración por una estrella que, desde la cúspide del éxito, hizo un libro llamado Sex en el que se representaban un buen número de fantasías sexuales. Cuando Roberta dibuja a Paloma Chamorro, reivindica a una mujer que hizo mucho por normalizar cierta cultura en un país que había estado paralizado durante décadas. Habla de Juana de Arco y habla sobre Divine. Sobre Rocío Jurado, que siempre fue una mujer con mucho fundamento, además de una gran intérprete; y sobre la relación entre Lou Reed y Rachel Humphreys, su pareja transexual durante cuatro años en los setenta. Habla sobre Laverne Cox y sobre RuPaul. Y cada uno de esos breves discursos, habla, transversalmente, del derecho a ser lo que cada uno quiere ser sin tener que ser juzgado. Esa celebración de la cultura LGTBQ+ significa también de erradicar el machismo y la xenofobia. La igualdad es un derecho global, social y económico. No puedes aislarlo e intentar dárselo exclusivamente a un colectivo.
Ahora diréis lo que queráis, pero en 1978, tener en la habitación un póster de la portada de Rock & Roll Animal podía resultar cuanto menos inquietante. Enseñar la portada de un disco de Alaska y los Pegamoides en 1981 también. Y presumir de haber visto Pepi, Luci y Bom… quizá era exponerse demasiado si abandonabas determinados círculos. Sí, el ansia de libertad potenciaba un cierto grado de tolerancia. Pero en el fondo, lo normal no era eso, Aquello a lo que había que aspirar no era eso, y mucho menos parecerse a Lux Interior o Bryan Gregory o Johnny Rotten. Lo que Roberta cuenta en su nuevo libro es para todos los públicos. Es un discurso de libertad que nos cuenta que no hay que tenerle miedo a lo que es diferente. En esas historias, en esos seres a menudo la belleza late con una intensidad abrumadora.
Durante las últimas décadas se ha ido redibujando la proyección social del colectivo LGTBIQ, especialmente de los hombres gays, que a finales del pasado siglo alcanzaron sus cotas de visibilidad, reconocimiento, poder económico y social. ¿Y si lo realmente necesario fuera abandonar la obsesión por perseguir el éxito? Hablamos de búsqueda de derechos humanos, y de respeto a modelos de vida diversos en torno a los textos más recientes de profesores de sociología y expertos en diversidad sexual
Tras la cancelación de los actos del Orgullo LGTBI previstos para el próximo mes de junio, proponemos un acercamiento a través de películas, series, revistas, discos y libros que han marcado a muchos agentes activos de la cultura involucrados en el colectivo, y que han trabajado en algún momento desde una perspectiva comprometida por la diversidad sexual y por la igualdad