Al cese de Mari Luz Lladró como presidenta se suman las dimisiones en el consejo de administración de su marido, Juan Ignacio Jara; y de su primo, David Lladró; tres salidas que rompen la paz familiar firmada hace sólo seis meses
VALENCIA. Seis meses. Medio año es lo que ha durado la paz accionarial que los Lladró firmaron el pasado 14 de septiembre para poner fin a más de diez años de desencuentros. El consejo de administración de la firma de porcelanas, en el que se había dado representación a las familias de los tres hermanos fundadores -Juan, José y Vicente-, vuelve a las andadas con las salidas de David Lladró -hijo de Vicente-, Juan Ignacio Jara, marido de la hasta ahora presidenta Mari Luz Lladró; y el cese de la propia dirigente -la menor de las hijas de Juan, a quien su tío José definió en septiembre como "el punto de unión en la familia"-.
En su lugar, vuelve a la presidencia Rosa, su hermana. Rosa Lladró e Ignacio Jara se habían disputado en los últimos años el control del día a día de la empresa, marcado por su mala relación personal. El hecho de que Rosa viviera a caballo entre Madrid y Valencia por motivos familiares permitió a su cuñado protagonizar la mayoría de las decisiones que han agudizado la crisis en la afamada compañía de porcelanas.
Para entender la guerra accionarial de Lladró conviene hacer un poco de historia: Las rencillas entre los tres hermanos fundadores, que venían de lejos -según ha desvelado José en varios libros-, se destaparon a partir de 2001, cuando la firma acusa el impacto de los atentados del 11-S en el negocio del lujo. Ahí empieza su caída y las desavenencias entre los hermanos, ya septuagenarios, por el control de la gestión de la compañía.
Tras un lustro en el que la empresa no levanta cabeza -en 2004 se llegó a contratar como consejero delegado a un ejecutivo francés, Alan Viot, que no apaciguó los ánimos- en 2007 los Lladró deciden separar sus múltiples negocios -agrícola, inmobiliario, energía- y adjudicar el de la porcelana al mejor postor entre ellos. La subasta interna la ganó Juan, que se quedó el 70%, mientras José y Vicente mantuvieron un 15% cada uno.
Rosa y Ángeles -dos de las cuatro hijas de Juan- y su cuñado Ignacio Jara han participado desde entonces en la gestión, que se tornó mucho más complicada tras el reparto, ya que poco después empezó la larga crisis de la que todavía no hemos salido.
Para afrontar la caída de las ventas y el aumento de stocks, la empresa ideó un plan de fijos discontinuos en 2009 que aplicó hasta 2013, cuando la Inspección de Trabajo advirtió de que la actividad industrial de Lladró no tenía la estacionalidad suficiente para justificar este tipo de contratación, en la que el Estado asume buena parte del coste. Por ello, a partir de 2014 se puso en marcha un expediente de regulación temporal de empleo (Erte), con el fin de no tener que despedir a nadie.
El empecinamiento en no hacer despidos responde al tipo de empresa que es Lladró, una compañía familiar con empleados de toda la vida a los que se trata con cierto paternalismo y que en muchos casos han visto nacer y crecer a los hijos de los fundadores. La mayoría de los trabajadores pertenecen a familias de la zona de Tavernes Blanques, donde está la fábrica, y la vecina Almàssera, la localidad natal de los Lladró.
Pero la situación no era sostenible y en 2015 los Lladró tuvieron que plantearse un radical plan de ajuste. Previamente, en 2013, los accionistas se habían repartido 25 millones de euros en dividendos procedentes de una venta inmobiliaria.
Fue en el momento de plantearse un ajuste de personal cuando se decidió explorar una vía alternativa, la venta del negocio de la porcelana. Tal como publicó Valencia Plaza, la rama familiar de Juan Lladró negoció la venta a un fondo extranjero sin ponerlo en conocimiento de los otros hermanos fundadores, que estaban al margen de la gestión y sólo recibían información en la junta anual de accionistas.
Cuando estos pidieron explicaciones, se puso en su conocimiento la situación real de la empresa y se les dio entrada en el consejo de administración para hacerles partícipes de la solución que siempre habían querido evitar, los despidos.
El 14 de septiembre de 2015 se amplió de tres a cinco el número de consejeros y el órgano de administración quedó formado por tres integrantes de la rama familiar de Juan Lladró -Rosa, Mari Luz y su esposo, Ignacio Jara-, una hija de José -Mari Carmen- y un hijo de Vicente -David-. Como presidenta fue designada Mari Luz, que nunca había participado en la gestión de la compañía.
El nuevo consejo eligió un director general, Juan Vicente Sanchis, un hombre de la casa al que se encomendó la dura tarea de realizar un ERE por el que van a salir de la empresa 268 trabajadores, entre despedidos y prejubilados. Sanchis ha sido ratificado en el puesto por la nueva presidenta, Rosa Lladró, que según el comunicado que la compañía lanzó el miércoles cuenta con el apoyo de su prima Mari Carmen.
Nada se decía de la renuncia de David Lladró tanto del consejo de Lladró SAU como de la matriz del grupo, Sodigei, confirmada por él mismo a Valencia Plaza. Tampoco había referencias a la situación de los otros dos consejeros, el matrimonio Mari Luz Lladró-Ignacio Jara, que también abandonan ambos consejos de administración.
Ahora, frustrada la reconciliación entre los accionistas escenificada hace sólo seis meses, Rosa Lladró afronta una situación no menos convulsa en su plantilla, que será sometida a una nueva reducción de jornada -otro Erte- tan sólo días después de haberse ejecutado el ERE en el grupo. Una de las medidas anunciadas para revertir la mala marcha de la mercantil es la potenciación de la gama de diseño Lladró Atelier así como el lanzamiento de nuevas "categorías de productos", un nuevo intento de salvaguardar el futuro de la firma en el seno de una nueva tormenta familiar.