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SERVICIO PÚBLICO PIONERO

Los músicos tienen un santuario médico en València (y lo fundó Franco)

El antiguo Hospital Militar acoge en su interior la pionera Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas de València

3/05/2018 - 

VALÈNCIA. “Los Crónicos -o la mayoría de nosotros- son máquinas con fallos sin reparación posible, fallos de origen o fallos que se han ido formando a lo largo de tantos años de darse con la cabeza contra obstáculos hasta que, cuando el hospital da con el tipo en cuestión, este sólo es un montón de chatarra abandonada en un erial”. Así describe Ken Kesey a uno de los grupos que forman el hospital psiquiátrico en el que se desarrolla la mayor parte de la novela que Milos Forman -DEP- llevaría al cine posteriormente: Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco. Kesey fundamentó su primera obra en la experiencia adquirida durante la época en la que se dedicaba a organizar catas de LSD con música en directo de Grateful Dead a lo largo y ancho de Estados Unidos.

El escritor divide a los pacientes del hospital entre Agudos -los más jóvenes, “lo suficientemente enfermos como para poder hacer algo con ellos”- y Crónicos; dentro de los Crónicos, que según Kesey están en el hospital “para evitar que corran por las calles y desprestigien el producto”, están los Ambulantes, los Rondantes y los Vegetales. Lejos de esa concepción, marcada por la narrativa underground de una novela norteamericana de principios de los 60, encontramos hoy en València un lugar en el que los músicos comparten espacio con otros crónicos -no los de Kesey-: el antiguo Hospital Militar de Mislata (reclamado también por Quart debido a su peculiar ubicación). Allí está ubicada la recientemente creada Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas del Departamento de Salud de Manises: el inusitado templo del artista.

La Unidad: un santuario para músicos

El músico valenciano tiene un santuario al que acudir para todos esos instantes de incomprensión social que se ve obligado a afrontar. No es ni el Loco, ni el Kraken, ni el Visonte… ni el bar con el camarero con más empatía de València para con las vicisitudes del artista. La Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas nació en 2017 para acoger bajo sus alas al músico en cualquiera de las fases de sus escenarios patológicos más específicos. “Más del 75% de los músicos presenta en algún momento de su carrera dificultades médicas relacionadas con la práctica de su actividad”, explican en la página oficial del departamento. Y la solución no (siempre) es dejar de tocar.

La Unidad nace, en realidad, como alternativa a los diagnósticos generales -invitaciones a abandonar la actividad como único procedimiento de cura- y, sobre todo, como la respuesta pública a una necesidad que, hasta entonces, sólo tenía cobertura privada para los músicos que: a) la conocieran y, b) se la pudieran pagar. Al departamento de Medicina de las Artes Escénicas de la Quirón le ha salido competencia pionera, y se encuentra integrada en las recónditas coordenadas de las instalaciones del antiguo Hospital Militar Vázquez Bernabéu: el Hospital de Crònics de Mislata. Más de medio siglo después, los músicos valencianos reciben atención especializada en un centro inaugurado por Francisco Franco en 1952.

Integrado en un hospital inaugurado por Franco

El caudillo inauguró el hospital en mayo de 1952 junto al ministro de industria, Joaquín Planell. Con el nombre del militar Antonio Vázquez Bernabéu -que firmó su adhesión a la República apenas cinco años de morir en el Cabanyal-, el complejo cuenta con más de 130.000 metros cuadrados de superficie. Su inclusión en la red pública de sanidad es una victoria, entre otros, de la Coordinadora de Asociaciones de Mislata, que ya hace 10 años congregaba a más de 1.000 personas a las puertas del Hospital como elemento de presión en la aceleración de los trámites que después lo harían público.

Hoy, la zona del Hospital de Crònics de Mislata en la que se integra la Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas ocupa únicamente la mitad del recinto. Tres pabellones y un par de construcciones más a la derecha de los “frondosos jardines y tranquilos paseos interiores”. Un escenario, el de los pasillos interminables de grandes ventanales, los jardines y la capilla, a medio camino entre la rehabilitación y la actualización, y el encanto de la decadencia conceptual de un hospital para militares en 2018. Un lugar en el que, además, se desarrollan tareas fundamentales para la sanidad pública como las realizadas en las unidades de daño cerebral, cuidados paliativos, larga estancia o convalecencia.

Un servicio público… público

El servicio de la Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas ataca los problemas de salud derivados de la práctica de la música. Problemas que “varían en función del instrumento utilizado”, pero que sí tienen un fin con un denominador común: “si no reciben una atención especializada por parte de un equipo experto en medicina de la música, difícilmente podrán solucionar su problema, corriendo el riesgo de cronificarse o de incapacitarle para tocar su instrumento”. Lo explican todo en la sorprendentemente bien -más o menos- optimizada página web del servicio, integrada en la plataforma online del Hospital de Manises. Existe un servicio público que no se oculta al ciudadano, sino que se le ofrece de forma explícita sin cicaterías de ningún tipo.

Médicos rehabilitadores, traumatólogos, foniatras, otorrinos, neurólogos, dermatólogos, alergólogos, fisioterapeutas, logopedas -mucho trabajo en el indie nacional-, psicólogos y nutricionistas forman parte de un servicio “único de carácter público en la Comunitat”. La atención especializada de un grupo de profesionales médicos que entienden al músico recuerda inevitablemente a esa frase de Randle McMurphy en la adaptación de Milos Forman: “eso es lo primero que me hizo pensar en este lugar, no había nadie riendo. No he oído una risa real desde que entré por esa puerta… Cuando pierdes tu risa, pierdes el equilibrio”. En ese sentido, la Unidad se centra también en despojar al apartado médico del estigma del dolor del último recurso y convertirlo en prescriptor de prevención con talleres de reeducación postural y ergonomía e incluso de control de las emociones.

Cómo abandonar el amateurismo en la salud del músico

El funcionamiento de la unidad parece tan sencillo que sonroja preguntarse por qué no se había puesto en marcha hasta el día de hoy. Fundamentalmente, la Unidad de Medicina de la Música y las Artes Escénicas está formada por médicos especialistas que trabajan en el Hospital Militar de Mislata y que, además, se encargan del tratamiento de los músicos que acuden a la consulta y que son objeto de seguimiento en reuniones regulares. Esto ayuda a paliar los efectos de uno de los males endémicos del músico: la eterna condición amateur, cuyos efectos pueden redundar con la misma intensidad en la carencia de una estrategia de comunicación adecuada y en la sostenibilidad de la práctica.

Este servicio público de atención médica no deja de ser una asistencia integral al músico profesional que abarca prácticamente todo el ámbito de patologías relacionadas con la profesión: de lesiones del sistema músculo-esquelético, como las habituales compresiones nerviosas o tendinopatías, hasta las alergias derivadas del contacto con las resinas de algunos instrumentos, pasando por otras de carácter psicológico, como la ansiedad escénica. Ubicado, además, en un lugar que podría servir de acicate para componer una canción de pop de reminiscencias ochenteras; cerca y lejos, al mismo tiempo, de cuatro frías paredes en un centro médico cualquiera.


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