VALÈNCIA. “Los placeres, comúnmente hablando, están mal opinados; los mira con sobresalto el escrupuloso; con desamor el serio; con ceño el triste; y con demasiada neutralidad el indiferente; pero a la verdad tienen poca razón unos y otros para ser tan descorteses con el regocijo”. La cita pertenece al número séptimo del Caxon De Sastre del aragonés Francisco Mariano Nipho (1719-1803). Con el ejemplar en la mano, impreso en Madrid, la directora de la hemeroteca municipal de València, Isabel Guardiola, comenta: “Yo les suelo decir a los estudiantes que nos visitan que éste es el primer blog”. Obra periódica, singular, en la que, como reza su título, el lector contemporáneo podía encontrar “montón de muchas cosas, buenas, mejores y medianas”, los pequeños tomos del Caxon De Sastre son una de las numerosas joyas de papel que alberga la instalación.
La hemeroteca municipal de València existe por un acuerdo plenario del 25 agosto de 1902. Ese día los regidores aprobaron que se instalara en el archivo municipal “una biblioteca de periódicos locales, así antiguos como modernos”. En el acuerdo plenario se indicaba además que la base debían ser los diarios que se publicasen en València, “completándose con los semanarios y revistas que se adquieran al efecto”. Ese día los concejales estaban llevando a la práctica una concepción de la prensa como prueba de vida o, como diría el editor del Washington Post Phil Graham, de que el periodismo es el borrador de la Historia; una idea entonces pionera. Por su pronta creación la de València ha sido testigo y notario de todo el siglo XX en la ciudad. Ante sus ojos no caben imposturas; ella sabe lo que pasó.
El nombre de estos archivos fue acuñado por el estudioso Henri Martin en el Congreso Internacional de Bibliotecarios, celebrado en París entre el 16 y el 18 de agosto de 1901. La de València nació al año justo de crearse el concepto, por lo que en puridad podría ser considerada una de las primeras hemerotecas del mundo, sino la primera. Biblioteca auxiliar del Archivo municipal, permaneció en el edificio del Ayuntamiento de València hasta 1975, año en el que fue trasladada a Hugo de Moncada, y 1979, fecha en la que encontró su destino en su emplazamiento en la plaza Maguncia.
Pese a ese carácter vanguardista, la hemeroteca valenciana empero no ha sido reconocida nunca como la primera del mundo, honor que se le atribuye a la de París, inaugurada en 1908 a instancias de una proposición de ley del diputado Paul Escudier, ni de España, reconocimiento que se le da a la hemeroteca municipal de Madrid, fundada en 1916 e inaugurada en 1918. En el fondo no importa. El valor de la hemeroteca es otro. El valor de la hemeroteca es ser memoria, que nada se pierda. El primer ejemplar de Las Provincias de 1866, el primero de El Mercantil Valenciano de 1872, recorriendo las estanterías de la hemeroteca municipal se confirma cuán cierta era la frase de Graham y cuán atinados estuvieron aquellos concejales que decidieron atesorar periódicos para que quedara constancia de todo lo publicado, y dar así fe de cuán cambiantes son en ocasiones los afectos.
Este viernes unos técnicos de la Diputación de València trabajan en una estancia preparando una exposición sobre el Consorcio Provincial de Bomberos. Repasan fotocopias y después fotografían los originales, que serán reproducidos en la futura muestra. “Ésta es la noticia”, dicen señalando una vieja fotocopia. La encuentran en el tomo y la llevan al atril acondicionado para que pueda ser captada en alta calidad. En la actualidad, explica Guardiola, son muy pocos los que acuden a consultar la hemeroteca, principalmente investigadores, aunque parte de ellos son extranjeros. “Cada vez hay más oferta de prensa digitalizada y a muchos no les hace falta venir”, constata.
Con todo, el fondo de la hemeroteca, con 6.293 títulos censados, 4.169 bandos y una colección de 8.824 llibrets de Fallas o publicaciones vinculadas al mundo fallero, hace que este archivo sea una mina de contentos para historiadores y sociólogos. Investigadores alemanes, italianos o franceses acuden de forma recurrente. Una de las últimas que se trasladó hasta las dependencias de la plaza Maguncia fue una especialista alemana que estaba preparando un trabajo sobre la Guerra Civil. Y es que en la hemeroteca se encuentran, por ejemplo, todos los números de periódicos como Fragua social, editado en València por la CNT durante el conflicto bélico, en los talleres de Las Provincias.
La relación de 'noticias particulares' de un ejemplar del 8 de octubre de 1790 del Diario de Valencia constituye todo un caudal de historias. “Un sargento de Inválidos, juntamente con su mujer, solicita su acomodo en alguna casa principal, para portero, comprar y acompañar a los Señores y todo lo que se ofreciere; vive calle del Hospital, casa número 21”. Con ejemplares datados en 1742, como una revista de arte italiana, la hemeroteca comparte espacio y sala con la Biblioteca Histórica, si bien no están juntas. La Biblioteca Histórica posee seis incunables que se hallan en el museo del Palacio de Cervelló. “Son propiedad de la biblioteca”, explica la técnico Rosa Gregori, “pero se guardan en el palacio por su relevancia”. Ella, junto a Belén Gisbert, son las responsables respectivamente de la hemeroteca y biblioteca.
Ahora que está en desuso el papel, que semana tras semana se certifica su muerte, los miles de ejemplares de periódicos y revistas que allí se encuentran, ordenados, contados, registrados, se convierten en testimonios directos de tiempos en ocasiones no tan pretéritos. Un anuncio de venta de pisos en un ejemplar de Las Provincias de 1978 da fe del valor de los inmuebles y los modos y rutinas de los negocios en aquellos años. “Gran apartamento, zona prolongación Paseo al Mar. 92 metros. (…) Inmejorable altura y orientación. 2.800.000 [pesetas, 16.828 euros] con facilidades”. Un reportaje sobre un jardín, un anuncio de vestidos de señora, cada libro, cada ejemplar que se abre es una ventana al pasado.
“Mira las grafías, las ilustraciones”, comenta Guardiola mostrando un ejemplar de El Fallero. Repleta de ejemplos, la hemeroteca municipal está a punto de alcanzar el límite de espacio de almacenamiento del que dispone. Con 898 metros cuadrados distribuidos en cuatro estancias del edificio, queda libre sólo la mitad de su cuarto depósito. De ahí que se esté planteando un traslado que se hace más apremiante por las condiciones de almacenamiento del edificio municipal. Un problema del que son conscientes en el Ayuntamiento de València y al que le están buscando solución. La hemeroteca municipal se trasladará a una edificación mejor habilitada. El primer candidato ha sido San Vicente de la Roqueta. Hace ahora un año los técnicos municipales visitaron el inmueble, en pleno proceso de restauración, y tuvieron un primer contacto sobre el que podría ser su nuevo destino.
Junto a la nueva sede, el segundo reto consiste en la digitalización de sus contenidos para hacer más accesible sus fondos a los investigadores. Un horizonte que Guardiola considera muy difícil porque precisa de “una inversión enorme”. Realista y pragmática, la responsable de la hemeroteca municipal se sentiría satisfecha con que cada año fueran digitalizando en torno al 10% de los fondos. Tras pasar años “muy duros”, en los que llegaron a estar sin dinero para suscripciones, Guardiola se muestra muy satisfecha por el apoyo que reciben desde la Concejalía de Acción Cultural, que depende de María Oliver, quien ha incrementado su presupuesto para compras y digitalización hasta 30.000 euros. “Antes no teníamos ni para comprar periódicos”, recuerda Guardiola. Todo un cambio de paradigma.
La revista victoriana Lady’s Pictorial, la española La Psiquis, periódico del bello sexo, los mismos bandos municipales como el de Simeón Solves sobre cómo debían comportarse los ciudadanos durante las fiestas de Carnaval, todo cuanto se ha publicado en València y mucho de lo que se ha publicado fuera de ella, permanece custodiado mientras la hemeroteca sigue creciendo; cada vez más lentamente, cierto, (“los periódicos tienen menos páginas, hay menos publicaciones”, enumera Guardiola), pero sigue creciendo. El traslado es insoslayable y más tarde o más temprano se tendrá que hacer. Atrapada en el interior de un edificio en cuya fachada vigilantes, cual cariátides, se hallan las esculturas de Gregorio Mayans (realizada por Nassio Bayarri), Juan Luis Vives (Alfonso Pérez Plaza), el padre Tosca (Esteve Edo) y Ausiàs March (José Cubells), la hemeroteca aguarda a saber cuál será su sitio.