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reflexionando en frío / OPINIÓN

Los falsos amigos de Feijóo y Mazón

29/08/2023 - 

Me decía mi padre el otro día que notaba muy callado a Feijóo en la constitución de las Cortes, que echaba de menos ese acento en verso que dota de un seductor romanticismo a cada una de sus intervenciones. Precisan por ahí que siempre nos gobiernan los gallegos, a lo mejor es porque una frase dicha por uno de Finisterre no suena igual que si la pronuncia uno de León. Un servidor se atreve a decir que Alemania es Alemania o que me gustan los catalanes porque hacen cosas y sería tomado por un pazguato, en cambio, en palabras de un santiaguino como Rajoy dan ganas de marcarlo en piedra con el ritmo dialéctico celta incluido. 

El caso es que el presidente del PP estaba descolocado hasta que la semana pasada el rey Felipe VI, designándole como candidato a la investidura, le dio una alegría mayor que las que se pegaba Juan Carlos I. El flamante líder del Partido Popular estaba pensando que quién le había mandado a él venirse a Madrid pudiendo disfrutar de la vida en Galicia; sentía los males y las ambiciones que defenestraron a su antecesor Pablo Casado. Menos mal que Carlos Herrera estaba de vacaciones y se ha tenido que posponer su obituario en forma de entrevista.

Los mismos que estaban afilando los cuchillos para rematar a Feijóo, mantienen los machetes alerta en su mano derecha mientras le dan una palmadita en la espalda con la izquierda. La designación del monarca ha abierto un armisticio en el seno del Partido Popular. Guardan las formas confabulando en sus adentros lo que hace semanas conspiraban en corrillos. Ahora que se abre la posibilidad de que se forme un gobierno de derechas, me gustaría saber si Esperanza Aguirre sigue diciendo que hay que cerrar filas en torno a Isabel Díaz Ayuso. Ella por lo menos tuvo la valentía de decir en público lo que muchos confesaban en los off the record cafeteros. Es el momento de ponerse las caretas y de aparentar lealtad cuando por detrás te acuerdas hasta de la madre de Feijóo.

Esta hipocresía me recuerda a la que rodea al entorno del presidente Carlos Mazón. Semanas después de ganar las elecciones y días antes de tomar posesión de su cargo, tomé café con varios miembros de su formación que despotricaron de su manera de restaurar la estructura orgánica del PPCV y de las listas electorales con la que se presentó; me confesaban que el partido estaba roto, que había mucho malestar por las designaciones y con la manera con la que se había consumado la OPA hostil a Ciudadanos. Eran todo pataletas inofensivas, desahogos de diván. En las fechas posteriores, cuando Mazón ya había tomado posesión, los mismos que habían criticado de boquilla su figura subieron a las redes sociales fotografías con él diciendo lo guapo y lo bueno que era. 

Va a ser verdad eso de que el poder es el mejor pegamento. Cola acuosa y de mala calidad, esa que compras en los todo a 100 como medida de urgencia para ayudar a tu hijo a hacer el collage para artística, pero te saca de un apuro, y al fin al cabo, cumple su función. Sentí lástima por el cinismo en política, ese del que alerta Tom Duffy, jefe de campaña del candidato republicano, al talentoso Stephen Myers en Los idus de marzo. El poder conlleva asumir la profunda responsabilidad de estar sólo, asimilar que la mayoría de los que dicen ser tus amigos no lo son. Desde que Mazón fue elegido candidato a la presidencia de la Generalitat me he encontrado con más de veinte personas que presumían de poderle llamar Carlitos porque decían conocerlo desde pequeño. Un poco más y hasta le han criado ellos. Siempre me he preguntado como hubiera sido de no haber ganado, seguramente tendría más conocidos que amigos.

Somos así, en la sociedad líquida en la que vivimos nuestras relaciones se alteran en función de las circunstancias. Hace cuatro días, Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, se paseaba por el mundo a placer con gastos pagados, cobrando un sueldo que dobla al del Presidente de Gobierno y nadie decía nada. Ha sido ahora, cuando la masa enfurecida y puritana se ha escandalizado por un beso cuando todos piden su cabeza. Sólo cuando su figura estaba abrasada y fuera de juego se ha tenido la falsa valentía de sacarle la tarjeta roja, hasta entonces todos miraban para otro lado y se reían de sus payasadas. Ahora ya nadie querrá ser su colega.

Y usted, ¿cuántos amigos tiene?         

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