VALÈNCIA. El mismísimo Ignacio Pinazo estará dejando su firma en las paredes de València próximamente. El pintor valenciano, fallecido ahora hace 106 años, abraza el arte urbano e imprimirá su firma en el puente de la Alameda. En realidad, lo hará a través de otra obra de arte, de un dispositivo: una pelota de futbol. LUCE, artista también, pero vivo en este caso, ha impreso sobre la superficie del balón la firma de Pinazo (como si él, joven, le hubiera pedido una firma a un ídolo). Con la acumulación de polvo, el chutar este y golpear a una pared, se genera la marca de la firma en una pared, como si fuera un grafiti.
Pinazo se las ve, en 2022, con los nuevos artistas urbanos. Y es que en realidad podría ser uno de sus precedentes. Así lo sostiene Pinazo en el espacio público, una muestra de la Galería 6 que recoge desde garabatos hasta pinturas del artista con su mirada sobre la cotidianidad de las calles valencianas en el siglo XIX. Detalles del callejero, escenas microscópicas y una mirada lateral que no escapa de su contexto pero que sí lo esquiva en la centralidad de sus obras.
Un piso más abajo, LUCE ha instalado, en una mesa, los enseres básicos para pasar el verano en el IVAM trabajando. Lo hará bajo la sombra de Pinazo, y precisamente, dialogando con su obra. Estudi Obert es una propuesta de laboratorio que combina una retrospectiva expositiva con algunas de las obras más destacadas de LUCE —todo su trabajo se enmarca en el espacio público— y la propuesta de enseñar al propio artista pensando y creando, con la premisa de hacerlo a partir de la muestra de Pinazo.
No lo va a tener difícil, porque los dos artistas han hecho match a partir de esta propuesta. José Ignacio Casar Pinazo, de la Casa-Museo Pinazo, confesaba ayer que hasta entonces no conocía el trabajo de LUCE, pero que encontró rápidamente las conexiones con la propuesta de su bisabuelo: “comparten un interés mutuo por la observación de las acciones y hábitos colectivos que se dan en el espacio público”.
Pero en realidad, es mucho más que eso: comparten una ética y un hacer común. No solo València es el objetivo de su mirada, sino que buscan pensar la ciudad desde una periferia que sea visible por el público. Se trata de buscar las zonas oscuras que no alumbran los focos en ese escenario que es una gran ciudad. A veces en lugares inóspitos, pero otras muchas, releyendo un espacio muy frecuentado y fijando la mirada en el uso que les damos. “Pinazo, como LUCE, cogía sus herramientas y salía a calle a ver qué pasaba. Cuando hacía una obra sobre una misa y no sacaba el portón de la iglesia sino a la gente saliendo, es una muestra del interés sobre las microhistorias”, explicaba Casar Pinazo.
Al igual, LUCE lee la ciudad poniendo el acento en aquello que la ciudadanía pasa de largo. Unos botes abandonados en la calle con muestras de pintura sirven para imaginar maquetas de cómo sería la casa a partir de un simple etiqueta —“habitación de Elena”—, las gomas que dejan los trabajadores que cambian los mupis se convierten en fósiles de la automatización de su tarea, los toldos abandonados de aquellos lugares que fueron pero que ya no son se intervienen para subrayar, precisamente, que no han estado toda la vida allí, sino que como las personas, los elementos de la ciudad también nace, crecen, mueren y se acumulan.
La cartografía urbana de LUCE parte de entender la ciudad como un juego y, a su vez, tomársela muy en serio. Una mirada dispersa pero lúcida, que le encuentra porqués a las cosas que suceden en la calle. Con la ética de entender su lugar y no hacer de su obra una boutade ni contra aquellas personas que habitan, desde la pobreza, esas periferias, ni buscando ser una pretendida provocación contra la autoridad que le haga ganar titulares. LUCE pone el acento en la palabra en vez de transformarla, e intenta, a través de activaciones sencillas, ser cronista de otra ciudad.
Todo esto resume la retrospectiva, que reúne el trabajo de muchos años de exploración de la ciudad. Y Pinazo, de fondo, observa su interés por el dibujo, su mirada humanizadora —a pesar de que LUCE no representa a personas en sus obras—, y el entusiasmo por aprovechar el espacio público en el que se enraíza.