VALÈNCIA. Lucrezia Bori es una de esas mujeres a las que la vida les dio una gloria a su medida. Nacida en Valencia con un extraordinario don para el canto, vino al mundo como una auténtica celebración, el día de Nochebuena de 1887 en la calle Pelayo de Valencia. Lo hizo en el centro de una ciudad efervescente que localizaba, en ese mismo barrio, lugares tan emblemáticos como el Trinquete de Pelayo, donde los mejores jugadores de pilota se daban cita.
Lucrecia Natividad Borja González de Riancho era hija de una cántabra y de un comandante de infantería. Al poco de nacer, toda la familia marchó a Burriana. Según sus biógrafos fue allí donde comenzó a desarrollar su pasión musical dentro de un coro local. Cuando tenía sólo 6 años tuvo lugar su primera actuación: en la Universidad de Valencia se celebraba un acto que homenajeaba a los niños que se habían quedado huérfanos por la Guerra de Cuba. En aquella primera actuación llamaría la atención de todo el mundo.
Volvió a Valencia para formarse con el maestro Lamberto Alonso en el conservatorio de Valencia. Cuentan que fue Emma Calvé, otra gran artista de la época, la que recomendó que cambiara su apellido a Bori, uno de los más conocidos de la historia italiana y valenciana. Se fue a Milán para ser formada con Melchor Vidal, el tutor que daría forma a tantas otras estrellas como Elvira Hidalgo que acabaría siendo la futura maestra de Maria Callas. Con sólo 20 años debuta con enorme éxito en Roma. Después llegaría Nápoles o París y, sobre todo, Nueva York, la ciudad que le acogería.
Corría el año 1910 y Lucrezia –para entonces ya se había cambiado la c de su nombre por una contundente z que dotaba de personalidad a su nombre artístico- se examinaba en París por los integrantes del MET, es decir, de la archiconocida Metropolitan Opera House . Entre los examinadores se encontraban, nada más y nada menos, que Puccini y Toscanini. Aprobó, por supuesto. Fue seleccionada para el Manon Lescaut de París y de ahí fue directamente al Metropolitan de Nueva York, gracias a un contrato de Gatti Casazza. Se estrenó en la temporada 1912-1913 con Enrico Caruso como acompañante.
Llegó entonces el éxito fulgurante y a Lucrezia la reclamaban de todos los teatros del mundo, incluidos los españoles: el Teatro Real de Madrid, el Principal de Valencia o el Liceu de Barcelona pugnaban por conseguir su talento. Sin embargo, ninguno lo consiguió. Lucrezia sólo realizó dos recitales privados en 1915 en Valencia y otro en 1928 para los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia en el Palacio de Miramar.
En el año siguiente, en 1916, la prensa recoge la recepción que Lucrezia ejerció sobre el famoso pianista polaco-estadounidense Rubinstein. En el artículo de Rafael Polanco Olmos La crítica musical en la prensa diaria valenciana: 1912-1923, publicado por la Univèrsitat de Valencia, se recoge lo siguiente:
La fama de Rubinstein arrastraba tras de sí a un público multitudinario y heterogéneo. El artista se jactaba de tener mucho éxito con las mujeres y de que su mirada fijada en el bello rostro de una dama le ayudaba a concentrarse. En el concierto al que se refiere esta crítica, celebrado el 19 de diciembre de 1916, contó con la presencia de una espectadora de excepción, la soprano valenciana Lucrecia Bori. Ignacio Vidal lo relata:
Ayer tarde estaba pletórico de concurrencia el salón del Conservatorio de Música. No hubo hueco ni rincón que no fuese aprovechado, y como muchos querían ver de cerca las maravillosas manos de Rubinstein cuando pulsa el teclado, la plataforma se llenó por completo de damas y señoritas para convencerse del arte mágico y sobrenatural por lo extraordinario de su ejecución. Entre aquella corte de bellezas que rodeaba al singular artista polaco, se destacaba nuestra paisana la gentil y eminente soprano lírico-dramática señorita Lucrecia Bori, que está aquí junto a sus padres, reponiéndose de sus campañas en los grandes teatros mundiales.
Una de las anécdotas más famosas se recoge en el libro Capone: la vida y mundo de Capone, publicado en el año 1992. Allí explicaba que Bori quiso conocer a Capones a través de George Jessel, un actor de Broadway. Parece que el encuentro nunca se produjo pero tras la actuación veraniega de la diva en Ravinia Park, recibió una caja de champagne francés con una dedicatoria de Al Capone. Ciertamente, las relaciones de Bori con hombres famosos de la época fue extensa, sobre todo, con otros dos valencianos que triunfaron en Estados Unidos: el escritor Blasco Ibáñez y el arquitecto Rafael Guastavino.
La cantante vivió su peor momento en el año 1917, cuando apenas había entrado en la treintena. Una lesión de cuerdas vocales le obligó a guardar silencio durante casi cuatro años, alejándose por completo de los escenarios. Sólo su tesón y el tratamiento recibido por el médico personal de Caruso propiciaron el milagro de su recuperación. Se retiró en el año 1936 y fundó la Sociedad de Amigos del MET.
Nunca se separó de la ciudad de nacimiento: Valencia. El 15 de abril de 1958 organizó una gran gala benéfica para recoger dinero por la catástrofe de la gran riada que sufrió Valencia.
Murió en el 1960 a causa de un derrame cerebral. Medio año después, sus restos llegaron a Valencia e instalaron su capilla ardiente en el Palacio del Marqués de Dos Aguas. Toda la ciudad fue a recibirle como merecía, una de las valencianas más internacionales.