VALÈNCIA. Roto Abierto (Broken Open) es el título de la muestra colectiva que se presenta en la galería Luis Adelantado a partir del 27 de mayo y que reúne trabajos de trece artistas. La idea en torno a la cual se ha construido el proyecto es la intriga abordada como enredo, embrollo o nudo que actúa como hilo conductor del que tirar para recorrer con el cuerpo del espectador los diferentes espacios de la galería. La serie de textiles, esculturas, objetos, fotografías, instalaciones y piezas audiovisuales que encontraremos en sus salas desencadenan relatos dispares en los que la imaginación y el placer especulativo son los protagonistas.
La naturaleza se presenta como un lugar perturbador donde lo inesperado puede suceder. Kristin Wenzel concibió la serie titulada Danza de la carne durante los paseos campestres que realizó en los meses más duros del confinamiento, en los que sustituyó la falta de socialización y el flirteo por la exuberancia y el misterio que ofrecían los bosques y sus habitantes. En sala se podrá ver una selección de piezas de este conjunto, compuesta por obras escultóricas de cerámica que emulan orquídeas con lenguas carnosas y coloridas, con agua escurriendo por sus cavidades. Objetos inertes, sin fruto, jugo ni abeja en su interior, pero que, sin embargo, propulsan deseo e imaginación, atraen y repelen al mismo tiempo.
El barroco es un término que toma su nombre de una perla irregular —la perla berrueca— y es entendido como fuerza transhistórica y expresiva de formas híbridas, en continua metamorfosis con el presente, plural y llena de grietas, de bordes difuminados y perspectivas deformadas. Una vuelta a lo rural y lo pagano, al caos primigenio, a lo esencial. Así lo sugiere la instalación de Wenzel, pero también se puede aplicar al trabajo de las artistas Mónica Mays y Mercedes Azpilicueta, las cuales emplean dicha estrategia para exaltar los sentidos y oponerse vivamente a las limitaciones del significado. Ambas apelan a una especie de nuevo mundo barroco en el que la inestabilidad y la proliferación anulan la idea de la verdad o del relato único. Estas dos artistas, que comparten sala de entrada, tienen también en común una clara intención de recuperar técnicas artesanales asociadas al ámbito femenino que, a su vez, han funcionado como canales de expresión clandestinos y formas de resistencia.
Mónica Mays presenta dos piezas tituladas Tending Towards (Tendiendo hacia). Se trata de dos cuerpos rellenos de lana y capullitos de seda que asemejan camas con cabeceros de elementos abigarrados deformados y apariencia orgánica. Son piezas de formas mutables que evaden la clasificación en las que elementos animales y vegetales toman formas domésticas antropomorfizadas. Una presencia desbordada, entre estados, en aparente proceso de decadencia y descomposición entendida como espacio de fertilidad, porosidad y contaminación.
Mercedes Azpilicueta presenta dos grandes telas bordadas de seda natural bicolor y lino. Sobre ambas la artista ha cosido apuntes a modo de dibujos, figuras claves y elementos que confirman la partitura para una acción mayor, a la vez que escenas de gran intimidad sin linealidad alguna. Una de ellas lleva la inscripción À mon seul désir (A mi único deseo), una cita que hace referencia a la Dama del Unicornio que habita en silencio los tapices medievales que visitó Mercedes en el Museo de Cluny de París. La otra tela lleva cosida la palabra “Ruda” en referencia a una planta a la que se le suponen poderes protectores y abortivos, utilizada en rituales mágicos desde la antigüedad y que en latín significa rupta, un camino empedrado, despejado o roto.
Un conjunto, compuesto por elementos de metal detalladamente pintados que emulan restos de maleza salvaje y colillas de cigarro, se encuentra desplegado en el suelo de una de las esquinas de la entrada de la galería. Álvaro Urbano crea instalaciones que consideran al espacio y a sus moradores como posibles coautores de una narración. Suele tomar como puntos de partida la arquitectura, la ficción, el teatro y la heterotopía (espacios “otros”, perturbadores, contradictorios). En este caso, se activa un paisaje mental, onírico y sensible; una experiencia de inmersión en la que el espectador debe completar el relato.
No solo las fuerzas vitales asombrosas fluyen a través de los fenómenos naturales (flora, fauna, cuerpos), también los objetos ordinarios pueden sufrir todo tipo de encantamientos y ser modificados con la combinación adecuada de palabras. Para Marius Engh, las cosas tienen el poder de retener y ofrecer información, pero también de generar nuevas lecturas en otros contextos y, con ello, de producir desplazamientos de las narrativas culturales oficiales. En esta ocasión presenta cuatro imágenes fotográficas de la serie Double Fantasy, título que emula al del séptimo y último álbum que hicieron juntos Yoko Ono y John Lennon en 1980. La pareja aparece fotografiada en Gibraltar el día de su boda, en 1969, en un pequeño sello en cada fotografía de la serie, donde interiores irregulares de cuevas teñidas de colores y texturas muy marcadas nos llevan a una realidad paralela.
Leticia Ybarra es poeta, artista y comisaria. Sus trabajos más recientes realizan una investigación tanto formal como poética en torno al discurso y al gesto desplazado como posible estrategia queer, permitiendo el exceso de significados. I Shouldn’t Say Cat reúne dos objetos extraños que simulan muñecos de ventrílocuo cuyo cuerpo soporta la cabeza y las garras de un gato. Con estos elementos se activan diversas historias alrededor de la figura del bailarín de los Ballets Rusos, Vaslav Nijinsky, un personaje fascinante, cuya relación con Diaghilev —director de los Ballets, además de su jefe y amante—, estuvo marcada por una confusión entre poder y sumisión, muy presente en la ventriloquia que, a su vez, generaba una acumulación de deseo y erotismo que el bailarín plasmaba en escena con una carga homosexual contestada por el público, que se refería a él como “medio gato” y “medio títere”.
La cortina y las gorras de Ana Martínez Fernández se distribuyen por el espacio en un vaivén poético que queda en un limbo donde las palabras se escurren. Son propuestas escultóricas que desplazan narrativas sociales en toda su complejidad. Los objetos elegidos tienen la capacidad de ocultar y mostrar. Ambos presentan un evidente aspecto decorativo, de artificio: nos protegen del exceso de luz a la vez que nos sirven para mirar sin ser vistos. Ese ver y no ver, esconderse y mostrar, acontece también indirectamente en los mecanismos del deseo y la intimidad.
Yann Sérandeur muestra cuatro impresiones U.V. sobre aluminio pulido
que simulan espejos con diversos marcos, sin reflejo, generando cierta frustración en nuestro encuentro con ellos. El espejo, más allá de su función cotidiana, encierra múltiples intrigas. Asociado a la luna y al agua, ha sido considerado un intermediario entre el mundo visible y el invisible; objeto recurrente en cuentos y leyendas, relacionado con la superstición, la magia y la adivinación, reveladores de la verdad o portadores de mala suerte. Construir un relato podría ser aquello con lo que se completan huecos, dando sentido a un conjunto de acontecimientos cuyas fuentes documentales han sido olvidadas.
En la tercera sala se encuentra Loose Ends (cabos sueltos) una película de la artista-investigadora Esperanza Collado. Un proyector lanza una serie de imágenes yuxtapuestas y objetos recurrentes que recuerdan al cine surrealista. El ritmo es pausado, la estructura discursiva no se acoge a la linealidad y la atmósfera onírica deja al espectador suspendido en un estado de ilusión. La proyección queda acompañada de una serie de elementos que hacen reverberar cuestiones sobre las que la autora viene trabajando durante los últimos años: la performatividad del lenguaje y la escritura, los aspectos fenomenológicos del medio, las potencialidades espaciales, escultóricas, políticas, sociales y coreográficas del cine al final de la era del cine, o la desmaterialización del medio en las prácticas artísticas actuales.
Alfredo Rodríguez muestra tres trabajos en los que la fotografía se presenta en sus múltiples procesos como pura alquimia y el cuerpo humano como protagonista. Instantáneas de diferentes partes del cuerpo de la mujer con la que comparte su vida desde hace más de veinte años son la base de su investigación. Una de ellas recoge los métodos personales para trabajar la holografía, en este caso tratando la emulsión holográfica como si fuera una emulsión fotográfica. Una obra que contiene imágenes que aparecen y desaparecen, mutando a su vez los colores y las formas. En otra sala, una pieza muestra los sugerentes resultados fotográficos experimentales obtenidos a partir del uso de luz láser sobre esculturas holográficas. En la tercera expone un gran collage que muestra un cuerpo fragmentado, transformado, mutante.
Víctor Santamarina presenta una instalación de suelo realizada a partir de un acople de varios charcos de aluminio que han sido formados por parches vertidos, goteras, mareas y flujos multidireccionales que convergen. Son resultado de una exploración intuitiva y sensorial en la que el artista y su cuerpo junto a los materiales establecen una peculiar negociación. La pieza se despliega en toda su potencia a partir del material y su uso poético, mostrando una cualidad más espacial que objetual, a la vez que dando un espectro de reflejos amplio, respondiendo a la luz del entorno.
M Reme Silvestre expone objetos y materiales que de manera perturbadora actúan a modo de huella de acoples, contactos y roces de prótesis y cuerpos contemporáneos. Sin título (barandilla) está compuesta por cubre-brazos hechos a partir de material técnico solidificado con resina y hace referencia a volúmenes corporales a través de su ausencia, metáfora del cuerpo como recipiente. Las pequeñas piezas de los filtros con pelos también apelan a los rastros del cuerpo vulnerable, controlado y sometido por las exigencias de producción del sistema actual.
En la sala superior se podrá ver la pieza audiovisual Palais, rodada por Alex Reynolds. Un cuerpo guía a través de un recorrido sigiloso y apresurado, nervioso, por las laberínticas dependencias burocráticas de un edificio monumental del siglo XIX: el Palacio de Justicia de Bruselas. La intriga se despliega a través del juego que propone la artista, alterando las convenciones del relato y nuestra apreciación, desafiando las estructuras de percepción, avivando la curiosidad del espectador, que proyecta y completa el trabajo. La instalación está acompañada por un díptico a lápiz que plasma parte del recorrido en plano bidimensional.
Broken Open (Roto abierto) plantea narrativas dispares distribuidas por el espacio con la intención de poner en suspenso los automatismos de nuestra comprensión, disfrutar del exceso de significado y del ornamento del propio nudo narrativo. Una especie de anarquismo mágico lleno de simbolismo cruzado que aspira a escapar de la excesiva claridad de la explicación unívoca. Los trabajos proponen un merodeo lleno de ambigüedad y de capas que rasgan la superficie para mirar qué hay detrás del plano comunicativo de las piezas; un recorrido que viene y va, de abajo a arriba y vuelta a empezar.