Con toda sinceridad les digo que no soy de los que detestan o critican a la Villa y Corte, además las pasiones que levanta la rivalidad futbolística no me afectan, y Madrid en sí misma me parece una ciudad moderna, abierta, tolerante y acogedora
Dicho lo cual, creo que la expresión que murmuró Pablo Iglesias cuando llegaba con 21 minutos de retraso a su encuentro con el presidente en funciones, Mariano Rajoy, nos viene muy bien a los valencianos. Me atrevo a decir que es muy gráfica, y en esta semana hemos podido comprobarlo en primera persona. De nuevo dos temas que afectan a nuestra deuda y nuestras infraestructuras estratégicas fueron noticia: la deuda del Consorcio Valencia 2007; y el Corredor Mediterráneo.
Muchos de los temas centrales del debate político en España llegan a parecer irrelevantes por la cantidad de veces que se repiten, bien sea a través de declaraciones solemnes de nuestros representantes públicos, bien en cientos de artículos y tribunas publicadas en los medios de comunicación. Nos enfrentamos a la invisibilidad, llegando a parecer cansinos que diría José Mota, pese a estar hablando de asuntos capitales y sobre los que los cinco millones de habitantes de la Comunitat, están siendo marginados, ignorados y hasta maltratados.
En estos días de agobiante calor y mientras en el Congreso de los Diputados se reunían los líderes de los partidos políticos en un teatro que puede acabar como hace unas semanas –Dios quiera que no tengamos que volver a votar–; volvía al debate público la deuda del Consorcio Valencia 2007 con la administración central a través de un crédito del ICO –Instituto Crédito Oficial que en su día presidió Aurelio Martínez, actual presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia–, cifrada en 313 millones de euros y que parece que el Estado empieza a dar muestras de que la asumirán al considerarla inasumible, prueba de ello, el Tesoro ha provisionado la deuda íntegra.
En este asunto no pueden ser más acertadas y justas las palabras del alcalde de Valencia, Joan Ribó que manifestó: «El Estado sólo tiene que hacer lo mismo que con las Olimpiadas de Barcelona, la Expo de Sevilla y la Expo de Zaragoza, que sí sufragó, por ser eventos que proyectan una imagen global de España. Los valencianos merecemos el mismo trato que el resto de ciudades que celebraron grandes eventos. Así lo hemos reivindicado desde el nuevo gobierno municipal, y así lo seguimos haciendo».
El otro asunto que ha tenido especial protagonismo ha sido la necesidad de poner en marcha las infraestructuras ferroviarias, especialmente la conexión Sagunto-Zaragoza y por supuesto el Corredor Mediterráneo. Tanto el alcalde como el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, fueron contundentes en sus intervenciones ante la ministra de Fomento en funciones, Ana Pastor, que visitó las instalaciones del nuevo muelle de Noatum en el Puerto de Valencia. Prometió 40 millones para la conexión con la capital aragonesa y reivindicó la inversión de más de 6000 millones en el tercer hilo del Corredor. La realidad es que entre nada y poco, mejor es poco pero entre lo justo y lo injusto hay una gran diferencia, y el estado central está siendo históricamente, injusto con los valencianos.
La unión de la sociedad civil, la cohesión de los diferentes colectivos es imprescindible para obtener lo que en justicia merecemos, y así lo recordaba en una reciente conversación con el abogado Juan Valero de Palma respecto al tema de la financiación y las infraestructuras, donde también recordamos que en su día fundó junto a otros valientes el Foro Cívico Valenciano para reivindicar la llegada del AVE a Valencia. La eterna lucha de las periferias ibéricas frente a la estructura radial de la red de trenes española que prioriza absolutamente el paso por Madrid y deja desatendidas conexiones tan fundamentales para el desarrollo social y económico como la de Valencia-Barcelona. Hagan la prueba, pongan en Google ‘conexión Valencia Barcelona’ y las primeras entradas se refieren a viajes en autobús, en julio de 2016 señores.
Por estas discriminaciones que siempre sufrimos y quizá sobrellevamos gracias a (o por culpa de) nuestro meninfotisme, estamos en condiciones de afirmar: ¡Madrid me mata!. Pese a todo seguimos siendo una tierra llena de gente creativa y emprendedora, y en esa zona que acapara algunas de las reivindicaciones más importantes, tenemos el mejor ejemplo con la Marina de Empresas que fue el primer paso para convertir la fachada marítima de Valencia en un polo de atracción académica, empresarial y tecnológica, además de un referente en el ocio y la gastronomía mediterránea.