València es uno de los destinos escogidos por jóvenes de toda España que aspiran a hacer carrera en las cabinas de pinchadiscos. Este tipo de formación, que hace diez años no existía, hoy se imparte en centros privados, módulos de FP e incluso en universidades como Berklee
VALÈNCIA. Hace poco más de diez años, cuando un joven quería convertirse en pinchadiscos tenía básicamente una vía para conseguirlo: observar a los mayores y aprender de forma autodidacta. La primera cantera española de djs españoles de música electrónica construyó con sus propios medios una carrera profesional que todavía no era oficialmente considerada como tal. Algo que no debe extrañar, teniendo en cuenta que la producción de música electroacústica y electrónica, que en Europa cuenta con importantísimos referentes académicos desde hace décadas, en España se ha desarrollado siempre al margen de la red oficial de conservatorios.
Nacho Marco pertenece a esta generación de pioneros que tuvo que buscarse la vida para aprender a pinchar discos, mezclar y producir. Veinte años después, ha debido hacerlo de nuevo para enseñar a sus alumnos una materia educativa antes inexistente. Actualmente imparte clases de dj en tres centros sumamente diferentes: la sede de Berklee València (que integra la asignatura dentro del Master in Music Production, Technology and Innovation); es profesor especialista en el Instituto La Marxadella de Torrent del curso de Vídeo Discjockey y Sonido (título aprobado en 2012 por el Ministerio de Educación), y por último también forma parte de la Roland Cloud Academy, donde imparte clases cortas por videoconferencia. Marco fue de hecho el profesional de los platos al que contactó la Conselleria de Educación hace seis años para preparar a los profesores de este título oficial, que incluye también materias de gestión empresarial, para inculcar nociones sobre modos de contratación y marketing personal enfocado a djs. Echando la vista atrás, Nacho Marco reconoce lo mucho que ha cambiado la profesión: "En mi época no había clases de nada. Yo me formé a base de apuntarme a cursos de piano, de midi, de armonía... Pero no había ninguna formación específica de música electrónica. Ahora no solo existe una mayor oferta de cursos de todo tipo (oficiales y no oficiales, para noveles y para gente profesional que quiere perfeccionarse), sino que muchos candidatos se quedan fuera por falta de plazas. No sé si ahora existen más salidas laborales que antes, pero creo que el hecho de que haya discjockeys en las listas Forbes es también un aliciente para mucha gente joven".
La demanda creciente de este tipo de formación ha animado a escuelas de música instrumental como Yamaha en València a abrir el campo a la música electrónica. Allí por ejemplo se imparten en estos momentos dos cursos diferenciados: el de dj profesional y el de DJ Live Set, ambos de seis meses de duración. En todo caso, los pioneros en este campo fueron los estudios de grabación Millenia, que hace diez años decidieron incorporar a sus actividades docentes la llamada “dj school”, dirigida a distintos niveles (iniciación, profesional) y diferentes géneros musicales; el curso especializado en Bass Music -impartido por Dj Rasty, de Beauty-Brain- está orientado a estilos más recientes como el trap, dubstep, EDM y bass-house, mientras que el de Música de Club se centra en las técnicas más utilizadas para mezclar house, techno, y subgéneros como el Deep y el tech-house.
Esta escuela valenciana fue además la primera en España en dotar a cada alumno de una estación completa con los tres principales sistemas que hoy en día tienen a su disposición los pinchadiscos: tocadiscos de vinilo, controladoras (un dispositivo con dos consolas que ayuda a mezclar utilizando un software) o reproductores de CD o MP3 (que son la opción más empleada por los profesionales). Desde la primera edición, han pasado por Millenia cerca de 500 alumnos procedentes de toda España e incluso de Sudamérica. Según apunta uno de los profesores, Josep Bru (conocido como “Txuqui” en los círculos de la música de baile), “suelen ser clases muy mixtas, en las que se juntan desde chavales de 17 años que siguen estilos muy nuevos como el trap y el EDM y a los que el vinilo les resulta completamente ajeno, hasta personas de 40 años que han vivido la Ruta del Bakalao y tienen una cultura musical muy distinta". Desde su punto de vista, el incremento de alumnos jóvenes se debe en parte a un cambio en la percepción que tienen los padres de la profesión de dj. "La música electrónica se ha popularizado muchísimo. Antes era una corriente más contracultural, cerrada a fiestas y clubs nocturnos. Ahora la gente joven va mucho menos a discotecas, lo que les gusta son los festivales de verano diurnos como Tomorrowland y siguen a los djs que admiran a través de videos de Youtube. Además, los padres de ahora ven con mejores ojos este tipo de profesión. No les parece tan oscura".
En este tipo de cursos, sobre todo los más cortos, el programa se centra en aprender a utilizar el material técnico y aprender a mezclar distintos estilos. ¿Es diferente la complejidad que entrañan unos de otros? "En realidad son todos más o menos igual de difíciles de dominar, excepto la técnica del scratch en el hip hop -opina "Txuqui"-. Lo que de verdad te convierte en un buen dj es tu personalidad; es decir, seleccionar buena música, saber ponerla en el momento adecuado y adaptarte a la gente que tienes delante para transmitir emociones". Sin embargo, en opinión de Nacho Marco el rock, el funk, el reggae y el dub son los géneros más difíciles de trabajar, por el hecho de que cuentan con baterías analógicas (donde el factor humano impide por lo general la precisión absoluta) en lugar de cajas de ritmos electrónicas. "El beatmatching es mucho más difícil de hacer; tienes que conocer muy bien cada canción para saber el momento exacto en que se descoloca el ritmo, para empujar el disco con los dedos y que no se te vaya la mezcla".
"Yo en las clases de Berklee introduzco mucha teoría e historia de la música de baile, además de la parte técnica, en la que tengo que explicar desde cómo se calibra un plato hasta cómo funcionan todos los botones de una controladora -añade-. También le doy importancia a la parte psicológica de esta profesión. Cómo leer las expresiones de la audiencia; cómo reconducir una sesión en base a ello, o incluso cómo reaccionar ante las inevitables peticiones del público (que siempre hay que rechazar, pero de manera educada). Otro aspecto interesante es enseñar a controlar el pánico escénico. Siempre aconsejo disimular y tirar para adelante siempre, aunque hayas metido la pata. Hay que mantener el temple. Al fin y al cabo, esto es una interpretación, igual que cuando un guitarrista sale al escenario. El dj tiene que tener una actitud artística en todo momento".
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