VALENCIA. Hemos vuelto. Hemos vuelto a todo. Hemos vuelto a casa. Hemos vuelto al tajo. Hemos vuelto a verlas venir desde el desayuno y, al menos, hasta la cena. Hemos vuelto a septiembre, ese mes en el que la gente te contesta con cara de lechuga iceberg. A veces, sólo a veces, parece que al menos no han abandonado el tomate diario. El primer lunes del año, el primer jueves del año, el primer 'finde' para limpiar todo, para mirar con el ceño fruncido la ropa que nos cabe y aplastarnos la sesera con preguntas trascendentales. A veces, entre tanto, hasta abandonamos el amor y la única y más sencilla de las razones es la de querer abandonarnos a nosotros mismos ante la certeza de que nos encontramos en el momento más alejado de esos ratos de libertad que acabamos de vivir.
Es así. Es fatal. Jesús (Terrés) diría que es una mierda. Nos quedan pocas certezas entre tanta falta de confianza. Nos quedan pocos recursos como para no pegar un volantazo. Y todo esto lo digo porque, si algo nos queda, es el placer de la comida. La de nuestra díscola dispensa, en casa ajena, de visita biológica, pero también entre semana, fuera de casa. Es imposible aceptar tanta realidad, el sopor y el calor que no se ha ido -ni mucho menos-, sin intercalar algunas alegrías sensoriales en la bóveda bucal. Ahí hay que ir. A exaltarse un miércoles, a hacerle una peineta al lunes, a llamar a los gimnasios para dar nuestro nombre completo y recordarles que no cuenten con nosotros.
Para el día día, para soportar la jornada partida -ésta ha vuelto en algún caso, pero prosigue en el mío-, necesitamos recursos acorde a nuestras posibilidades. Y ahí tiene mucho que ver esta sección en la que, desde que la Guía Hedonista es lo que es (¿qué es?) nos empeñamos en darnos una alegría hasta 12,90 euros. La cifra llegó de forma arbitraria, como casi todo lo importante en la vida, pero bien que nos hemos puesto las botas y hemos reservado al menos un día cada semana para comer bien. No pedimos más, porque ya es mucho. No pretendemos besar los cielos de la gastronomía avanzada. No catapultamos a nadie y no hacemos crítica de sus manteles. Comemos bien, de diario, con la sana prohibición de descartar cremas de tetra brick, rúculas de bolsita o postres ultracongelados.
El primer capítulo de esta nueva temporada es como una bombona de nitrógeno para el peor de tus días. Ese en el que has llegado a la hora en la oficina, tenías cinco tareas ("para antes de las 14h, tete") y dos llamadas y tres mails han aplazado cualquier planificación a una tarde que se presume interminable. Entonces, como un borrón antes de pedir la cuenta, nos desplazamos hasta la calle Cádiz. Hasta el número 21. Allí, una pizarrita, reza: "no volverás a comer una pizza de Telepizza nunca más". El atrevimiento, en estos tiempos en los que dos de cada tres restaurantes de Valencia se decoran en Derribos Andrés, invita a entrar en Mangiamo!.
Muchos reconocerán el nombre -desde hace años- como solución de pizza take away. En concreto desde 2008, cuando Ruzafa era un barrio sediento de aceras y hambriento de propuestas gastronómicas más actuales. "Cuando abrimos, literalmente, éramos tres en la calle", apunta Salvo, socio junto a Filippo de este restaurante italiano. Nació con la vocación de hacer comidas "para el barrio. Llegamos en 2007 y pensamos que era un sitio maravilloso, que podía convertirse en lo más moderno".
De inicio, el dúo de italianos sólo hacía comidas para llevar. "Ni siquiera llevábamos a domicilio", apunta Salvo, y explica su modelo de restaurante: "nosotros poníamos una cantidad enorme de ingredientes disponibles y el cliente elegía lo que quería echarle a la pizza. Sólo teníamos un tamaño. Así empezamos" y fue todo un estudio de mercado. Después de años, ya con los pedidos a domicilio y antes de quedarse con un local anexo donde abrirían el restaurante sin abandonar la oferta de comida para llevar, empezaron a apuntar las combinaciones más repetidas por los clientes. Ese es el origen de la carta que todavía permanece. El cliente es el chef.
La masa fina, crujiente, al punto de crujiente podríamos decir, es la base para combatir al producto industrializado de Telepizza: "en Italia es muy raro encontrar una pizza con más de tres ingredientes. Ni con salsa barbacoa ni con pizza". Y esa fue la idea de origen, aunque Salvo admite que "la batalla por evitar estas cuestiones ha terminado". Entre todas las pizzas, a nuestro gusto, destacan la de spëk, rúcula, tomates secos y parmesano, la de berenjenas, ricotta, pesto, york y aceitunas, la de parmesano, cebolla, crema de nueces y mascarpone o el contraste de dulce-salado de la de calabaza, anchoas, mascarpone, parmesano y ricotta.
Salvo admite que, entre su carta de pastas, sencilla pero al dente, "en muchas casas pensarían en venir a protestarnos si quitásemos el penne con champiñones y crema de trufa. Es pasta fresca, tan propia de su carta como el provolone o los postres, siempre caseros. Aunque nosotros acabaríamos pidiendo el tiramisú casi a diario -pese a lo que diga la báscula al día siguiente-, el propietario del restaurante asegua que la tarta de chocolates se ha convertido en el greatest hit.
"Cuando abrimos solo pensábamos en que un plato como la pizza o la pasta podía venderse a un precio totalmente accesible para los vecinos de Ruzafa. Es un plato sencillo con ingedientes buenos y naturales. Es lo que seguimos haciendo", añade Salvo. Aunque son 11 trabajadores los que ahora mismo tiene este pequeño restaurante de la calle Cádiz en sus diferentes turnos -non stop-, es difícil hablar de Mangiamo! y no destacar la sonrisa, el buenhacer, las recomendaciones y el cariño en cada servicio de Valentina. La responsable de sala es uno de esos ingredientes imprescindibles para escoger nuestra propuesta de hoy.
FICHA TÉCNICA
Nombre: Mangiamo!
Zona: Ruzafa
Teléfono de reservas: 963 413 263
Precio: Menú Pizza, 10 euros. Menú Pasta, 11 euros. Menú Degustación, 16 euros. No incluye bebida. Calóricamente sobrado.
Dónde está: Calle Cádiz, 21.
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