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VIDA, MUERTE Y REDENCIÓN

'Manon' se esconde entre las bambalinas de Les Arts

23/09/2024 - 

VALÈNCIA. Ocultarse, no ser descubierto hasta el final y conseguir distraer a los que "persiguen". Las normas del escondite parecen sencillas, pero no todo el mundo sabe jugar bien a este juego infantil. No es lo mismo resguardarse en un bosque, que en una casa o en un espacio más grande como un palacio. También hay lugares perfectos para jugar: como los laberintos, y otros absurdos cómo podría ser un desierto, aunque todo depende de la suerte del que se oculta y de la astucia de quien le busca. 

El escenario de Les Arts se convierte -del 3 al 15 de octubre- en el escondite perfecto para Manon Lescaut, una joven a la que su familia decide enviar a un convento pero cuya vida da un giro de 180º cuando conoce al caballero Des Grieux, del que se enamora perdidamente y con quien decide huir para poder vivir su historia de amor.

Esta protagonista es la encargada de dar el nombre a la ópera de Manon, que abre la temporada en la Sala Principal de Les Arts con la propuesta escénica de Vicent Huguet para la Opéra national de Paris. Lo hace con una ópera en cinco actos y seis escenas -que dura casi cuatro horas, con dos pausas de veinticinco minutos- en la que se juega entre la Grand Ópera y la Ópera-Comique. Se hace con partes cantadas y dialogadas que cuentan la historia de la joven Manon, interpretada por la excelentísima soprano Lisette Oropesa a quien le acompaña Chales Castronovo interpretando a su amante: Le Chevalier des Grieux. 

Esta producción, de la Opéra national de Paris, cuenta la historia de “vida, muerte y redención” de una joven que no quiere enclaustarse en el convento, y que descubre que hay una vida más allá gracias al amor. Todo sucede por culpa de un flechazo que tiene en la estación de tren, en la que escapando de la tutela de su hermano, el militar Lescault -interpretado por Carles Pachon- se fuga con Le Chevalier des Grieux. 

Fotos: DANIEL GARCÍA-SALA

Para ello, Manon se esconde entre las bambalinas de Les Arts, por las que Culturplaza pasea sin desvelar su paradero de la mano de Louis Medina, jefe de escenario de esta ópera, que hace que Les Arts viaje al París de los años veinte -del siglo XX- durante un par de semanas de octubre. Junto a Medina, el equipo de Manon se prepara para el ensayo de antepiano en el que se comprueba que todo esté a punto para el gran estreno, que tendrá lugar en poco más de una semana. 

Bajo la batuta de James Gaffigan esta ópera -estrenada en la Opéra-Comique de París el 19 de enero de 1884- cobra una nueva vida en València. Manon encuentra el escenario perfecto para jugar al escondite durante cuatro horas en las que el público puede ver sobre las tablas de la Sala Principal hasta seis escenarios diferentes: desde una estación de tren, hasta una capilla, pasando por el estudio de Le Chevalier des Grieux, el amante de Manon. 

Este “tetris”, tal y como lo define Medina, es posible gracias al enorme trabajo del equipo de Les Arts, que consigue encapsular todo lo que cabe en la ópera de París en el escenario de la Sala Principal. Durante el verano, trece camiones, cargados de toneladas de materiales, han trasladado las piezas de la producción de esta ópera realizada en París en los años 2020 y 2022 para hacerla realidad en València, en el año 2024.

Toneladas de materiales: entre la utilería, y los muros, que llegan a una altura de más de diez metros conforman esta increíble producción que ahora puede verse en València: “Lo que hacemos es trasladar lo que se ve en la Ópera de París al escenario de Les Arts. Hay que adaptar los muros para que se puedan mover en horizontal y así generar cambios de escenario rápidos con los que contar la historia”. 

Fotos: DANIEL GARCÍA-SALA

De esta forma, y como por arte de magia, una vez se sube el telón de la Sala Principal, todo se convierte en una carrera contrarreloj para alojar todos los escenarios tras las bambalinas para que se descubran a tiempo y conforme avanza la ópera. Para hacerlo, Medina desvela que dotan de ruedines a los grandes muros que conforman el “fondo” tras los personajes y que conforme van pasando los actos “se desprenden de cosas y emplean la chacina como almacén” para ganar espacio.

“Tenemos elementos giratorios, un gran muro que sirve como fondo y todo tipo de paredes que se trasladan y permiten que el escenario no quede hueco en ningún momento”. Esta puesta en escena, tan colosal, hace que el estudio del artista en París parezca un museo y que la capilla cuente con “frescos” que alcanzan hasta los diez metros. Sobre el escenario también hay hasta cuatro hileras de columnas que “vuelan hacia arriba” si no son necesarias o que sirven como fondo en según qué casos. 

Debido a la complejidad de estos cambios en la ópera hay varios entretiempos rápidos -en los que el público no sale de la sala- durante los que un pequeño telón sirve para ocultar los cambios que están sucediendo. “Lo complejo es que estos cambios se tienen que hacer en unos seis o siete minutos, pero estamos intentando hacerlos en menos"

"En los interludios intentamos entretener a la gente con pequeños números para que no vean lo que se está haciendo”, apunta Medina, esto se hace con algún número musical y de baile, como en el que Laura y Celia, bailarinas que aparecen en el primer acto como “monjas controladoras” acaban transformadas en bailarinas de cabaret cuando Manon descubre en aquella estación de tren las peculiaridades de una vida que no podrá encontrar dentro del convento.

En este primer escenario, la estación de tren, Manon conoce también a Javotte, interpretada por Laura Fleur; Rosette, por Ester Ferraro y Pousette, por Antonella Zanetti, quienes le muestran el glamour de la vida moderna de los años 20 en París. Fleur explica que “se vuelven sus amigas” y le muestran las maravillas de la clase alta: “Jugamos como cebo, somos la puerta hacia su nueva vida. Nos quedamos en su vida cuando empieza a formar parte de la alta sociedad y le servimos como acompañamiento”, añade la mezzosoprano. 

Una vez Manon se muestra “convencida” por este cambio en su vida, huye y lucha por su amor entre diversos escenarios durante toda la ópera. “El resto es organizar todo con anterioridad y exactitud, enseñar a nuestro equipo a trasladar y montar las paredes y jugar con los órdenes para no atascarse”, apunta Medina, quien asegura que con un fallo “de un minuto o un movimiento” se puede ir todo al traste.

Minutos antes del ensayo antepiano (Fotos: DANIEL GARCÍA-SALA)

La producción, que hace que el espectador viaje a la París de los años 20, está plagada de secretos. Más allá de las “columnas voladoras” y las proyecciones de los entretiempos, en las que parece que tras el telón haya una nueva vida, entre bambalinas se esconde una orquesta que complementa a al del foso, haciendo un encaje de bolillos increíble dentro del espacio del escenario.

“Para generar un efecto “de retumbe” y música de fondo contamos con una orquesta dentro del escenario en la que hay un órgano. Esto se hace para generar un efecto de música religiosa que acompaña a Manon dentro de la capilla de la catedral, aunque el público no sabe qué hay nadie aquí dentro tocando un instrumento”, apunta Medina.

Protegida por estas melodías misteriosas, resguardada por más de cien músicos y cantantes sobre el escenario -junto a los artistas del Centre de Perfeccionament de Les Arts- y entre una decena de técnicos Manon encuentra su refugio perfecto en un colosal escenario en el que el escondite por el amor se alarga durante más de cuatro horas. Lo hace con una ópera que, ciento cuarenta años después de su estreno en París, llega a València para convertir al espectador en investigador y meterle en un juego donde el arte siempre gana.

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