El compositor y guitarrista norteamericano, conocido tanto por sus proyectos personales como por su aportación a algunos de los mejores discos de Tom Waits, John Zorn o Elvis Costello, protagonizó el pasado lunes en La Nau una charla sobre activismo e industria musical. Resumimos en varios epígrafes su “libro de recetas” para atacar la precariedad de los artistas que habitan en los márgenes
VALÈNCIA. El reciente paso de Marc Ribot (New Jersey, 1954) por València ha sido uno de esos microacontecimientos que dan mucho que hablar a un puñado de personas y al mismo tiempo pasan desapercibidos para el grueso de la ciudadanía. Es un personaje especialmente interesante, porque en él confluye el estatus de músico de culto, independiente, versátil y políticamente “guerrillero”. Lleva cuatro décadas moviéndose como si tal cosa entre la improvisación jazz, el rock experimental y la música de raíces (una de sus grandes debilidades es la música cubana), con un balance de 27 discos e importantes contribuciones a la música de artistas como Tom Waits, John Zorn, Elvis Costello, Marianne Faithfull o Caetano Veloso. Ribot también formó parte de The Lounge Lizards, el icónico grupo liderado por John Lurie que, junto a otras bandas como James Chance & The Contortions se subía al escenario de antros como el CBGB para reventar las fronteras fantasmales que separaban hasta el momento el punk del free jazz; el baile de la escucha pasiva; lo visceral de lo intelectual.
Además de su evidente talento como músico, Ribot es un conocido activista. En aquel excitante -y turbulento- Nueva York de finales de los setenta y principios de los ochenta donde aterrizó cuando contaba veinte años, se adhirió a un sindicato, implicándose en todo tipo de causas: desde movimientos antifascistas y por los derechos civiles hasta el derecho a la vivienda. “Montábamos huelgas y manifestaciones, ocupábamos casas y enviábamos cartas de protesta. Adquirí muchas habilidades organizativas que después he aplicado a la defensa de los derechos de los músicos”, explicó el pasado lunes en una conferencia organizada en La Nau por el Observatori Cultural de la UV, un día después de actuar en la sala 16 Toneladas junto a su banda Ceramic Dog.
Ribot es un ferviente activista de los derechos laborales de los músicos en el Estado de Nueva York a través de la ONG Music Workers Alliance, una organización que ha impulsado la creación de un fondo de ayuda a los músicos tras el impacto de la pandemia. La gigantesca escena neoyorquina, con cerca de 20.000 músicos que viven esencialmente de los directos, acusó el envite del Covid mucho más que sus compañeros de la Costa Oeste, donde los ingresos del sector proceden más de los encargos de la industria audiovisual que de las taquillas. El testimonio de Marc Ribot es particularmente valioso en un país como España, donde los músicos no se sindican ni existen cajas de resistencia.
Estas son algunas de las conclusiones que extraemos del coloquio de La Nau:
Esa es al menos la experiencia en Estados Unidos, razón por la que han tenido que crearse otro tipo de organizaciones paralelas como la Music Workers Alliance. “A los sindicatos solo les interesan los músicos que trabajan en orquestas sinfónicas o los grandes teatros de Broadway. Es decir, una parte insignificante con respecto al total. No están pensados para los artistas independientes que viven de grabar discos y hacer giras, muchos de los cuales no pueden pagar unas cuotas de afiliación de 250 dólares mensual”. Según Ribot, la desconexión es mutua, porque en el undeground tampoco ha habido nunca un interés por involucrarse en los problemas colectivos de su gremio. “Es un problema estructural, que ya se veía en los setenta. En los grupos de punk tocaba gente muy joven que no pensaban en el seguro de salud, porque tampoco pensaban en llegar a viejos”.
“Muchos sellos llamados independientes no son más que filiales de las mismas grandes corporaciones de siempre, las que llevan toda la vida timando a los músicos”. Esta es una de las conclusiones a las que llegó un informe encargado por la Music Workers Alliance. “La trampa consiste en que en Estados Unidos las discográficas de la matriz obligan a hacer contratos sindicados con sus artistas, con importantes implicaciones sobre retribuciones económicas, licencias editoriales, royalties, etcétera. Sin embargo, los sellos pequeños están eximidos de muchas obligaciones”.
“He discutido mucho con mis amigos de Fugazi sobre esta cuestión”. Sin llegar a profundizar en sus argumentos, Ribot reveló que tiene dudas sobre el discurso de autonomía al margen del capitalismo que se sostiene en algunos ámbitos del underground. En su opinión, la financiación de tus propios discos esconde muchas veces un problema de privilegio, porque solo las personas que ya tienen dinero y contactos tienen la opción de desarrollar carreras profesionales de largo recorrido. Se corre el peligro de que la música se acabe convirtiendo en una especie de afición para la gente rica. “En otras palabras, no hay apenas clase media en la industria musical. Salir del amateurismo sin ser un privilegiado de cuna es muy difícil”. En ese punto, Ribot añadió la importancia de tener nociones básicas sobre cómo gestionar tu carrera o sobre cómo funciona el complicado entramado de la industria. Pero la mayoría de los músicos no tienen ese conocimiento ni dinero para pagarse abogados o gestores profesionales.
El discurso anarco-capitalista que emiten las empresas tecnológicas es muy dañino, porque hace creer a los artistas emergentes que Youtube, Google y Spotify otorgan capacidad de negociación a todo tipo de músicos (y que si no se logra ser popular es porque no lo has hecho bien del todo, porque tienes todas las facilidades para conseguirlo). “La realidad -apunta Ribot- es que a Spotify le encanta negociar con artistas y no con sellos, porque a los artistas independientes es mucho más fácil joderles. Solo músicos como Bob Dylan tienen la posibilidad real de hacer daño a estas plataformas si retiran sus catálogos. De hecho, es muy peligroso que los pequeños protesten, porque estas empresas pueden quitarte en cualquier momento todo lo que has ganado en tu vida, el fruto de todo tu trabajo. No tienes nada que hacer contra ellos, sobre todo si no se unen y se organizan”.
Ribot se mostró muy crítico con el sistema implementado por su Gobierno para distribuir ayudas económicas directas a los músicos en el contexto de la pandemia. El problema radica, en su opinión, en que no se realizó ningún tipo de criba o supervisión, sino que se amplió a todo aquel que se autodefinía como artista emergente. “Hay que garantizar la igualdad de oportunidades, pero no la igualdad de ingresos. Eso es caer en la utopía”, zanjó. “El problema de base de esta industria no es la falta de dinero, sino la falta de poder. Por eso la principal urgencia de los músicos independientes es organizarse, establecer alianzas entre escenas locales, pedir el apoyo y solidaridad de artistas más grandes y hacer acciones directas como huelgas y manifestaciones”.