EL JOVEN TURCO  / OPINIÓN

Más allá de Fallas

14/03/2022 - 

València vuelve a llenarse. A poco que el tiempo acompañe e incluso pese a las nubes, volveremos a vivir una fiesta multitudinaria. Lo hacemos sobreponiéndonos al vértigo psicológico que nos provoca a primera vista tanta gente junta, tras dos años de distanciamiento social. Sonará la ciudad, incluso volveremos a debatir sobre el exceso, tras tanto tiempo de la nada.

Y más allá de la necesaria reactivación económica y emocional, especialmente necesaria ante un nuevo escenario catastrófico en lo global, nos permite volver a comprobar que, cuando queremos, somos capaces de adaptarnos muy rápido a los cambios.

Durante algo más de dos semanas esta ciudad muta por completo. No sé si encontraremos un experimento urbano mayor en una ciudad del tamaño de València. En muy poco tiempo la ciudad de carriles se llena de calles cortadas, carpas y monumentos. Y, ¿qué son estos cambios si no peatonalizaciones blandas? Cientos de supermanzanas, calles sin vehículos, áreas de prioridad residencial. Hasta las grandes avenidas, calles como Colón, que hasta ese momento eran intocables de su uso motorizado pasan a estar dominadas por el peatón, al menos gran parte del día.

Motivados por la celebración le arrebatamos la ciudad al coche y se la entregamos a las personas. Y no, claro que no es exportable vivir en fallas al resto del año, hasta los que más arraigada llevan la tradición compartirán esta opinión, pero nos demuestra que es perfectamente viable vivir en una ciudad casi sin coches. Es la motivación por celebrar lo que lleva a que muchas personas, incluso a las que serían reacias a dejar de llegar en coche a cualquier parte, acepten, defiendan dejarlo a un lado y se planteen alternativas a su uso. En fallas andamos más o cogemos más el transporte público y lo hacemos a sabiendas de la aglomeración. Y por qué negarlo, también las propias administraciones modificamos nuestra forma de enfrentarnos a la necesidad de ofrecer estas alternativas.

Si Idelfonso Cerdà dijo que “en la ciudad las calles no son únicamente carreteras” en València lo demostramos cada año, pese a que luego a muchos les parece un imposible. La realidad es que las fallas demuestran que sí lo es. Imaginémonos los usos que podríamos darle a todo el espacio que estas semanas ocupan las fallas si no se lo devolviéramos al coche el resto del año. El mismo espacio sin todo y todas las personas que lo que lo ocupan a la vez hasta el día 19.

Sé que puede parecer una locura, pero y ¿sí un año mantuviéramos un tiempo más esa configuración de movilidad fallera en la ciudad? Si extendiéramos el experimento urbano más allá de la fiesta. Probablemente al poco tiempo adaptaríamos nuestra forma de movernos y como ha ocurrido con la Plaza del Ayuntamiento nos parecería una locura que antes todo ese espacio fueran carriles. De alguna manera quemaríamos lo viejo, en forma de modelo de ciudad caduco e inauguraríamos lo nuevo, que consiste en redistribuir mejor nuestras calles. Daríamos la bienvenida a una primavera, en este caso urbana y que, como pide el monumento municipal de este año, mejoraría nuestra pequeña parte del planeta.

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