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la opinión publicada / OPINIÓN

Más sabe el perrosanxe por perro que por sanxe

3/06/2023 - 

El pasado domingo aconteció en la Comunitat Valenciana una victoria por sorpresa. No es que los sondeos no estuvieran avisando desde hace meses de que podía haber un vuelco electoral favorable a la derecha, tanto en la Generalitat como en el ayuntamiento de València y otros lugares; pero lo cierto es que en la campaña había dado la sensación de que, al final, la izquierda salvaría los muebles en la Generalitat y podría disputar el ayuntamiento de la capital. Desde luego, esa era la sensación que desprendía la campaña de los partidos de izquierdas, que en todo momento daban la impresión de que esperaban repetir mandato sin mayores problemas.

En cambio, los votantes, por un cúmulo de razones, en el que sin duda destaca la animadversión contra Pedro Sánchez y la lectura en clave nacional como factor movilizador del voto para la derecha, pero también la falta de entusiasmo que suscitaba el Botànic y las políticas desplegadas por parte de los partidos progresistas entre sus propios votantes (lo que afectó fundamentalmente a Compromís y Unidas Podemos), decidieron dar un vuelco a la Comunitat Valenciana que fue más claro y más profundo de lo que atisbaban las encuestas. Un vuelco que no es sólo valenciano, sino de ámbito nacional, y que ha dejado a la izquierda a los pies de los caballos, desaparecida de casi todas las comunidades autónomas y de los principales ayuntamientos.

Así estábamos, con el PP eufórico en su balcón de Génova (¡Y pensar que hubo un momento en que querían vender ese balcón al mejor postor...!) y Pedro Sánchez desaparecido. Pero, como reza un maravilloso meme de un perro que circula por ahí, "Más sabe el perrosanxe por perro que por sanxe". Y efectivamente: al día siguiente Pedro Sánchez llevó a cabo su enésima jugada maestra para desviar la atención, convocando elecciones generales para el 23 de julio.

Enseguida ha habido mucha gente que ha aplaudido este adelanto, con el que Sánchez habría logrado descolocar a la derecha y llamar a la movilización de la izquierda. ¿Y por qué habría de movilizarse la izquierda que no se ha movilizado en las elecciones municipales y autonómicas? ¡Porque ahora la amenaza de la extrema derecha está más presente que nunca! Ahora, todos los demócratas sienten el gélido hálito del neofranquismo facha-fascista en la nuca y ello les motivaría a votar, horrorizados, a Pedro Sánchez (doblemente horrorizados: por votar a Pedro Sánchez y por hacerlo porque, si no, llega la ultraderecha, que es aún peor).

¿Funcionará? Tengo dos respuestas para esto. La respuesta corta: no. La respuesta larga: no funcionará, porque la llamada a parar a la ultraderecha ni ha funcionado en las recientes elecciones autonómicas, ni funcionó en Andalucía en 2022, ni en Madrid en 2021, y ni siquiera podría decirse que funcionase en noviembre de 2019, cuando tanto PSOE como Unidas Podemos bajaron respecto de abril del mismo año y Vox subió hasta los 52 escaños.

La movilización de la izquierda contra la extrema derecha de Vox sólo funcionó una vez. La primera vez, en abril de 2019, cuando Vox acababa de aparecer súbitamente en Andalucía y las tres derechas cometieron el error de manifestarse conjuntamente en la plaza de Colón. Ahí sí que se percibió, por parte del votante progresista, el peligro de la extrema derecha, y se movilizaron en consecuencia. ¿Y qué sucedió? Que Pedro Sánchez, el adalid de la lucha contra la ultraderecha, se pasó meses tratando de pactar con uno de los componentes del siniestro Cerbero ultraderechista, Ciudadanos, mientras afirmaba que nunca podría pactar con una formación como Unidas Podemos; que no podría dormir tranquilo.

La apuesta le salió mal y finalmente Pedro Sánchez tuvo que pactar con Podemos, porque tras la repetición electoral ya no quedaba otra opción. Más de tres años durmiendo mal, y con menos opciones que antes en el Parlamento, pues la repetición electoral convirtió a Ciudadanos en irrelevante y obligó a Pedro Sánchez a buscar sistemáticamente pactos con ERC y con Bildu, cosa que no habría sido indispensable con los resultados de abril de 2019 (cuando PSOE y Unidas Podemos lograron conjuntamente 165 escaños, a diez de la mayoría absoluta. Es decir, que les bastaba con el PNV y algunos partidos pequeños).

Desde entonces, aunque sin duda a los votantes de izquierdas, en su conjunto, no les hace ninguna gracia la perspectiva de un gobierno de PP y Vox, visto lo sucedido en las ocasiones anteriores en que había que parar a la extrema derecha (que o bien arrasaba el PP, sin necesitar nunca a la extrema derecha, salvo en Castilla y León, o bien se lograba parar a la extrema derecha y luego resultaba que, después de todo, detenerla no era tan importante), no parece que la movilización del votante progresista vaya a ser suficiente para revalidar mayorías; ni siquiera para evitar una mayoría conservadora, porque además Alberto Núñez Feijóo no es un candidato que sea percibido como muy amenazante para el votante progresista, por comparación con la alternativa (Isabel Díaz Ayuso).

Gritar "¡que viene la ultraderecha!" como gran argumento funciona exactamente igual que como en el cuento de Pedro y el lobo. De tanto gastar el argumento, al final el público no hace caso, salvo el público más politizado (y con ese no basta para ganar las elecciones). Sobre todo, porque el otro público, el conservador, sí que está movilizado, y más que va a estarlo tras su victoria en los recientes comicios. Más adelante, una vez la derecha recupere el poder (que es lo previsible), y sobre todo si Vox entra en el Gobierno, sí que puede producirse una movilización de la izquierda. Recordemos que el PP perdió el poder en 2004 cuando venía de una mayoría absoluta (bajó de 182 a 148 escaños), y también se hundió en 2015, tras sacar mayoría absoluta (descendió 63 escaños, de 186 a 123); y si no perdió el poder ya entonces fue por las dificultades, precisamente, de Pedro Sánchez para urdir un pacto con Podemos.

La mayoría absoluta, en resumen, no le suele sentar nada bien a la derecha española, porque su capacidad para irritar al votante de izquierdas es mucho mayor. Y con Vox, pues mucho más aún. En cambio, ahora esa irritación no existe porque la derecha apenas gobierna en ningún sitio con Vox (sólo en Castilla y León). Este movimiento de Pedro Sánchez tiene todo el sentido estratégico, pero no tanto para movilizar a la izquierda como para concentrar a la izquierda en torno al PSOE. El movimiento sí que propicia que Sumar no pueda consolidarse como alternativa y que le cueste cumplir los rápidos plazos que marca la legislación. Ya estamos asistiendo a una pequeña jaula de grillos por las listas electorales, que posiblemente desaliente a algunos votantes potenciales de Sumar. El discurso del voto útil será omnipresente en esta campaña, y parece factible que haga más daño a Sumar, cuyo votante es más urbano y concentrado en provincias muy pobladas, con lo que puede acabar siendo residual en las provincias en las que se reparten pocos escaños, que a Vox, con una presencia importante en dichas provincias.

El adelanto electoral, en resumen, es una estrategia de Pedro Sánchez para salvar los muebles, pero no tanto del Gobierno como del PSOE. Para garantizar que el PSOE, aunque pase a la oposición, lo haga como indiscutible líder del espacio progresista, y que, a poco que el PP (sobre todo, si ha de pactar con Vox) comience a tomar decisiones y a adoptar actitudes que molesten al votante de izquierdas, los socialistas se postulen como única alternativa posible. Y, además, también sirve como cortina de humo, por supuesto. Como maniobra de trilero que despista al elector, por no hablar de sus compañeros de partido, que se acaban de quedar fuera de las instituciones en multitud de comunidades autónomas, ayuntamientos y diputaciones provinciales.

No es poco, visto el desastre de la izquierda (más en términos de poder que de votos, pero desastre al fin) en los recientes comicios locales y autonómicos. Y si luego suena la flauta y el PP y Vox no logran formar Gobierno, podemos encontrarnos en la situación soñada por Pedro Sánchez: que la izquierda sea un auténtico erial en el que los barones socialistas hayan pasado a la oposición y en el PSOE no haya nadie con un mínimo de proyección institucional... Salvo Pedro Sánchez. Recuerden: más sabe el Perrosanxe por perro que por sanxe.

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