VALÈNCIA. Tras la carismática mezzo norteamericana Joyce DiDonato, que inauguró el ciclo lied de esta temporada del Palau de Les Arts, llegó el turno de uno de los barítonos más cotizados del siglo XXI, Matthias Goerne, quien pisa los mejores teatros del mundo, y que si bien destaca en roles operísticos tan comprometidos como los de Wolfram, Kurwenal, Eugene Onegin, Orestes, y Wozzeck, en realidad es un indiscutido especialista en el campo del lied romántico, como bien demostró el sábado.
Goerne es un verdadero especialista top, ya conocido en nuestro clausurado Palau de la Música, y que ahora vuelve por estos lares, años después, convertido en un barítono consagrado y completo, a ofrecer un recital de altura para gran disfrute de los melómanos, y en especial para los amantes del lied, que al final del recital despidieron al cantante y acompañante pianista con sentidos aplausos.
Para el ciclo “Les Arts es lied”, el alemán eligió selectas piezas del mejor sabor y estilo, de uno de los mayores exponentes del género, su compatriota Robert Shumann, autor de estilo muy literario, y creador de más de 250 piezas con acompañamiento de piano de soberbia elaboración, con singulares preludios y postludios, y polifonía llena de matices que hacen las veces de verdaderos comentarios pianísticos del poema cantado.
Matthias Goerne ya no es aquel joven que vino a cantar al Palau de la Música. Ahora es un experimentado, sabio y poderoso barítono, profesor de la Schumann Hochschule de Düsseldorf, y que demostró poder materializar de manera inteligente la elevación lírica de la creación Schumanniana, aportando el estilo y el color adecuados para ese lied de fuerte contenido emocional, que explora el lado de la melancolía en la agudización del sentimiento.
La voz de Goerne es generosa y brillante. Su canto se caracteriza por el adecuado control del fiato, la perfecta afinación, y la belleza tímbrica. Matizada, brinda su voz para la creación de una línea cuidada y homogénea de color intimista para la poesía. En su maduro canto es esencial la utilización de los resonadores, que completa con una destacada riqueza de armónicos. Libres, seguros, y leves son sus agudos, y excelsos sus graves. La lección de canto al cuidado de la palabra, la completa con la combinación expresiva y utilización magistral de ambos registros, de pecho y cabeza, en adecuada transición.
A pesar de su introversión, Matthias Goerne puso temperamento sobre el escenario, haciendo un lied expresivo de alto voltaje, por el color y el calor de su voz, así como por el singular movimiento corporal con que acompaña cada momento. Embebido en la expresión, el cuerpo del cantante se balancea en la consecución de impulso canoro y literario, como anticipando las melodías. Parece atraer las frases, y las dibuja con brazos y cuerpo, en escenificación que resta elegancia al acto, pero que habla del aporte liberador de la intensa expresión.
Canta Matthias Goerne en comunión completa con el sonido procedente del piano; tanto es así que parece por momentos cantarle al pianista. En este caso, Markus Hinterhäuser, fino colaborador, fue clave para redondear un espectáculo de primer orden. El austríaco, sin embargo, no necesita mirar al cantante, y ejerce la muy efectiva función de acompañante, pero también de claro protagonismo. El piano del lied de Schumann es sutil, y lleno de sensibilidad y estilo. Así lo dijo Hinterhäuser, quien mostró cómo todo ello se hace desde la seguridad, la sensibilidad, y con pasmosas tranquilidad y facilidad.
Interesante fue el programa traído por ambos, expuesto casi del tirón para mayor concentración y expresión. Fue abierto por seis piezas de las del sombrío e intimista ciclo Sechs Gedichte und Requiem, con texto de Lenau, a la búsqueda de la paz en la propia naturaleza, que el barítono cantó con maestría, dotando las piezas de bellísima oscuridad, desde el Meine rose de pianísimos soberbios para el amor, hasta el Einsamkeit lleno de sentimiento, y el esperanzador Requiem lleno de relajo en las notas largas de Hinterhäuser. ¡Cuánto resplandor en el Die Sennin de las brisas estivales!
En el Der einsiedler, ambos músicos lograron plasmar la grandiosidad de la pieza, dentro de la contención que la escala propia requiere. Lo mismo sucedió, pero con más intimidad e interioridad en el Opus 39, el Liederkreis con texto del “cantor de los bosques” Eichendorff, integrado por 12 canciones. Allí se tradujo el placer del amor, y el encuentro de la paz en el contacto con la naturaleza, en las que el barítono demostró sus cualidades vocales en el uso de un soberbio legato, y un espectacular control de la respiración.
En la interpretación de tres de las nueve piezas del ciclo Lieder und Gesänge aus Wilhelm Meister, dio el barítono rienda suelta a su canto robusto y tierno a la vez, con uso acertado de las dinámicas, para resolver con la claridad dramática exigida las canciones de texto de Goethe. En el Die Löwenbraut, con texto de Chamisso, ambos músicos acertaron en la transición de las notas pianissimo hasta las fortissimo, transportando al espectador a través de una serie de emociones, gracias al factor multiplicativo y colorista del pianista.
El público pudo, para terminar, saborear la rica paleta de sonidos del alemán, en la interpretación sólida de las Canciones de la reina María Estuardo, con letra de Vincke, dicho en una atmósfera plena de complejidades sonoras. Espectacular el Abschied von Frankreich, lleno de mágicas sutilezas.
Demasiadas butacas libres una vez más en el Reina Sofía, que en cualquier caso fue sede de una reunión extraordinaria, para el disfrute de los melómanos, y una verdadera fiesta para los amantes del lied, que al final despidieron al tan emblemático Goerne y su pianista con generosos aplausos, por desgranar a Schumann con expresividad, brillo y decisión, y por dar un lied tan rico y tan profundo.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía. 29/01/2022
Recital lied
Música, Robert Schumann
Matthias Goerne, barítono
Markus Hinterhäuser, pianista