El Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) cumple 15 años. Y lo celebra con otra exposición de rigor y altura dedicada a la cultura maya. A nosotros, por València, nos continúa gustando más inaugurar a la carrera lo que haga falta. Todo sea por figurar
Admito sentir envidia. Sana. Desde hace muchos años no tengo problema alguno en reconocer que soy fan del Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ). Nunca dudo a la hora de viajar desde Valencia hasta Alicante para pasar un día en la ciudad de la Costa Blanca, comer, pasear, saludar amigos pero sobre todo para acudir al MARQ. Es un espacio muy coqueto -para quien no ha ido aún está situado en un antiguo hospital que vivió una rehabilitación admirable hasta ser reconvertido en espacio museístico- pero sobre todo me interesan sus exposiciones. Son dignas de admirar. No me extraña que hace tiempo lo escogieran mejor museo de Europa en su especialidad, una rama complicada si no se sabe explicar bien o, como se dice en el argot, “vender” con criterio y atractivos objetivos sus contenidos.
El MARQ es un museo ejemplar. No lo negaré. Al contrario. Cada año organiza una exposición internacional de primerísimo nivel que se completa con su oferta alternativa, esto es, colecciones, fondos y otras exposiciones temporales. Tiene un interesante programa didáctico que permite a los niños divertirse mientras aprenden que nuestra civilización e historia no viene de la nada ni es virtual sino que hasta llegar a nuestros días ha recorrido un proceso de transformación y superposición de culturas. El MARQ nos explica esto y además la cultura arqueológica de su entorno. Es un museo muy divertido, didáctico y al mismo tiempo científico.
Esta misma semana llegaba a sus salas otra de esas exposiciones que lo convierten en parada o destino obligado. Está dedicado a la cultura Maya. Siendo nosotros capital autonómica no tenemos tanta suerte. Eso no quiere decir que muchas de las exposiciones del Museo de Prehistoria de Valencia no sean interesantes, pero otras no tienen la potencia y el atractivo global como las que se ofrecen en Alicante o antes nos traían puntualmente desde La Caixa. Políticamente interesan otras cosas más superficiales.
Hasta Alicante han llegado los vestigios de vikingos, romanos, griegos, malteses, persas, egipcios o los fondos de L’Ermitage, entre otras muchas propuestas interesantes. Por eso en apenas quince años se ha convertido en un referente, algo que no consiguen museos centenarios. Miren el San Pío V olvidado todavía a un destino desconocido que además ofrece una oferta complementaria que hay que dejar pasar o analizar. Habrá que volver a acostumbrarse a su languidez.
Cuentan además quienes tienen cerca al MARQ que su único secreto ha sido en todo este tiempo disponer de un equipo de profesionales que no ha sufrido injerencias políticas. Y eso es hoy más complicado de lo que uno puede imaginar, aunque se trate de la parcela cultural y la progresía prometiera independencia. Por aquí lo que más gusta todavía es manejar, cambiar gestores, meter la mano donde haga falta y hasta que un político sin mayor criterio que su cargo opine o presente una exposición, un espectáculo teatral o una ópera. Yo de ellos no me fiaría siempre de lo que leen. Algún día se la jugarán y dejarán en cueros su atrevimiento.
Esta exposición va a escribir una nueva parte de la historia del museo de Alicante porque llega con el pedigrí de la colección del Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala (MUNAE) y de dos instituciones guatemaltecas, la Fundación Ruta Maya y la Colección Neria Herrera del Museo Juan Antonio Valdés. La mayoría de las piezas que estarán expuestas hasta enero de 2018 nunca antes se habían mostrado en España. Junto a ellas y como complemento, hay objetos del Museo de Etnología de Berlín o el Rautenstrauch Joest Museum de Colonia.
Mayas. El enigma de las Ciudades Perdidas incluso ha contado con entidades como ASISA, Fundación CajaMurcia o La Caixa y en la que National Geographic España se implica en un proyecto expositivo con el que el MARQ debería hacernos reflexionar.
Por aquí aún estamos en la disputa de exposiciones. Sí. Dos años después del cambio de gobierno aún no sabemos muy bien y realmente a qué se dedica -es una expresión- cada una de nuestras salas de exposiciones institucionales. Todavía las vemos discutir por los contenidos y entorpecerse diariamente pese a que a muchas de ellas nadie vaya o estén fatalmente promocionadas, que esa es otra y mucho más grave.
Nuestras instituciones próximas continúan sumidas en una soterrada batalla absurda que distrae objetivos y merma presupuestos en aras de la competencia de partidos, gestores y vividores de la exposición temporal. Sí. Lo siento. Tenemos salas municipales, locales, provinciales, autonómicas, universitarias, centros…cada cual más alocado y alejado de una realidad cohesionada. No sé que buscarán pero sí que el discurso se pierde. Es una evidencia. Cada uno/a va a lo suyo. Todo por figurar sin descanso.
Por ejemplo. Un domingo a media mañana vas a Las Atarazanas de Valencia y resulta que hay una expo de lenguaje contemporáneo sin que nadie la visite, salvo un servidor. Podría cubrir un hueco en otro espacio. Pero es que más céntricas tenemos muchas más de similar corte y sin mayor discurso que el visual.
Tenemos un museo de Prehistoria ubicado en el Centro Cultural de la Beneficencia con una colección más que interesante. Pero no disponemos de un gran Museo de Arqueología con todo el patrimonio que nuestras instituciones guardan en sus almacenes. Queremos explicar el arte contemporáneo a los escolares cuando aún no han aprendió el origen de nuestra sociedad y su evolución. Queremos enseñar ópera a los menores cuando nadie les explica qué es un instrumento o el simple solfeo. Los gestos están muy bien, pero la educación es raíz.
Por eso admiro al MARQ. Está en lo suyo. Aunque nos cueste 400 kilómetros. Ellos sí saben. A nadie se le ha ocurrido, por ejemplo, extender lazos y que esas exposiciones algún día puedan llegar hasta nuestra realidad. No. Aquí parecemos perdidos en batallas territoriales y poderes locales. Esos que no sirven para nada. Salvo para que algunos/as posen e inauguren. Es lo que gusta.
Por no hablar del ADA, el auditorio de Alicante, que es otra buena y sólida historia a tener en cuenta y con un presupuesto ajustado y programaciones de nivel que merecen de paso otros viajes, como sucedía antaño con Valencia cuando había dinero que gastar o se financiaban méritos, en algunos casos aún regalados hoy sin esfuerzo alguno.
Ya se sabe. En una “sociedad política” donde lo importante es figurar sin mayores objetivos que hacerlo o contentar con prebendas, la mediocridad y complacencia no deja de ser un mero estilo de vida.