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Mazda y el Espíritu Mukainada: una historia de superación

25/08/2021 - 

VALÈNCIA. Matsuda, Mazda, Mukainada: tres términos íntimamente ligados a la historia de Mazda, o cómo una familia, un dios y un lugar muy especial hicieron surgir el espíritu retador que ha marcado a la empresa hasta nuestros días.

Cuando Jujiro Matsuda salió por la puerta de su barbería favorita de Hiroshima en su setenta cumpleaños, tenía sobrados motivos para sentirse satisfecho. Acababa de cortarse el pelo en el día de su cumpleaños, como tenía por costumbre desde hacía años. Había amasado una fortuna desde unos orígenes humildes y se había convertido en un hombre de negocios de éxito y muy respetado; se diría la clásica historia del pobre que se hace rico sacada de un guion de Hollywood. Además, todo parecía indicar que podría legar un negocio boyante a su hijo, que ya mostraba maneras para los negocios. Corría el 6 de agosto de 1945; el día que se lanzó la bomba atómica sobre el centro de la ciudad de Hiroshima. Un día que no solo cambiaría el destino de la empresa de Matsuda, sino el del mundo entero.

Ese acontecimiento devastador bien podría haber truncado el porvenir de aquella empresa de maquinaria industrial todavía en ciernes, ubicada en Mukainada, a las afueras de la ciudad bombardeada. Pero, muy al contrario, supuso el nacimiento de un tipo muy especial del "espíritu retador" que habría de convertirse en un rasgo fundamental de la empresa que hoy conocemos como Mazda Motor Corporation.

El joven emprendedor

Afrontar retos había sido una constante en la vida de Jujiro Matsuda desde mucho antes de aquel aciago día de 1945. Nació en 1875 y era el duodécimo hijo de un pescador humilde de la prefectura de Hiroshima. Nada parecía presagiar que el joven Jujiro iba a llegar a ser otra cosa que pescador, un

oficio que desempeñó temporalmente después de que su padre falleciera tres años más tarde. Pero Jujiro Matsuda aspiraba a mucho más. Con tan solo trece años, se instaló por su cuenta en Osaka, a 250 kilómetros del hogar de su niñez, para convertirse en herrero. A los veinte ya había abierto su propio taller metalúrgico. Para cuando cumplió los treinta y uno, este ingeniero y su joven familia disfrutaban de una vida acomodada gracias a una invención suya patentada: la bomba Matsuda.

En sus mejores tiempos, la empresa "Matsuda Works" llegó a emplear a unas cuatro mil personas y fabricaba espoletas para el zar de Rusia. Pero cuando Jujiro Matsuda, fundador de la empresa, se planteó ampliar la producción y abrir una planta en Hiroshima, su ciudad natal, el resto de los propietarios se opusieron y terminaron por apartarle de la empresa.

Una vez más, Matsuda se enfrentó a la adversidad con ambición y volvió a empezar de cero para labrarse su propio porvenir. No fue un viaje fácil ni plácido, como señala el propio Jujiro Matsuda: "Los caminos que tomé fueron siempre espinosos y pedregosos. Agónicos y llenos de dificultades. Yo avanzaba en línea recta. Dolorido, sin aliento, incluso ciego a veces, pero en línea recta". ¿Qué fue lo que le permitió seguir este camino tan arduo? "La confianza en mí mismo y en los demás", afirma Matsuda. "Mi vida es confianza; en ella reside mi profunda gratitud". Finalmente, esa confianza dio sus frutos: Tras montar otra empresa metalúrgica que posteriormente sería adquirida por la prominente Nihon Steel Manufacturing Company, Jujiro conoció la prosperidad: de pescador a herrero y luego a empresario.

Del corcho al automóvil

En 1921, un aún joven empresario recibió la propuesta de reflotar Toyo Cork Kogyo, una empresa que fabricaba un derivado del corcho que atravesaba malos momentos y que él y otros inversores habían adquirido un año antes. Una vez más, aceptó el reto. Matsuda se convirtió en el presidente de la empresa y pronto comenzó a orientarla en otra dirección, abandonando la producción de corcho. Este producto, que se extraía del abemaki o roble de corcho chino, un árbol autóctono, había conocido un auge debido a las restricciones al comercio durante la Primera Guerra Mundial, pero la demanda se estaba desplomando. Jujiro Matsuda fue poco a poco reorientando el negocio hacia otro sector: la metalurgia, por supuesto. La nueva división de fabricación de maquinaria no tardó en convertirse en la actividad principal de la empresa. Entonces, Matsuda se sacó un nuevo as de la manga: un motocarro de tres ruedas bautizado como Mazda-Go que supondría la primera incursión de su empresa en el sector de la automoción. Por supuesto, no sería la última.

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