VALENCIA. Horacio Perez Hita, el especialista de marcos de época dice algo que parece muy cierto en relación con el espectador y los marcos: “ parece que es un factor consustancial de la persona que mira “algo”, el hecho de delimitar aquello en lo que se centra la mirada”. La atracción irresistible por los marcos no suele nacer tempranamente, al contrario surge con el tiempo. Lo habitual es sentirse inicialmente seducido por el arte mayor más evidente a la mirada: la pintura. En un primer momento, reconozco que a penas me fijaba en los marcos que alojaban los cuadros en las exposiciones o en los museos. Lo veía como algo muy accesorio por no decir invisible. Con el tiempo ha sido inevitable que la vista se me vaya, atraída, hacia ese elemento que acompaña, inseparable, a la obra de arte, aunque no forme parte de ella estrictamente. Un antes y un después fue una exposición de dibujos propiedad del gran coleccionista español Juan Abelló, que creo recordar se llevó a cabo en el Centro del Carmen. Me llamó poderosamente la atención el exquisito gusto para enmarcar pequeños dibujos del siglo XX, principalmente de las vanguardias europeas, empleando para ello marcos antiguos; y cuando hablo de marcos antiguos me refiero a molduras de los siglos XVII y XVIII. Desde entonces, de forma paulatina mi interés por los marcos ha ido en aumento. De igual forma, pero en sentido contrario, es difícil dejar de mirar el marco cuando este se presenta como un enemigo para el cuadro: en estos casos hay que hacer abstracción de la pintura para poder apreciarla en toda su belleza.
La historia del marco en nuestro ámbito se remonta a la época romana. El artista hace uso del mismo como elemento separador en las pinturas murales; si bien no como un elemento “físico”, el pintor ya tenía necesidad visual de separar la escena representada con el resto del conjunto decorativo y arquitectónico. Es en el siglo XIII cuando el marco empieza a tener una dimensión “física” aunque no todavía completamente independiente como elemento de quita y pon. De hecho, los marcos en esta época se definían al ahuecar la tabla en la parte interna y dejar en relieve los contornos de la misma. Más tarde comienzan a ser un elemento independiente cuando es necesario hacer uso de listones de madera para evitar que las tablas góticas se curven debido a los cambios de temperatura o la humedad. Además de esa función meramente estructural, existe una función “de frontera” que separa la realidad de la ficción y determina el límite con el mundo de lo real, constituyendo el marco como algo imprescindible para la percepción de la pintura en condiciones. Ya en el siglo XVII, Poussin escribió una carta a Chantelou diciendo: “es necesario adornéis la obra con un marco pues lo necesita, a fin de que contemplándolo desde cualquier ángulo los rayos del sol sean retenidos y no se esparzan para fuera recibiendo la influencia de otros objetos vecinos que confundan la vista”.
El del marco es un mundo que ha pasado bastante desapercibido en la historia del arte, sobretodo en España, país que ha dedicado a penas estudios a ello y cuya valoración, incluso crematística, es menor que en otros países como Italia, Francia o Inglaterra. De hecho si se piensa, en muy pocas ocasiones, en las fotografías de obras pictóricas se incluye el marco. Hagan la prueba: escriban el Google el nombre de un cuadro famoso y vean las imágenes que hay publicadas del mismo y cuántas representan la obra tal como la veríamos en el museo, con su marco. Esta tendencia, afortunadamente, está comenzando a cambiar y la realidad virtual de situarnos digitalmente en el museo hace que la fotografía empiece a incluir los elementos del cuadro que lo circundan, entre ellos el marco. Hasta hace bien poco el marco era tenido incluso como un estorbo, como por ejemplo durante la Guerra Civil durante la cual, muchos de los marcos originales fueron retirados de los cuadros para facilitar él traslados de las obras. Ahora sería impensable.
El marco es una pieza de anticuario que ha perdido poco valor en tiempos de crisis e incluso diría que se trata de una magnífica inversión. La razón, al margen de las intrínsecas cualidades escultóricas que puede llegar a tener un marco antiguo, es que el marco de época comienza a ser algo cada vez más difícil de ver habida cuenta que hoy en día se enmarca obra moderna con molduras antiguas. Incluso algún cliente o coleccionista adquiere marcos como piezas en sí mismas, sin necesidad de colocar una pintura en la misma. Por otro lado conozco clientes que pueden pasar años hasta que le encuentran a la obra el marco adecuado. Es inherente a la vida y vicisitudes de los marcos que estos no nos lleguen en las mejores condiciones (los golpes que no se lleva el cuadro se los lleva el marco a modo de armadura), no obstante muchos marcos en un estado no especialmente bueno tienen un enorme encanto sin restaurarse como una especie de “ruina” lujosa que arropa la pintura.
Volviendo a la valoración económica de los marcos, piénsese que si un coleccionista que puede permitirse adquirir un, por ejemplo, pequeño dibujo de Miró o Picasso e invierte en la adquisición pongamos cien o doscientos mil euros, si quiere enmarcarlo con la dignidad que merece, empleando un marco de época, no tendrá reparo en desembolsar una cantidad nada desdeñable en un buen marco del siglo XVII. Cuando el anticuario se desprende un buen marco antiguo le invade una sensación de vacío ¿cuándo aparecerá otro?. La misma dificultad la encuentran los museos que se las ven y se las desean para conseguir marcos de época para sus enormes obras, viéndose en la necesidad de encargar reproducciones a talleres especializados.
El marco puede encerrar todo un mundo precisamente allá donde no alcanza nuestra vista, salvo que le demos la vuelta al cuadro, convirtiéndose en un soporte documental en algunos casos muy importante y lleno de morbo. La partes traseras de los marcos encierran historias e información sobre la construcción y ensamblaje de las piezas, pero además sobre las vicisitudes y periplos de los cuadros. ¿Dónde se colocaban, sino, las etiquetas de las casas de antigüedades y de subastas del siglo XIX, o incluso anteriores? ¿dónde sino la trasera para dejar constancia de si ese cuadro fue objeto de una confiscación en periodo de guerra, si perteneció a una herencia y de quién o si fue catalogado en su día?. Si han tenido la tentación de arrancar esas etiquetas, dejen las manos quietas y permitan que los marcos vayan acumulando historia e historias.