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La nave de los locos / OPINIÓN

Mejor me callo

En España hay libertad de expresión siempre que no se abuse de ella, por si acaso. A la vista de nuestra historia, conviene no excederse en el ejercicio de este derecho. El Gobierno conservador aprobó una ley para que los ciudadanos nos manifestemos (en las calles y en las tribunas) lo justo y necesario. La nuestra es una libertad dentro de un orden

1/05/2017 - 

La mayor amenaza para la libertad de palabra y de pensamiento no procede, sin embargo, del Ejecutivo del presidente esfinge sino de esos compatriotas siempre prestos a disparar contra aquellos que discrepan de sus opiniones. Entre estos intolerantes los hay de distintos pelajes. Para entendernos: algunos escuchan la emisora de los obispos y otros ven la cadena pretendidamente de izquierdas que se anuncia con un logo verde. 

En un país en el que debes estar a cubierto del fuego amigo y enemigo, hay que andarse con pies de plomo si escribes en la prensa. Para el artículo de esta semana disponía de hasta media docena de temas, pero la cobardía o la prudencia, elegid la palabra que gustéis, me ha llevado a callarme para no soliviantar a esa parte cada vez más numerosa de la sociedad que tiene la piel tan fina que cualquier asunto, por nimio que sea, le puede ofender.

Sin ir más lejos, iba a escribir sobre los denominados vientres de alquiler. Por una vez estoy de acuerdo con Almudena Grandes. Ella defiende que regular la gestación subrogada convertirá en legal una de las manifestaciones más abyectas de explotación a la mujer. Lo suscribo. Siento arcadas cuando veo a lindos cantantes y presentadores de televisión, todos ellos con las mismas inclinaciones, presumir de hijos gracias a esos vientres de alquiler. Se compran hijos como tú garbanzos para el cocido. Son tan cínicos que intentan convencernos de que la mujer es libre para hacerlo. Y además dicen que son padres porque han donado unas gotitas de semen para evitar el mal trago de pasar quince minutos con una mujer. Si hay un padre y una madre de ese bebé es esa pobre mujer que, después de parir, lo ha entregado por unos miles de dólares. Pero no escribiré más porque lejos de mí está el enfadar a Miguel y Jaime.

Hay que andarse con pies de plomo si escribes en la prensa. Cualquier tema, por nimio que sea, puede soliviantar a esa parte creciente de la sociedad que tiene la piel muy fina

Tal vez sería menos arriesgado comentar la reciente decisión del Ministerio de Educación de que el título de la ESO pueda obtenerse con dos asignaturas suspensas y sin alcanzar un 5 de media. El Gobierno admite así al fracaso colosal de la enseñanza española cuyos niveles de exigencia están por los suelos, cuando no en lo más hondo de la Tierra. Si se exigiese tener todas las asignaturas aprobadas para lograr el título de la ESO, la mitad del alumnado no lo obtendría. Entonces, ¿cómo justificaríamos todo el dinero invertido en la enseñanza pública y concertada? Eso explica la laxitud de Íñigo Méndez de Vigo y de anteriores ministros. A él, como a los consejeros de Educación y al sistema en su conjunto, le interesa mantener la ficción de aprobar a alumnos que merecen el suspenso. Podría extenderme sobre esto pero me temo que las asociaciones de padres, tan quisquillosas ellas, se molestarían conmigo de manera que prefiero dejarlo donde está.

Quizá sea injusto al echarles toda la culpa del desastre de la educación al ministro y a los consejeros autonómicos. Los adolescentes que llegan hoy a los institutos son hijos de padres que crecieron viendo Gran Hermano, circunstancia que no debe pasarse por alto cuando se analizan las tasas de fracaso escolar. Tal vez una medida urgente para salvar la educación en España sería prohibir programas como  Supervivientes y Mujeres y hombres y viceversa. Sería más efectivo que aumentar la partida de becas, por supuesto, pero los dueños millonarios de las cadenas privadas considerarían que esto va contra la libertad de expresión, es decir, contra la libertad de hacer más dinero, así que me detendré aquí para que no me tachen de poco demócrata.

Las autonómicas, unas cuevas de ladrones

Pero, aun admitiendo la podredumbre acumulada en las programaciones de algunas televisiones privadas, esta nunca alcanzará los niveles de las autonómicas, que han devenido en cuevas de ladrones. Lo fue Canal 9, lo ha sido Telemadrid y lo es TV3. Todas obedecen a la voz de su amo, pero ninguna alcanza las cotas de grosera manipulación de la televisión pública catalana. Quienes controlan esta televisión son una partida de malhechores y golpistas a cámara lenta que pueden salirse con la suya si el Gobierno conservador sigue contemporizando con ellos. ¿A qué esperan para aplicarles el Código Penal? (Presiento que alguno de vosotros arquea una ceja; bien sé que no soy lo suficientemente sensible con la realidad plurinacional de nuestro país, así que dejo también inconcluso este tema.)

En Cataluña y en el resto de España siguen muriendo mujeres a manos de hombres. Estos crímenes causan dolor y rabia. Pero deberían hacer reflexionar sobre el fracaso de la Ley contra la Violencia de Género. Si su propósito era frenar el número de víctimas no lo ha conseguido, desafortunadamente. Algo está fallando. Se suceden las condenas, las manifestaciones, las jornadas de luto pero los asesinatos de mujeres no cesan. ¿Por qué no se estudia la relación de estos crímenes con el alcohol, las drogas, las enfermedades mentales y la nacionalidad de los agresores? Lo pregunto sin ofender, pensando en especial en esas feministas montaraces para las que un hombre siempre es un elemento sospechoso que invita a ponerlo en cuarentena. Pliego velas también en este asunto, por si acaso.

No quiero parecer machista pero tampoco un hombre insensible, sin conciencia social. Se nos anuncia que el capitalismo se prepara para otra destrucción masiva de empleos, ahora con el pretexto de la robotización de la economía. No había trabajo para todos y no lo habrá. ¿Cómo se mantiene una sociedad en la que al menos una tercera parte de ella está desahuciada? Políticos como la señora Mónica Oltra han hallado la solución mágica: una renta básica para todo el que la necesite. La idea es bonita, evangélica, fraternal pero ¿quién paga todo eso? Porque a menudo olvidamos que el dinero sale de los impuestos de trabajadores, autónomos y empresas que sostienen, con su esfuerzo, un Estado ya de por sí insostenible. Por decir esto, ¿veis en mí a un sujeto insolidario con los desfavorecidos, a un Miguel Blesa cualquiera? Ni por asomo quiero que lo penséis de mí, así  que mejor me callo.

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