VALÈNCIA. La vida entre estudios de grabación, carreteras y salas de conciertos transcurre a un tempo distinto. La adrenalina y la acción da paso a numerosos tiempos muertos de aburrimiento y cansancio; es un ciclo vertiginoso de días y noches difusas, de convivencias demasiado estrechas o demasiado efímeras. Todas estas experiencias se “airean” normalmente en autobiografías precoces y en los llamados “libros de gira”, como Hasta la boya y volver -sobre el tour de presentación del tercer disco de Nueva Vulcano, Los peces de colores (2009-2011)-, o el más reciente Tour Vértigo (Walden, 2018), en el que la periodista Carolina Velasco reúne una treintena de entrevistas donde artistas como Alan Vega y El Guincho y grupos como Animal Collective, Los Punsetes o Los Planetas exponen sus problemas internos, hablan de cómo se sobrelleva la ansiedad durante el proceso creativo y las sesiones de grabación, o sobre cómo se las apañaban cuando los cachés les daban para poco más que la gasolina.
La del músico es, en resumidas cuentas, una forma de vida que obliga a muchos a detenerse y echar la vista atrás. A Ricardo Romero (conocido artísticamente como Nega) le ha llegado ese momento al alcanzar los 40 años. Llamando a las puertas del cielo (Akal) no es el primer libro del cantante de Los Chikos del Maíz, pero sí es el más confesional. Incluso para un tipo conocido por sus aguijonazos verbales y su predisposición a “repartir leña”, este es un libro delicado. Si Abajo el régimen (2013) y La clase obrera no va al paraíso. Crónica de una desaparición forzada (2016) se sostenían en una tesis política, en esta ocasión el rapero valenciano opta por hacer un ejercicio de honestidad emocional muy poco habitual en una escena musical que no se caracteriza precisamente por exponer las propias vulnerabilidades, sino más bien por subrayar con fluorescente las de los demás. Es un libro escueto (161 páginas, incluyendo el prólogo de Cristina Fallarás y el epílogo de Toni El Sucio), que se fulmina en un par de sentadas gracias a su estilo narrativo natural y ágil. También gracias a un sentido del humor más negro que la noche de los tiempos, que el autor no duda en aplicar a sus propias tragedias personales.
Esta es por tanto la autobiografía a pecho descubierto de un chico nacido en una familia de extracción humilde, pero con clara conciencia de clase (lo que tuvo consecuencias terribles en forma de torturas y persecuciones). Las del niño que escandalizaba a sus profesores con el trasfondo contestatario de sus trabajos manuales; las del adolescente inseguro ante las chicas, y también las del observador astuto que se ganaba la vida descolgándose sobre el vacío para instalar sistemas de calefacción en fincas pudientes de la ciudad de València. Es esta última una de las partes más interesantes del libro por la manera en que emplaza la dignidad de la clase obrera allá donde menos se la espera. Reproducimos un extracto donde esta idea se transmite de forma muy elocuente. La anécdota se produjo en una ocasión en la que trabajaba junto a un compañero en un piso dúplex de la Avenida de Aragón donde se estaba realizando una reforma integral. “La señora de la casa se empeñaba en recordarnos una y otra vez que pasaba mucha vergüenza: Ay qué vergüenza, está todo hecho un desastre. Esto parece Beirut. A lo que mi jefe, con mucha educación, contestaba: Es lo normal señora, se pone todo patas para arriba, pero el resultado al final merecerá la pena. Pero ella insistía con Beirut, esto parece Beirut. Parece ser que la señora se ponía cachonda exponiendo sus vastos conocimientos geográficos que los curritos desconocían. A la quinta vez que dijo Beirut le contesté: Beirut, capital de El Líbano, 10 años de guerra civil. Pillamos la analogía”. Silencio.
“Flechazo” con Toni El Sucio
En el libro nos da cuenta de cómo conoció a su compadre en la música, Toni El Sucio, en una rave de hard-techno en el año 2003. Una especie de flechazo intelectual y artístico que confluyó en la fundación de Los Chikos del Maíz. “En pleno auge del rap frívolo, la ropa de marca y las gorras de visera plana, cometimos la osadía de ofrecer un hip-hop combativo de corte abiertamente político que hemos acercado a salas, universidades, trabajadores en huelga, macrofestivales y centros de menores. Los raperos nos han llamado punkies, los punkies narcisistas de mierda y los viejos del lugar nos han dicho que nos anduviésemos con ojo, que cualquier día nos iba a encerrar la Guardia Civil”, escribe.
La crítica a la “romantización de la pobreza” y la miseria en el medio musical ocupa varios capítulos. El autor habla de las “condiciones de semiesclavitud” que rodearon la primera etapa del grupo, que de hecho son las mismas con las que sigue lidiando la mayoría de bandas underground en España. Sin cobrar apenas, bajo condiciones técnicas e higiénicas terribles y a veces sin un catre decente donde pasar la noche al abrigo del frío. El grupo recibió muchas críticas por parte de sus suyos cuando su popularidad creció y en consecuencia también lo hizo su caché. La “izquierda de capillita”, como él mismo la llama, comete la falacia de “equiparar dignidad con aburguesamiento”. “A la revolución sí, a pie o en un dos caballos si es preciso -rezaba un comunicado publicado por el grupo en 2011-, pero mientras llega y buscamos las fórmulas y apretamos los resortes adecuados, el artista comprometido se le debe tratar con dignidad, el que no lo hace se convierte en el más hipócrita de los explotadores, por mucho que se disfrace de “abrazacausas” y por mucho calimotxo barato que venda en la barra”. El “puritanismo de la izquierda para abordar las cuestiones monetarias” es objeto de reflexión en estas páginas, que relatan cómo se gestó el éxito del grupo con los discos Pasión de Talibanes (2011) -10.000 copias vendidas en un año-; La Estanquera de Saigón (2014) -directos al puesto número 8 en las listas, con 14.000 discos vendidos- y Trap Mirror (2016).
Quizás siendo consciente de que muchos adolescentes leerán el libro en busca de claves para su propia existencia, Ricardo Romero deja claro a los lectores que no quiere ser el referente de nadie. Ya de paso, dedica su última reflexión a cargar contra el discurso individualista del “pelea por tu sueño y lo alcanzarás”. Propone una premisa alternativa: “Estudia todo lo que puedas y organízate políticamente si no quieres ser un puto esclavo el resto de tu día”. Palabra de rapero comunista.