VALÈNCIA. Decir que, en estos dos meses, hemos avanzado varios años en asuntos como la formación a distancia, creo que no es ninguna novedad. Nunca sabremos cuántos planes de estudio se hubieran necesitado para llegar a donde estamos hoy, con los alumnos accediendo en remoto desde sus casas a las clases que imparten sus profesores, igualmente desde sus hogares. A la vista del actual clima político no parece realista que hubiera ocurrido dentro de esta década.
Que la tecnología ha sido la pieza angular que ha permitido esta transformación, tampoco creo que genere mucho debate. Sin embargo, un aspecto que se ha puesto de manifiesto estos meses, y sobre el que creo que tenemos que reflexionar, es en cómo, de la noche a la mañana, millones de alumnos y profesores en todo el país han tenido que “ponerse las pilas” con la tecnología para poder progresar con sus estudios.
Y es que tecnología y formación son un binomio que se complementa. Se necesita tecnología para la formación del futuro y se necesita formación en tecnología para entender el futuro, solo que el futuro es hoy.
Entonces… ¿estábamos preparados?
Si miramos la “tele formación” desde un punto de vista meramente técnico son imprescindibles tres elementos: una plataforma en la nube que gestione los contenidos formativos, una red de banda ancha para el acceso a dicha plataforma y, por último, un equipamiento informático, ordenadores y/o tablets, para que alumnos y profesiones puedan interactuar y compartir conocimiento.
Vayamos por partes. En cuanto a las plataformas de formación online, los grandes players del mercado tecnológico como Google, Microsoft y unos pocos más, han visto cómo sus mejores previsiones en esta materia se han visto aceleradas por el COVID, superando en pocos meses los centenares de millones de usuarios activos. Además, como resultado de este crecimiento estas empresas han obtenido un muy buen reconocimiento del mercado bursátil incrementando su valor por encima del 30% en apenas los dos meses que ha durado el confinamiento.
En cuanto a las redes de banda ancha, esta pandemia ha vuelto a poner de manifiesto la excelente posición en la que se encuentra nuestro país, superando con buena nota el estrés al que han sido sometidas sus redes en este periodo, y todo ello pese a que el tráfico tanto en redes fijas como móviles, especialmente durante las primeras semanas, creció por encima del 30%.
Por último, y no menos importante, es el acceso a los equipos informáticos, ordenadores o tablets indispensables para que los alumnos pudieran acceder a los contenidos online. En este sentido, esta pandemia ha agravado las desigualdades tecnológicas que sufre una parte importante de la población, y que sin duda es uno de los retos a afrontar en los próximos años si aspiramos a una sociedad más justa en la que todos los estudiantes disfruten de las mismas oportunidades.
Sin embargo, con este artículo me gustaría hacer una reflexión, más que sobre esta parte de la población que carece de los medios físicos básicos para afrontar la tele formación, sino, precisamente, sobre aquellos alumnos afortunados que sí disponían de equipos para poder tele estudiar, y que han demostrado que sus conocimientos en informática eran más superficiales de lo que pensábamos (incluso, no son pocos los casos en los que han tenido que pedir ayuda a sus padres).
Y es que, estos jóvenes, llamados por algunos por haber nacido en la era digital “nativos digitales”, tienen un conocimiento sobrevalorado de la tecnología y si bien pasan muchas horas con sus smartphones o con sus tablets, lo hacen normalmente con aplicaciones de ocio tipo Tik-Tok, la plataforma de origen chino que cuenta con más de 600 millones de usuarios activos, y que ha sido la aplicación de moda durante el confinamiento de nuestros adolescentes.
En mi opinión, tan importante y beneficioso es abrazar la tecnología con un fin, estudiar o jugar, según sea el caso, como necesario es entender las oportunidades y sobretodo los riesgos que la tecnología conlleva. Para ello, considero que lo primero es despertar la curiosidad por entender estas tecnologías y todo lo que se puede hacer con ellas, ya que desarrollar habilidades tecnológicas es importante, pero lo es aún más conocer las posibilidades que ésta permite.
Saber cuándo una compra online se realiza en un entorno seguro, los riesgos inherentes a conectarse a una red pública de Wifi o cómo evitar el phising o suplantación de identidad son sólo algunos ejemplos a los que me refiero. Por el contrario, explorar el poder de la inteligencia artificial, entender cómo el mundo puede cambiar con la tecnología 5G o resolver un problema complejo con un sencillo programa de Python son sólo algunos ejemplos de oportunidades que impactarán en nuestras vidas.
Por eso, si queremos preparar a nuestros jóvenes para el futuro (y para el presente), es tan importante destinar esfuerzos a potenciar su formación en estas materias. Una buena forma de adentrarse en el mundo de la tecnología para los más jóvenes es aprender a programar porque, aunque a algunos adultos les parezca increíble, es una excelente manera de aprender jugando. Además, aprender a programar es aprender a desarrollar el pensamiento lógico y la creatividad. Estas dos habilidades, ya de por sí esenciales en cualquier tipo de formación, van a ser claves en un mundo en el que la importancia de lo software se va imponiendo, cada vez más, a lo hardware.
Tenemos que dar un paso más, y dejar de ser meros usuarios de tecnología y pasar a entenderla para protegernos y para poder crear y crecer con ella. Muchas de las nuevas profesiones se generarán a partir de las nuevas tecnologías y los jóvenes de ahora que serán, si lo desean, los empresarios y directivos del futuro, deberán entender cómo la tecnología impacta en sus negocios, porque los negocios son y serán cada vez más lo que la tecnología les permita. Para ello es importante despertar esa curiosidad, o como decía Steve Jobs en su discurso ante los estudiantes de la Universidad de Stanford, “Stay hungry” “permaneced hambrientos”, de conocimiento y de ganas de aprender.
Pero entender y conocer la tecnología, no debería ser sólo una responsabilidad de los adolescentes. Como padres, como empresarios, como usuarios, nosotros tampoco podemos desentendernos y debemos destinar esfuerzos a intentar comprender poco a poco lo que nos ofrecen estas tecnologías, también tenemos que despertar en nosotros mismos esa curiosidad y seguir aprendiendo.
La buena noticia es que se ha generalizado la posibilidad de acceder a los conocimientos y aprender, ahora, está al alcance de casi todos y solo depende de uno mismo, de hecho, nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan fácil adquirir conocimiento en una red que es una fuente inagotable de contenido actualizado y enriquecido diariamente por millones de personas de todo el planeta. La mala noticia es que no hay excusas, no vale eso de es que no tengo formación porque la formación hay que ir a por ella debe partir de uno mismo empezando por la curiosidad.
Decía Henry Ford que cualquiera que deja de aprender se hace viejo, tanto si tiene 20 años como 80… pero quizá más los de 20, porque con ellos corremos el riesgo de encontrarnos ante unos jóvenes que, aunque fueron llamados “nativos digitales” con el paso del tiempo se conviertan en “analfabetos tecnológicos”, así que menos Tik-Tok y más Python.
By order of the Peaky F. Blinders
Jesús Suso, Director Territorial de Vodafone de Comunitat Valenciana, Murcia y Baleares