Conozco a Kevin, el camionero desde hace años. “Lorry driver”, dice él… Kevin apura su cerveza Mahou mientras disfruta del sol del mediodía de una mañana de octubre, en su local bar de la Costa Blanca. Hace fresco, pero él sonríe feliz a su vuelta de Inglaterra, 14º frente a nuestros 24º. Llegó ayer. Luce camiseta de manga corta y shorts de verano. Sonríe. Hasta que sale “el tema”. “¿Voy a tener problemas para cruzar la frontera después del Brexit? Yo tengo el permiso de residencia…”.
Conduce su camión cargado de mercancías desde Alzira hasta el ferry de Bilbao varias veces al mes. Y, de vuelta, se cruza Europa con los productos británicos. Cuarenta camiones al día salen desde la empresa británica que exporta productos españoles hacia el Reino Unido. “¡Cuarenta camiones al día y sólo de una empresa! A España no le interesa perder el mercado británico. Salen más productos hacia allí que los que entran”. Kevin apura su cerveza.
No. A nosotros, y en especial a los valencianos, no nos interesa perder el mercado británico ni a los británicos. La Comunitat Valenciana es la región Europea con más residentes y más turistas procedentes del Reino Unido. Registrados, son 75.000 residentes, frente a los 240.000 en toda España, aunque las cifras posiblemente se doblen ya que no todos están empadronados o tienen la carta de residencia. “Supongo que yo tendré un visado de camión…”, insiste Kevin bebiéndose de un trago su cerveza.
Pero ésa no es la cuestión, Kevin. La cuestión es, primero que no somos nosotros los que nos queremos ir. Y, la segunda, que es tu camión cargado de productos el que deberá pagar derechos de aduana. Porque, pese a que tú tengas carta verde por ser residente en la Unión Europea antes del Brexit, los derechos aduaneros no entran en esta transacción. Y los productos que cargas no estarán exentos de pagar impuestos. Ni de un lado, ni de otro… Esta vez, a Kevin se le atraganta la Mahou…
Kevin insiste. “Pues la gente no está preocupada con el Brexit porque no saben qué va a pasar”. ¿No lo saben? Que le pregunten a su Primera Ministra, Theresa May. Hace unas semanas ya la acorralaron en el Consejo Europeo de Salzburgo al rechazar su Plan Chequers. Pretendía una zona de libre comercio entre Reino Unido y la Unión, con un modelo aduanero amable para los bienes, y libertad de viajar y estudiar para los ciudadanos. Pero, entonces, no te vas…
Esta semana, el Reino Unido debía presentar una oferta seria de negociación ante el Consejo de Ministros de Exteriores y en la Cumbre Europea. Los negociadores de ambos lados, el francés Michael Barnier y el Ministro para el Brexit Dominic Raab, no llegaron a ningún acuerdo tras un largo fin de semana de desencuentros en Bruselas. En el epicentro está la frontera con Irlanda, que teme repetir otro Ulster. Sin olvidar la batalla de los euroescépticos, capitaneada por el ex ministro de Exteriores Boris Johnson y el ex ministro para el Brexit David Davis, que pretenden descabalgar a May del poder con una “carta de confianza”, como llaman a la moción de censura. Un grupo de tories encabeza esta iniciativa, por lo que May se aclama a los parlamentarios laboristas, partidarios de un Brexit suave. A Churchill también le salvaron los Comunes…
A Boris Johnson, por cierto, se le va a atragantar la cerveza -en su caso, la pinta-, al prosperar la demanda que contra él ha presentado un bufete de abogados británico encabezado por Marcus J. Ball desde el despacho Lewis Power QC. Los 350 millones de libras que los británicos pagan cada semana a la Unión Europea, base de la campaña del Leave, se dirimirán en los tribunales. Éste fue el caballo de batalla, la gran mentira del Brexit, que llevó a Boris Johnson a los altares de Buckingham tras ganar el referéndum para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El delito de “mala conducta en cargo público” acarrea una pena máxima de cadena perpetua. Nada menos. Por mentir.
Pasamos de la Mahou a la pinta de Guinnes, mientras Kevin mira taciturno el vaso que refleja los rayos del sol, pensando en cómo cruzar la frontera. O pensando, tal vez, en su nieta Mazzy, nacida en la Costa Blanca, hija y nieta de residentes británicos. ¡La pequeña ya le llama iaio! A ver cómo pasamos este trago…