VALÈNCIA. Bajando por la calle Padre Esplá me encuentro con tres ancianos —dos mujeres y un hombre— hablando de sus asuntos.
—Ahora vamos a tener que pedir cita para ir a la playa —les dice él.
—¿Cómo? —refunfuña la más vieja.
—Que sí, mujer, que lo han dicho en el interné.
—Pues yo creo —tercia la otra— que podemos pasar sin playa este verano.
Me parece que vamos a pasar sin muchas cosas este verano, este otoño y el próximo invierno.
El señor Ximo Puig, persona cabal y gris, se resiste a que pasemos a la Fase 2 a finales de mayo. Begoña le da la razón y yo se la quito. El mundo, incluso este mundo del que no entendemos nada y nos da miedo, es de los que arriesgan, de los osados.
Ya veremos si la gente se pone la mascarilla a partir de este jueves. La obligación de llevarla supondrá un desembolso que muchos no pueden permitirse por haber perdido el trabajo. De momento se posponen las multas, pero, conociendo el paño autoritario del Gobierno pinocho, todo se andará. Hemos alcanzado el millón de sanciones durante el arresto domiciliario, y subiendo.
He visto las imágenes de unos adolescentes encarándose con una mujer que llevaba una bandera nacional. La señora protestaba en Alcorcón contra el dictador maniquí. Los chavales se la comían. Hablaban de la República, se metían con el rey, rugían, en fin, lo que cabe esperar de esta generación cebada con la papilla ideológica de la izquierda gobernante. Ninguno pasaría de los 16 años. ¡Cómo se puede odiar tanto a esa edad! ¿Quién les ha inculcado esa ira contra quienes no piensan como ellos?
Sin formación ni preparación, estos chavales serán carne de cañón. El detritus del sistema. Trabajarán en empleos cochambrosos cobrando sueldos miserables. La culpa, claro está, será de Felipe VI.
El dictador maniquí ha sacado adelante la quinta prórroga del estado de excepción con el apoyo del PNV y de Ciudadanos. La niña Arrimadas, que se las da de mujer de Estado, exhibe ufana la bandera del centrismo y la moderación. No se da cuenta de que ha sacado a pasear un cadáver —el cadáver del centrismo español— como una Juana la Loca con el de su difunto Felipe el Hermoso. Si hoy hubiese elecciones, Ciudadanos no sacaría ni un escaño. Su destino será el de UCD, CDS y UPyD: la desaparición, la nada electoral.
La España oficial ha protagonizado otro sainete en el Parlamento, cementerio de la soberanía nacional. Los diputados se pelean, amenazan, insultan, se ofuscan y luego, concluido el debate, regresan a sus casas, y todos tan amigos, y hasta la próxima.
La España real respira de otra manera, preocupada por su supervivencia, como esa mujer que le pregunta al portero de una finca por un vecino que ha dejado de pagar la comunidad. El portero le ha dado las debidas explicaciones.
—Pues como sigamos así, al final no va a pagar ni Dios.
El portero la escucha callado mientras barre el portal.
En la gasolinera me ha atendido el empleado más amable que he conocido en mi larga vida. Como único reparo cabría decir que es demasiado solícito, un tanto dulzón con los clientes. Llueve o truene, nunca lo verás con una mala cara. Esto tiene su enorme mérito en un país con tan mala leche.
—¿A repostar, no?
—Cuarenta euros de diésel normal —me he limitado a responder.
Con el depósito lleno he recorrido el polígono en busca de un bar abierto. Todos estaban cerrados. Cuando ya me daba por vencido, he visto gente en la terraza del Soliera. Lo lleva una familia de rumanos muy simpáticos. He aparcado como mejor he podido. Estaba lleno. A mi lado tres señoras han dicho maravillas del forro del bar. Lástima que no den comidas como Dios manda.
He creído estar soñando cuando he pedido una caña, la primera que me iba a tomar en dos meses y medio. Me ha sabido a gloria. Después de bebérmela casi no le daba importancia a que vayamos a sufrir otros quince días de dulce dictadura.
Mañana me pido un doble.
La desescalada en la Comunitat Valenciana dará inicio el 1 de marzo