Mi primer Consejo Europeo me trae recuerdos de Mi Primera Comunión. Lo pongo así, con la primera letra en mayúscula, porque es como lo recuerdo en el primer Diario que te regalan con el álbum de fotos, el bolígrafo y la pluma estilográfico, el rosario de plata, el primer joyero, el primer reloj y la primera hostia. ¿Que ya no se regalan estas cosas? Vaya…, parece que hoy es más tecnológico. Aunque aviso que yo ya tenía un CineExín. No, cariño, que va de smartphones, plays, netflix, videogames, applewatch, tablet, e-book, MacBook, IPad… ¿Se han dado cuenta de que todo va en inglés?
Todo, menos la primera hostia, que sigue siendo en español y sin tecnologías añadidas. Y además, sin hache. Como la que se dieron y nos dieron a los ciudadanos europeos los excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de los 28 Estados miembros en el Consejo celebrado hace cuatro días y que tendrá que volver a repetirse el próximo domingo porque sus excelencias no han hecho los deberes.
Hasta las 2.20 horas de la madrugada nos tuvieron esperando a los 300 periodistas que cubren habitualmente este evento en el hall acristalado del edificio del Consejo en Bruselas. Entre los 28 no se pusieron de acuerdo para hacer equilibrios y malabares en el reparto de los cinco cargos institucionales que deben renovarse ahora en la Unión Europea, tras las elecciones al Parlamento del 26 de mayo.
Y mira que han tenido tiempo…, casi un mes para repartir con un “pito, pito gorgorito”. Pues, ni por esas. Tendremos que llamar a Chimo Bayo para que les ayude… Ésta sí, ésta no, ésta me gusta, me la como yo. ¡Hu ha! La interjección exclamativa la gritaremos el próximo domingo, porque lo que está en juego son nada menos que cuatro presidencias y el puesto de embajador de la Unión.
A saber, la Presidencia del Parlamento, que debe ser elegido sí o sí, porque el 2 de julio se celebra la sesión plenaria inaugural de la nueva legislatura en la sede del Parlamento en Estrasburgo, en sustitución del incombustible Antonio Tajani, cómodo con el nuevo gobierno populista italiano. También hay que elegir al presidente del Consejo Europeo, la institución que representa a los Estados miembros y que tan bien ha sabido capitanear el polaco Donald Tusk, de quien nadie daba nada por él y que ha demostrado un equilibrio y una emotividad digna de encomio, máxime con un gobierno como el de su país, euroescéptico y populista, y a punto de ser sancionado por Bruselas por no respetar el principio de independencia del Poder Judicial. Añoraremos su voz quebrada por las lágrimas cuando leyó la carta de despedida de la Primer Ministra británica Theresa May, hace dos años, anunciando que el Reino Unido se iba del club.
La tercera presidencia en liza es la del Banco Central Europeo, que preside otro italiano, Mario Draghi, quien pasará a la historia como el salvador del euro durante la sangrante crisis financiera mundial. La historia pondrá las cosas en su lugar, ya que Draghi venía de dirigir la delegación europea del inversor norteamericano Goldman Sachs, uno de los artífices de la crisis y, por tanto, con información privilegiada de dónde estaba el agujero y qué Estado ocultaba información. Fiel a sus orígenes, salvaron a los bancos por encima de las personas.
La cuarta presidencia es la joya de la corona, la presidencia del gobierno de la Unión, la Comisión Europea, hoy en manos de los populares con Jean-Claude Juncker. El ex presidente de Luxemburgo ha hecho su trabajo inclinando la balanza hacia el norte y afianzando una Europa de dos velocidades económicas, que ha dejado a los países del sur más próximos a África que a Bruselas en materia de salarios y empleo.
Por último, queda el puesto de Alto Representante de la Unión en Política Exterior. Nuestra embajadora los últimos cinco años ha sido Federica Mogherini, que no tiene visos de repetir porque el gobierno italiano es de otro color, pese al indiscutible papel que ha realizado como digna sucesora de Javier Solana, el primer representante de la Unión Europea en el mundo. Éste podría ser un papel para un representante español, sea por la situación geoestratégica de España entre América y África, y porque las anteriores presidencias están lejos de la influencia de un gobierno que aún está por formar y conformar, el de Sánchez.
Parecería que se trata de una cuestión de Estados. Pero no, al menos, no sólo. El presidente Juncker insistió en que había que conjugar tanto el equilibrio demográfico y geográfico como el político, además del de género. Es decir, que deberán tener un puesto en la gloria tanto países pequeños como grandes, tanto del norte como del sur o del este, tanto hombres como mujeres… Y, sobre todo, buscando el equilibrio político, ideológico, cosa harto difícil ya que por primera vez nadie suma mayoría absoluta entre dos partidos. Ni populares ni socialistas, que se han alternado en el gobierno de la Unión en los últimos cuarenta años. Es más, tampoco suman populares con liberales, pese a ser mayoritarios. Y, menos aún, socialistas con verdes.
Un acuerdo a tres es lo que parece que se masca en el ambiente. Pero, ¿dejarán los socialistas a los verdes fuera del tablero de juego? La clave está en la reunión que mantuvieron, previa al Consejo, el presidente Tusk con el socialista Pedro Sánchez, el liberal presidente de la República francesa Emmanuel Macron y la popular líder alemana Angela Merkel. Aún así, no hubo acuerdo ni primera comunión ni pudimos celebrarlo con una copa de vino consagrado… ¡Hu Ha!