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El ‘milagro’ de Mainz y el hachazo al Ibex

Foto: ANTTI AIMO-KOIVISTO/LEHTIKUVA/ DP/DPA
14/07/2022 - 

El ‘milagro’ de la ciudad alemana de Mainz (Maguncia en español), de 220.000 habitantes, se llama BioNTech. La spin off de la Johannes Gutenberg University Mainz que desarrolló una de las vacunas contra la covid-19 y llegó a un acuerdo con el grupo farmacéutico norteamericano Pfizer (curiosamente no con uno europeo) para su producción y distribución. Se estima que, en 2021, el ayuntamiento del socialdemócrata Michael Elbing habría recibido unos ingresos fiscales de en torno a 1.000 millones de euros, con los que no sólo ha enjugado la deuda que venía engrosando durante 30 años, sino que se ha instalado en un cómodo superávit.

Y se avecina un cierre de 2022 aún más provechoso: BioNTech ha registrado un beneficio de 3.698,8 millones de euros en los primeros tres meses del año, el triple que en el mismo periodo del año anterior, después de disparar sus ventas un 211%, hasta los 6.374,6 millones de euros. Quién lo iba a decir cuando los hermanos gemelos Thomas y Andreas Strüngmann (hoy las dos personas más ricas de Alemania) se cruzaron en 2008 con tres científicos, Ugur Sahin, Özlem Türeci y Christoph Huber, en la Universidad de Mainz y escucharon sus sueños biotecnológicos basados en la inexistente tecnología de ARN mensajero.

No estamos muy acostumbrados a encuentros de este tipo en la Comunitat Valenciana, ni en el conjunto de España. Ninguno de nuestros inversores ni grandes corporaciones se interesó por la visión de Francis Mojica cuando descubría el sistema que daría pie a la tecnología de edición genética CRISPR. Las patentes, la actividad económica y, por consiguiente, los ingresos fiscales se acabaron desarrollando en Estados Unidos. Lástima para Alicante.

Nunca hemos estado tan cerca de una tecnología capaz de cambiar un sector estratégico como el sanitario a escala global. Pero no nos gusta pensar en el largo plazo, no es lo nuestro. Star Wars, no. Por eso, cuando llega la hora de generar nuevos ingresos fiscales, sólo entendemos una lógica, la del hachazo al que tiene.

Francis Mojica. Foto: ROBERTO RUIZ DE ZAFRA

No resulta oportunista contraponer la lógica (la buena suerte también hay que buscarla) del socialdemócrata Elbing con la de su conmilitón y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Mientras otras sociedades promueven el conocimiento de excelencia y su traslado al mercado, creando las condiciones adecuadas para que germine la innovación, en nuestro país inventamos impuestos para animar el debate del Estado de la Nación. Tributos dirigidos a compañías que, en última instancia, tampoco están haciendo apenas nada para crear un ecosistema innovador sostenible, con los que le pagaremos a la gente el abono de tren durante varios meses. Una solución decimonónica, para un país decimonónico.

Según los datos de las propias universidades, en 2019 solo 32 de ellas declararon haber creado spin off y solo tres lanzaron más de cinco. Fueron 77 spin off en total ese año. Hay 76 universidades en España, entre públicas y privadas. Del top cinco de universidades líderes en creación de spin off a nivel mundial, las dos primeras eran europeas en 2018: ETH Zurich y la Universidad de Cambridge, con 33 cada una, seguidas, con 28 spin off cada una, por el MIT y la Universidad de Oxford.

No está en mi ánimo precisamente defender a las empresas del Ibex 35. Si hubiera un decálogo de culpables de la situación de nuestro ecosistema de innovación, desde luego su desidia durante décadas las colocaría en la terna de cabeza, disputando el primer puesto con los desastrosos gestores locales y autonómicos y con la pléyade de organizaciones clientelares de todo tipo, científicas, sociales y empresariales, que merodean los circuitos de concesión de ayudas, cerrando el paso a cualquier iniciativa sinceramente innovadora.

Pero la realidad demuestra que sale más rentable para el poder público propiciar un entorno de excelencia científico-tecnológica, la innovación y la racionalidad en la concesión de fondos que aplicar la cultura del hachazo. Si ya cuesta mostrar incentivos a la inversión en un país fragmentado desde el punto de vista del conocimiento, más allá del sol y playa que a nadie amarga un dulce, la vista de un kamikaze fiscal al frente del cuadro de mandos ya es lo que nos faltaba.

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