Cuando en julio de este año Gent de Compromís anunció el cese de su actividad organizada, la repercusión que tuvo esta decisión fue la mayor que había tenido nunca en su historia una noticia relacionada con este colectivo, y eso que habían pasado cosas más que suficientes como para darles la importancia pertinente. También hubo, como siempre pasa en estos casos, personas que trataron de limpiar sus conciencias poniendo el grito en el cielo cuando, a la hora de la verdad, nunca habían hecho demasiado por contribuir al proyecto.
En ese mismo momento, un resorte se activó en las cabezas pensantes de los partidos que forman Compromís y, de manera más o menos manifiesta, algunos incluso celebraron haber logrado lo que hacía mucho anhelaban, destruir Gent de Compromís y que las personas directamente afiliadas a Compromís y miembros de esta corriente pasaran a engrosar sus mermadas, escuálidas y nada realistas, listas de militantes. Así funciona esta "cooperativa democrática de tecnología punta", como la define Mónica Oltra, más parecida a un partido de los de toda la vida, incluso me atrevería a decir que bastante más vertical que otros que se encuentran en las antípodas ideológicas.
Lo que todos querían, y así se ha denunciado durante tantos años, es que las personas que realmente apostaron por el proyecto no afiliándose a ningún partido, sino directamente a Compromís, acabaran perteneciendo a algún partido. Porque se habían vuelto molestas; porque ya no solo pegaban carteles, acudían a actos y pagaban sus cuotas, ahora además querían que su voz tuviera validez y fuera escuchada; querían que su movimiento asambleario y su forma de tomar decisiones influyera en las de Compromís. ¡Qué desfachatez! ¿Cómo se atrevían a plantear eso sin haber sido Históricos y sufridos militantes en los años en los que ni la izquierda ni el nacionalismo tenían ninguna relevancia? Porque de eso también va esta película, de militantes de primera y de segunda; de que “yo llevo muchos años luchando, desde cuando teníamos 15.000 votos y ahora vienen estos a querer ocupar mi sitio”.
Pero claro, ahora que se había conseguido el relevo en las instituciones con un claro mensaje renovador y un discurso del cambio, acabar con los “adherits” de manera tan flagrante quedaba feo. Así que se optó porque nos cocináramos en nuestro propio caldo de frustraciones, aderezado con una lealtad inquebrantable a Compromís que les daba la tranquilidad de que, aunque a veces levantásemos la voz nunca lo haríamos hasta el extremo de suponer un problema real. Como así ha sido. Se plantearon muchas propuestas, blandas, duras y semirrígidas, pero al final optamos por cerrar el círculo con una dignidad y un respeto que no han tenido con nosotros.
De manera que, ahora sí, transcurridos unos meses, enfriada la cuestión y sin horizontes electorales a la vista, se han lanzado a por la bolsa de militantes perdida sin ningún tipo de tapujo. El Bloc directamente ofreciendo una participación en su Congreso sin ser militantes, cosa que de paso perjudica a la corriente interna BiP, porque aquí no se da puntada sin hilo, y la corriente de IdPV, Més Iniciativa, convocando un oportuno debate sobre la extinta Gent de Compromís en la que el ponente estrella elegido -el alcalde de Alzira, Diego Gómez-, aunque por motivos de agenda finalmente no participó, es alguien que poco defendió la causa cuando estaba en ella, y solo levantó la voz cuando no le preguntaron por la cuestión de la Diputación. Por cierto, también sigue siendo el Presidente del Consell General de Compromís, ese que no se reúne desde hace casi un lustro.
La estrategia del Bloc no es nueva. Ya lanzaron en su día una OPA hostil que les salió rana, pues solo consiguieron arrastrar a una veintena de militantes, aunque algunas fueran cargos de relevancia y ya no lo sean. Además, siempre han actuado de manera paternalista, afirmando ser los buenos de la película cuando, a la hora de la verdad, solo defendían lo suyo y abrían las puertas a los militantes de GdC para engrosar sus números y poder negociar un asesor más en el reparto del pastel con IdPV.
Novedad es lo de Més Iniciativa, que pretenden pasar por renovadores y aperturistas, aunque de momento la cosa no haya fructificado demasiado. Parece ser que la idea consiste en demostrar que siempre han apoyado la causa de Gent de Compromís, pero la realidad dice, qué casualidad, que cuando más la han apoyado ha sido en procesos de primarias en los que, de nuevo casualmente, han salido muy bien parados a costa de otros que no fuimos tan afortunados. Todo apunta por tanto a que tiene más sentido pensar que necesitan músculo para cuando la Mesa Nacional de Iniciativa les permita por fin, si es que se lo permite, porque en casa de los Mollà cualquier vestigio de discrepancia es abortado al instante, constituirse formalmente en corriente interna.
Así las cosas, las rebajas se han adelantado en Compromís y andan casi todos a la búsqueda del militante de saldo. Además, como las expectativas electorales de futuro no son nada halagüeñas y se avecina un largo invierno, mejor comprar los abrigos y bufandas antes de que llegue el frío, y a esperar que crezca esa semillita que se ha plantado.
*Víctor Arroyo es excoordinador general de Gent de Compromís