VALÈNCIA. Explicaba Miquel Navarro (Mislata, 1945) en una entrevista publicada este verano que su interés por la escultura viene de cuando era muy pequeño, de los juegos de una infancia entre acequias. “Yo cogía el barro y lo modelaba”, relataba. Décadas después, sigue el juego y sigue ese espacio que, aunque distinto al que conoció entonces, continúa habitando, una València y una Mislata que no pueden explicar su historia cultural reciente sin la figura de Navarro. Quizá, también, porque sus propias calles presentan algunas de sus piezas más icónicas. Ahora esa misma ciudad que habita le vuelve a rendir homenaje con la exposición Fum controlat. Fumeral, que reúne una selección de cuarenta piezas del pintor y escultor, entre las que se incluyen sus ciudades de terracota, las chimeneas humeantes y retadoras, el interés por el agua y el ámbito rural y el simbolismo fálico que acompaña muchos de los trabajos del artista de la ciudad y el cuerpo humano.
El propio artista define la exposición como el “laboratorio” de Miquel Navarro, un recorrido por toda su trayectoria desde los primeros dibujos de los años sesenta hasta los trabajos en los que está trabajando actualmente. En palabras del propio Navarro, esta exposición reúne el “alma de mi propuesta creativa, quizá mi lado más poético”. La muestra, organizada por la Diputació de València, abrió sus puertas este miércoles con la presencia del artista y del presidente de la corporación provincial, Toni Gaspar, quien alabó la labor de “uno de nuestros creadores más internacionales que sigue dando la vuelta al mundo con sus reflexiones sobre unos orígenes humildes con los que es fácil identificarse”.
La muestra, comisariada por la doctora en Historia del Arte y Cultura Visual Mª Dolores Durán, lleva al Saló de Respecte de la sede de la Diputació de València (ubicada en la plaza de Manises) una suerte de “micocosmos” concebido por Miquel Navarro entre la huerta y la urbe, con sus fábricas de espigadas chimeneas de ladrillo, el barro, los insectos, los edificios de la gran ciudad y el enigma del humo; un hábitat creativo imbuido de recuerdos de la infancia y la madurez de las formas fálicas como fuente de energía y deseo.
La ciudad de terracota es una de las casi cuarenta piezas que exhibe la muestra, pertenecientes a colecciones privadas y la Fundación Miquel Navarro. Dibujos, maquetas y esculturas de madera, hierro y yeso que recorren la trayectoria del creador del Parotet y la Pantera Rosa desde sus inicios hasta la actualidad, con obras clásicas como La sèquia (1976-77) y trabajos recientes, inacabados, como La ciudad blanca, una pieza “de laboratorio” que, entre efectos de luces y sombras, refleja la esencia de un artista multidisciplinar que sigue sintiendo y construyendo. “De mi trabajo se puede desprender lo que uno quiera; busco que el espectador razone por sí mismo”, reflexiona.
El recorrido por las etapas artísticas de Miquel Navarro finaliza en una improvisada mini sala de cine en la que se proyecta un cortometraje surrealista de 25 minutos producido por el propio autor. El montaje, con música de César Franck y Sergei Rachmaninoff, es una de las piezas claves de la muestra, si bien “no tiene una estructura narrativa, sino una falsa narración que se alimenta de la lírica del deseo y del trabajo que he realizado en todos estos años”.