Moderadamente satisfecho

Fríos, como los gélidos días que ahora nos visitan, nos ha dejado a muchos la afirmación del Consell de X. Puig, asegurando estar “moderadamente satisfecho”. Se refería al hachazo del Gobierno de Pedro Sánchez al Trasvase Tajo-Segura, que asesta un cerrojazo del 40% al grifo del agua para la Comunitat Valenciana, con una drástica privación a las carencias de nuestros agricultores.

No cabe una calificación más desafortunada para unas pérdidas calculadas en más de 6.000 millones de euros y 15.000 empleos, o la muerte por sequedad extrema de la huerta de Europa, cuando además nuestro territorio encabeza la triste estadística de abandono de tierras agrícolas.

Pero Puig está satisfecho, moderadamente dice, y es el último de los Presidentes autonómicos afectados que ha anunciado tímidamente un recurso, sin plantarse de verdad al Gobierno de España ante el duro escenario, en muchos casos inasumible, que ello va suponer para nuestros agricultores y sus familias. Y también para otras necesidades, como las derivadas de ser una tierra de acogida turística, que no puede ofrecer calidad sin agua.

Antes ha consentido, con su silencio cómplice y sumiso, 22 recortes del trasvase; su Consellera de Compromís se ha abstenido en la reunión clave del Consejo del Agua; y salió el Consell de una sesión tan importe, sin pedir ni una copia documental para tener  debido conocimiento, y garantía, de lo aprobado.

Claro que esto no ha de extrañarnos, cuando fue también un gobierno socialista, presidido por Zapatero y siendo ministra Cristina Narbona, ahora presidenta del PSOE de Sánchez, quienes, con explícito brindis de mal gusto incluido, derogaron el Plan Hidrológico Nacional que incluía el trasvase del Ebro y contaba con fondos europeos, que se perdieron.

Y tampoco ahí el PSPV rechistó, entregándose a la engañifa de las desaladoras. Tantos años después no están en pleno funcionamiento, suponen cuatro veces más coste energético, dañan el fondo marino por la salmuera y privan de sus elementos fundamentales a nuestros cítricos. Esas mismas desaladoras que ahora aparecen en la pieza 7 del Caso Azud, como elementos claves en mordidas, comisiones y presunta financiación de campañas del PSOE y el PSPV. Pieza en cuyos ‘papeles’ incautados al tesorero socialista, aparece repetidamente un tal “Ximo”, un “Equis.Punto.Puig” y “El Jefe”…

De aquellas aguas vienen estos lodos desérticos, a los que nos llevará la escasez. Y tras aquel agravio a la Comunitat Valenciana, ahora se consuma el del gobierno actual PSOE-Podemos, apoyado en todos los PGE y votación tras votación, por Compromís, ERC y Bildu. Ninguneo y desaire que, a diferencia de otros barones socialistas como Page para Castilla-La Mancha, el todavía president Puig no ha sabido combatir. Y ahora la falta de agua nos va, paradójicamente, a ahogar.

Eso sí, para Puig, el PSPV en decadencia y la UTE Compromis-Podemos en dependencia (para mantener el sillón), decirlo, es provocación. Callar, satisfacción. Y la culpa, sea lo que sea, siempre hay que endosarla a “los otros”. Creerán que eso les da réditos electorales. Pero se equivocan de enemigo. Porque el artefacto lo tienen dentro. Porque no se puede utilizar la mentira, para tapar polémica tras polémica, con infinita  impunidad política. Y porque una cosa es el error aislado y otra el engaño continuado.

Por cierto, que el error, si es de buena fe, se corrige inmediatamente. Y no dejando  que centenares de violadores y agresores sexuales vean reducidas sus penas e incluso hayan salido ya a la calle, mientras sus víctimas han de huir o esconderse. Porque, además, la ‘rectificación’, cuando se produzca, se aplicará a las sentencias a partir de su entrada en vigor, pero no podrá tener ya efectos retroactivos para los condenados anteriores,  beneficiados por la ley del ‘sí es sí’. Así  que, dense prisa de una vez, que cada día que pasa, hacen más grande la amenaza.

Y, para terminar, no puedo dejar de mencionar que, mientras, el gobierno municipal de Compromís-PSPV presidido por Joan Ribó, recuerda el 95 aniversario de la muerte de Blasco Ibáñez, eliminando del acto la Real Senyera con que él mismo quiso que se cubriera su féretro. Y enarbolando la bandera tricolor de la II República cuando nuestro novelista murió en 1928, antes de que aquélla se proclamara. Todo un dislate.

La verdad, es que viendo lo que estamos teniendo que ver, resulta sorprendente oír que Puig se siente moderadamente satisfecho. Porque, aunque lo intente ocultar con disfraces de mansedumbre, no es para nada un moderado. Y porque, desde luego, no hay razones para la satisfacción. Y menos la suya.