La Casa Museo de la Magia es un espacio entrañable en el pueblo de Polinyà de Xúquer, que los hermanos Moreno Caballero abrieron hace más de diez años para regalar alegría, diversión y sorpresas
VALÈNCIA.- El mundo de la magia es un universo que puede estar en el foro de un teatro, un gran casino, un enorme auditorio, incluso en la misma calle en que un mago puede sorprender a niños y adultos con sus inexplicables trucos. Pero que en una pequeña población de 2.500 habitantes exista una casa dedicada íntegramente a la magia, uno no se lo imaginaría. Sin embargo, existe, es real, sorprendente y fantástica, de tal manera que cualquier persona que la visita queda absorta, asombrada y hasta embobada con todo lo que ahí descubre, desde su fachada con un enorme bigote negro que pende de un balcón —a manera de bienvenida— hasta el último rincón de su interior donde una amplia colección de objetos mágicos cuelga de las paredes y hasta de los techos de salas y habitaciones.
Y es que la magia existe y se palpa, aunque a veces no se pueda explicar. Así lo transmite la Casa Museo de la Magia, un entrañable sitio ubicado en una callecita estrecha de Polinyà de Xúquer, población perteneciente a la comarca de la Ribera Baixa. Para acceder al recinto hay que superar un truco: que una llave colocada en la mano de un mago gire para cualquier lado, lo cual indicará que el visitante tiene acceso a la casa, porque de lo contrario no podrá entrar. ¡Así de simple! Con este juego el invitado ya sabe lo que le espera adentro: diversión y sorpresas.
La idea y creación de este proyecto es de los hermanos Jordi y Paco Moreno Caballero, dos artistas para quienes la magia es una forma de vivir, de pensar. «Es una religión para nosotros. Es dar alegría a los demás, es hacerlos reír», dice Jordi mientras Paco la define como «una manera de seguir siendo niño en todos los aspectos». Lo que en un principio fue una inquietud por coleccionar antiguedades mágicas, con el paso de los años se convirtió en un espacio que cobra vida a través de un museo interactivo con objetos relacionados con el mundo de ilusiones ópticas, enigmas, juegos y espectáculos en dos salas ambientadas al estilo de los antiguos teatros mágicos.
«En un principio nos surgió el gusanillo por coleccionar antigüedades, pero era solo para nosotros», explica Paco, el hermano mayor; «la coleccion se fue ampliando y nos propusimos hacer una exposición. Así creamos Expoilusión, que recorrió varios puntos de España». Pero al ver que el traslado se complicaba por el alto costo, convirtieron una vivienda familiar del pueblo en una casa rural con la temática de un museo de magia. Era poca la gente que la alquilaba y más la que acudía a ver el museo, por eso se eliminó el sitio de hospedaje y se dejó la exposición. «Creamos una especie de microteatros para ofrecer actuaciones, así que esto se convirtió en un sitio de ocio para niños y adultos». Este es el origen de la Casa Museo de la Magia que oficialmente abrió sus puertas en 2011. Aunque el año pasado celebraría su décimo aniversario, se pospuso por la inestabilidad que trajo la pandemia. Por eso este año festejarán ‘diez años + uno’ con el montaje de espectáculos especiales y sorpresas, siempre pensando en la cercanía con el público.
Entrar en este recinto es olvidarse por completo de lo que queda afuera para dejarse atrapar por el asombro que despierta lo que hay en su interior. La casa está distribuida en dos plantas. En la primera está el museo, la tienda de recuerdos, una sala teatro y otras áreas habilitadas con juegos, exposiciones y una ludoteca para los pequeños. En la segunda planta está la Calle del Ingenio, un largo pasillo en el que se exponen cuadros con acertijos y trucos de magia. Sobresale la sorprendente habitación imposible, cuya decoración está en el sentido contrario a lo usual, para que el visitante pueda tomarse una fotografía, de tal forma que parece caminar por el techo. Hay, además, otra sala microteatro de espectáculo, dado que Jordi, de 51 años, y Paco, de 53, ofrecen sus actuaciones por separado, para hacer más variado su trabajo.
El museo lo conforma una colección hecha durante unos veinte años, que reúne 600 objetos, algunos con más de 400 años de antigüedad y proceden de doce países a través de compras, subastas o donativos de la gente. Esta afición les hizo merecedores de un premio otorgado en 2013 por la Asociación Valenciana de Ilusionismo. Entre tantas curiosidades que hay, llaman la atención unas cajitas de cristal con pulguitas vestidas de novios y de campesinos, la sala de los espejos deformantes, piezas ópticas antiguas y objetos singulares que se usaban en las antiguas ferias rodantes.
Mención especial merece el rincón dedicado al escapista más grande de todos los tiempos, el mago astrohúngaro Harry Houdini, en el que se exhibe un traje que usaba en sus actuaciones, así como una fotografía original en la que aparece jugando a las canicas con una nota escrita y firmada por él mismo, fechada en enero de 1925. Al parecer este manuscrito encierra un enigma que aún no se ha podido descifrar. Esta pieza es única, original y fue adquirida por los artistas en una reñida subasta en Estados Unidos. «El madrugón fue productivo porque nos quedamos con el autógrafo», recuerda Paco, quien ha preferido reservarse la cantidad que pagaron por los objetos.
La pieza tiene dos curiosidades. La primera: se ve a Houdini en la foto jugando a las canicas con el entonces campeón de Boston. Muchos afirman que el escapista era un aficionado a este juego y la imagen es única. La segunda está en lo escrito en la parte superior de la foto: una dedicatoria que dice «Sí, señor, esto lo puedo sacar rápidamente», firmada por Houdini. Según Cliff The Magician, un mago inglés con el que los artistas valencianos tienen amistad y contacto, habría un juego de palabras en la dedicatoria entre ‘hurry’ (rápido) y ‘Harry’ (nombre del escapista) que solamente el receptor del mensaje y Harry conocían, pero no se sabe el sentido de la frase en sí. Lo cierto es que todavía no se ha descifrado. «Es como una especie de código que no ha trascendido», explica Paco quien agrega que la pieza formaba parte del libro de un coleccionista anónimo de autógrafos, que se dedicaba a ‘cazar’ firmas de famosos de la época y una de sus páginas era la firma de Houdini.
«La magia es una religión para nosotros. es dar alegría a los demás, es hacerlos reír», asegura Jordi Caballero
Otro mago que también tiene un lugar especial en el recinto es Javi Gea, conocido como Morrison el Magnífic, a quien Paco y Jordi le atribuyen la principal inspiración para que entraran en el mundo de la magia, luego de verlo actuar en Port Aventura, donde ofrecía un espectáculo al estilo Oeste. «Nos quedamos realmente prendados y tanto nos gustó su actuación que acabó de despertar el gusanito que ya traíamos por la magia, que al final hizo que nos convirtiéramos en magos profesionales —asegura—. No imaginabamos que años después tuviéramos el honor de que actuara en nuestro museo, lo cual hizo por varias temporadas». Al fallecer, en noviembre de 2018, a una de las salas le pusieron su nombre, en su recuerdo. En una de las paredes se observa un cuadro que describe la trayectoria del mago de Port Aventura, así como trajes y accesorios que su familia les donó. «Es un mago que llevó la magia a un alto nivel, al que se le atribuyen más de dos mil actuaciones de más de una hora en ese sitio. Con esto nos podemos imaginar las tablas que tenía este personaje», menciona Paco, mientra Jordi lo evoca con una frase que le decía: «Tú haz magia a los niños, pero cuenta chistes a los padres, que son los que pagan». Dicho lo anterior, para ambos —que han vivido la magia de este personaje—, Morrison es uno de los máximos exponentes de la magia humorísitca en España.
Y si de otros magos valencianos destacados se tiene que hablar, se menciona a May Roger, un referente para los artistas de la Comunitat que empezó en los años cincuenta o sesenta y se autodefinía como ‘el mago de los niños’, aunque también hacía magia para adultos. «Cualquier ilusionista valenciano le debe mucho a él» —considera—, «pero también tenemos que citar un mago actual, Javier Botía, campeón mundial de mentalismo, una rama del ilusionismo en la que los efectos tienen que ser con la mente, la adivinación de cosas ocultas y del futuro. Él es amigo nuestro y, en un festival de magia que organizamos en Polinyà de Xúquer, lo hemos tenido como uno de los principales atractivos».
Si bien es cierto que en la familia de los hermanos Moreno no hay antecedentes de magos, sí los hay de artistas, ya que entre sus antepasados hubo cantantes de albades, el canto típico valenciano, además de que una bisabuela tenía un cine teatro llamado Moderno, en el pueblo de Llaurí, en el cual actuaban magos. «Nuestro abuelo nos hacía juegos de magia —recuerda Paco—, «pero lo nuestro más bien ha sido afición» que se convirtió en una profesión en la que «no se puede bajar la guardia», por lo que ambos se actualizan en magia a través de congresos, conferencias, libros y con la misma Asociación Valenciana de Ilusionismo, a la cual pertenecen. También se han nutrido de expertos magos como Pepe Reguera y Pepe Carrol, ya fallecidos, de los cuales aprendieron técnicas y trucos, así como de Juan Tamariz, quien fue su maestro.
Vale la pena destacar que el trabajo que ambos han hecho en el mundo de la magia no se ha limitado solo a dar espectáculos. En sus inicios realizaron proyectos didácticos. Escribieron poesía satírica y literatura infantil e hicieron presentaciones de libros en escuelas y hospitales. Tal fue la aceptación de los pequeños que para hacerlo más ameno introdujeron teatro clown y magia. «Cuando presentábamos nuestros libros lo hacíamos con magia y al final esta se lo comía todo —cuenta Jordi—, ya no nos contrataban por la visita del autor, sino porque querían magia». También contrajeron un compromiso social cuando antes de la pandemia visitaban a niños enfermos en hospitales como parte del proyecto Magia Solidaria que impulsaba la Fundación Abracadabra. «De hecho tenemos un récord Guinness que nos dieron por la clase de magia más larga del mundo, organizada por la fundación y que simultáneamente se hizo en cincuenta y un hospitales del país», explica Paco, quien muestra su confianza en retomar esta actividad cuando las circunstancias lo permitan.
Si algo debe tener claro quien práctica la magia es que nunca revelará sus secretos, «porque si los revelamos estaríamos haciendo lo contrario de lo que prentendemos, que es ilusionar», aclara Paco, quien no duda en comparar esta profesión con el cine, arte en el que también se hacen ilusiones ópticas bajo técnicas y efectos. «Lo que nosotros intentamos en el ilusionismo es recrear un mundo en el que todo es posible, en el que sabes que detrás de los milagros hay alguna habilidad, alguna técnica», pero eso es un secreto que debe guardar el mago y el espectador debe ver la historia y la magia que le ofrecen sin pretender ver los hilos que mueven las marionetas. «Si nos centramos en estos nos vamos a perder la historia y la magia», asegura.
¿Pero qué tipo de efectos hacen en la Casa de la Magia? Doblan metales con la fuerza de la mente o hacen que el móvil de un espectador se someta a una serie de azarosas circunstancias en las que milagrosamente se salva o que un anillo viaje a lugares imposibles. Predicen el futuro, adivinan lo que está pensando alguna persona y hacen apuestas imposibles que el público nunca es capaz de ganar. Todo ello de manera amena y divertida, que es el tipo de magia que ofrecen. Pero esta profesión no es tan ‘mágica’ como pueda parecer desde la butaca del espectador. Quien la desarrolla tiene que estar sonriendo siempre y con el mejor estado de ánimo para despertar risas, emociones y hasta sentimientos. Esto a veces se altera por situaciones personales que se viven. «Uno también puede tener un mal día, pero debe guardar sus penas detrás de su sonrisa», expresa Jordi. Por eso es un trabajo exigente en el que «hay que tener ilusión por lo que haces. Aquí hay que tener pasión», porque hay mucho sacrificio, sobre todo en la vida personal, por eso requiere vocación y conciencia al momento de escogerse como profesión.
En España, a los magos no se les considera artistas y la profesión no se califica en el IVA cultural del 10%
La magia que se desarrolla en España a nivel internacional es para ambos buena si se compara con el deporte, porque está por encima de la media. «Nuestro país ha tenido siempre una tradición de magia de cerca, también de escenario, por la cual ha recibido premios mundiales, pero en la magia de cerca es una potencia», afrma Paco, quien además destaca que cuando se hacen competiciones entre varios países, es usual que un mago español figure entre los tres primeros lugares de ganadores. Pero contradictoriamente «en España la magia es muy accesoria, no está entre las prioridades de la gente, es una cosa más de entretenimiento». Quizá por eso las instituciones de gobierno no dan un apoyo especial a este arte escénico. De hecho a los magos no se les considera artistas y la profesión no se califica en el IVA cultural del 10%. «Mucha gente no se ha dado cuenta que la magia es cultura», aclara, al tiempo que Jordi destaca que esta profesión también la usa la psicología y la neurociencia en el estudio y desarrollo del cerebro y el comportamiento humano, aunque desde hace muchísimos años ya los magos trabajaban en esto, pero no se había establecido una base científica.
El fruto de once años de trabajo que los hermanos Moreno han invertido en la Casa Museo de la Magia les ha llevado a la necesidad de ampliar el recinto, por eso entre sus proyectos figura aumentar el espacio gracias a que han adquirido la casa contigua a la suya, donde harán una sala de teatro más grande e instalarán la tienda, la cual visualizan al estilo de la época victoriana, con reminiscencias de Harry Potter, así como también montarán una exposición de grandes ilusiones antiguas. Mientras eso sucede, los trucos, el misterio, los enigmas y los juegos han vuelto a cobrar vida en este recinto que ofrece sus espectáculos presenciales cada fin de semana y donde Bernardino, un palomo de gran pesonalidad, da la bienvenida al visitante de la mano de Jordi, una vez que ha cruzado la puerta principal.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza